18. Gracias

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Marinnette:

Mamá limpiaba la casa, ya que ese extraño y muy terrorífico encuentro había dejado el suelo lleno de polvo, que hasta podría jurar que si me echara para hacer un ángel de nieve, parecía que sí era de nieve.

Papá sacó de una bolsa una bolita de algodón, la hundió en alcohol, la exprimió un poco y a roces curaba mi moretón en la frente.

—Papá, el alcohol no quita hematomas. —repetí, por milésima vez.

—Ya sé que no, pero si ese bicho estuvo en el infierno, no quiero que te pase un virus de por allá —bromeó.

Reí, pero poquito, ya que aún me dolía la cabeza por el golpe.

—Ya está, ahora sí, ya puedo ponerte las vendas —me anunció, tirando los restos de algodón al tacho de basura.

Me paré exaltada de la silla del comedor.

—¡¿Qué?! ¡No, no, no! Así estoy bien, gracias —reí nerviosa, alzando las manos.

Él se carcajeó.

—Sólo jugaba, puedes irte si quieres, voy a ayudar a tu madre a limpiar la pastelería, faltan, al menos, unas dos horas para abrir el negocio, y bueno, no queremos una infracción de salubridad —frunció el ceño, eso podría bajar la calificación de la excelencia de nuestra panadería.

—Sí, sí. Vayan ustedes, yo, eh... –me giré a todas partes, hasta visualizar al chico gato en el balcón, apoyado de codos en el varandal–. Iré a agradecerle al joven por habernos ayudado.

Me sonrió pícaro, más no dijo nada.

Caminé hasta donde se encontraba, y me detuve a un lado de él.

—Hola... —susurré.

—¿Qué tal? –saludó, sin dejar de mirar al frente–. ¿Ya estás mejor de tu golpe?

—Seh, bueno, mañana iremos al hospital para hacerme una radiografía pero creo que todo está en orden —expliqué, con cierto tono desdeñoso en mi voz.

—Me alegra por ustedes que ya estén a salvo —giró su cabeza, y me sonrió.

—Gracias —le devolví el gesto.

—No hay por qué. Es mi deber ayudar a todos por aquí.

—No, en serio, pudiste haber salido lastimado —alcé la cejas, para profundizar mis palabras.

—Nah, lo dudo bastante —burló, con autosuficiencia.

—Engreído —con mi mano hecha puño, le di un leve golpe en su hombro cubierto por la tela de cuero negra.

—Chica infernal —contraatacó, pero sin agresividad.

Bufé, rodando los ojos.

—Cambiando de tema. ¿Cómo te llamas en realidad? —pregunté, esperando la respuesta con ansias.

Su sonrisa se desfiguró, pasando a una fina línea en sus labios.

—Lo siento, no puedo decirte —y me miró con pena.

—¿Pero por qu— interrumpió.

—No se me permite relacionarme con las personas que salvo —habló, con seriedad en sus palabras.

—No, yo sólo quie—otra vez vuelven a interrumpirme, pero ésta vez, fue un sonido muy agudo, como si fuera una alarma tintineante.

—Lo siento, me tengo que ir —advirtió.

Corrió a dirección contraria de donde estábamos, y saltó por entre los techos de las casas. Corrí para intentar detenerlo, pero como era de esperarse, desapareció en la sombras.

—¿Por qué reaccionas así? —me susurré a mí misma.

Chat Noir:

Escapé de ahí antes de que mi boca hablara de más.

Y aunque yo quisiera contarle mi identidad secreta, pongo en peligro mis poderes y mi kuami, aparte de que arriesgo mi existencia aquí.

Espero que me perdones, Marinnette.

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Promise | Marichat | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora