30. El Final

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Marinnette:

Luego de casi un infarto, tres momentos de intriga y dos de un profundo silencio, el señor Agreste dijo que podría ser su pasante, como un inicio. Para que pudiera adquirir más conocimiento acerca de telas, la moda, diferentes tallas, y mucho más.

Me aguanté a no gritar en el trayecto que nos tomó salir de la mansión.

Ah pero cuando estábamos a las afueras del terreno.

—¡AHHHHHHH! ¡ME ACEPTÓ, ME ACEPTÓ! —me abalancé hacia los brazos de Adrien, éste asustado me pescó por la cintura, seguramente no lo vio venir.

Casi caímos los dos. Pero eso me importó muy poco.

—¡Lo sé! Realmente no me sorprende, eres increíble con los diseños. Y mira que si quieres, podría ser tu modelo —ronroneó coqueto.

—No quiero ilusionarme, pERO SERÁS MI MODELO —volví a gritar.

—Esto hay que celebrarlo. Y no quiero un "No" como respuesta Marinnette. Te lo mereces —aclaró, antes de negarme a sus ideas.

Bufé, me conoce tan bien que a veces es difícil mentirle cuando quiero regalarle algo y no me deja salirme con las mías.

—Está bien. ¿A dónde iremos ésta noche?

[...]

—¿Tú? ¿Adrien Agreste, frecuentando un bar? ¿Quién lo diría? —burlé en el estacionamiento, dentro del auto.

—Ya somos mayores, y pronto tendremos empleos propios. Además, tomar alcohol una vez al mes, como mínimo, hace bien a nuestro cuerpo —excusó.

—¿Probado científicamente por? —alcé la ceja, esperando una respuesta como...

—No sé, lo leí de una página de cosas interesantes —se encogió de hombros, y solté una carcajada.

—Bueno, te tomaré la palabra. Sólo dos horas —advertí.

Mañana empezaría a mostrarle mis bocetos a su padre, y no podíaestar toda somnolienta cuando eso pase, o peor aún, con una fea resaca.

Luego de mostrar nuestras identificaciones, y revisar que no cargáramos con armas u objetos punzocortantes, nos permitieron el paso a lo que supongo es bar y restaurant. Libre del olor a cigarrillo, y con un ambiente agradable.

Para nada tétrico o de mala muerte como lo describen las historias de terror o la opinión de mis familiares.

—Éste lugar es genial, nunca esperé que fuese bueno —comenté, fascinada.

—Uy, y no has probado aún los platillos que sirven. Exquisitos —sentenció, usando su acento francés.

Tomó mi mano, y nos dirigió a una mesa redonda de color rojo, cerca de donde sirven las bebidas.

—¿Qué te gustaría tomar? —preguntó. Observándome con detenimiento.

—La verdad no tengo idea, jamás me he alcoholizado. No conozco lo que le ponen, ni cómo se llaman —me frunció el ceño.

—¿Cuando ocurre un momento importante en tu familia, no lo festejan con vino, o licor?

—Somos pasteleros, no cerveceros. Pregúntame cada tipo de glaciado que quieras ponerle a tu pastel, y te las describiré todas. Pero estoy en cero si hablamos de alcohol —me reípor la forma en la que lo dije.

Y no era broma.

—Eso cambiará hoy, querida. ¿Dónde está el mesero? —se giró para buscarlo con la mirada.

—Atrás tuyo cielo —susurré, intentando no sonar grosera.

—¿Podrías traernos el especial? —y le guiñó el ojo al empleado, éste sonrió con complicidad. Arqueé una ceja curiosa.

Cuando el joven se marchó, me atreví a preguntar: —¿Qué te traes? Estás actuando muy extraño —le dije, poniéndome la servilleta en mis piernas.

—Es sorpresa, no puedo decírtelo —canturreó, a lo que giré los ojos divertida.

Aunque conociéndolo, no aguantaría mucho y me lo diría antes de lo que pensaba.

—La vie est belle avec le bon partenaire —me susurró el mesero, a lo que arrugué la nariz confundida.

¿Por qué dijo eso?

—¿Marinnette? —me centré en verlo, se removió incómodo y nervioso—. Desde el día en que te vi, supe que no sería la última vez que sabría de ti, a pesar de todas las cosas por las que pasamos peleando juntos, pude apreciar lo maravillosa que eres, y lo esencial que te has vuelto en mi vida, y por eso... —el empleado le dio una caja que contenía pétalos rojo, y buscó en su interior. Sacando algo dorado que pareció brillar con el reflejo de la luz, extendió su mano, a la que tomé dudosa.

¿Qué está pasando aquí?

—Me pregunto, ¿quieres casarte conmigo? —y me enseñó el anillo.

¡Mierda!

¿Esto es real?

¡Claro que es real, reacciona! Me dijo la vocecita en mi cabeza.

Para cuando volví a la realidad, todos nos estaban viendo, esperando por mi respuesta.

—¡Sí, sí quiero casarme contigo! —exclamé extasiada de emociones positivas.

Él colocó el anillo en mi dedo anular, era totalmente precioso, los dos estábamos temblando por el nerviosismo.

—La ville de l'amour a refait son truc! —gritó una mujer adulta detrás de nosotros.

El empleado destapó una botella de vino y nos sirvió en copas de cristal con un listón rojo que los envolvía.

Mamá y papá van a enloquecer con la noticia. Y siendo sinceros, creo que ya era mi momento de ser feliz. Ya no permitiría que nada ni nadie me detuviera. No más.


¿FIN?

Promise | Marichat | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora