20. Ganas de ir al baño

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Marinnette:

—Buenas tardes, supongo que ustedes son de la pastelería "Dupaing Cheng". Bien, síganme —una mujer de cabello negro y lentes, con un traje súper formal nos informó, tomando la dirección de sus pasos.

Pasamos por la enorme sala de estar, esto fácilmente podría tener el tamaño de mi casa entera. Había muebles muy costosos, y al parecer de diseño personalizado.

—Wow... —susurré, impresionada.

—Como verán, éste lugar es grande, así que pongan atención a todas estas puertas, cualquier error será inadmisible para el señor Agreste —advirtió, luego de haber parado de caminar en la primera puerta de las seis que había en este pasillo, con paredes blancas.

—Le aseguro que tomaremos las puertas correctas, gracias señorita —agradeció mi madre.

La mujer asintió, dando a entender que nos escuchó, y rápidamente desapareció de ahí.

—Espero que la hayas escuchado, ¿verdad, Marinnette? —mamá se burló.

Rodeé los ojos divertida.

—Claro que sí mami. ¿Cómo puedes desconfiar así de mi? Eso es imperdonable —llevé una mano a mi pecho, fingiendo indignación.

—Haha. Sigamos moviendo los bocadillos —dijo, para detener mi drama.

Salimos de esa mansión, y nos fuimos hasta el estacionamiento personal, ya que la señorita dejó que metiéramos la camioneta ahí, para facilitarnos el trabajo.

—Toma, no quiero llenarte de cajas porque capaz y las tiras —me dijo mi madre, poniendo sólo ocho cajas pequeñas entre mis brazos.

—Tu desconfianza ficticia se está volviendo real, eh —le comenté, entrecerrando los ojos sospechosa, y a la vez divertida.

—Ya métete y deja eso, niña ficticia muy real —me apuró, dándome un empujón.

—Ah, ya voy, ya voy —me quejé.

Entré, de nuevo, y me encaminé con cuidado de no tropezarme.

Es la primera puerta. Es la primera puerta.

Resultó que esa habitación era una clase de refrigerador, ya que ahí hacía mucho frío.

Una por una, fui acomodando las cajitas rosas en los estantes que nos proporcionaron para la mejor manera de posicionarlo.

—Uff, esto sí que es cansado —susurré, pasando una mano por mi frente, para retirar las gotas de sudor que quedaron sin caer.

Me abrí paso, para luego salir de la habitación, claro que dejé la puerta abierta para que mamá pudiera entrar sin problemas.

Pero había un problema...

No debiste tomar tanta agua en el camino.

Mordí mi labio, no sé en dónde rayos queda el baño. Digo. ¡Es una mansión, obvio que tiene que haber como más de dos! Sólo que no sé dónde están.

Vi cómo la señorita de lentes y un portafolio en sus manos caminaba, trasladándose al otro lado de la sala.

—Eh, señorita –chillé, haciendo que volteara a verme–. ¿Puede dejarme pasar al baño?

Mis mejillas se tornaron rojas.

Esto es vergonzoso.

—Por supuesto –respondió, con voz monótona–. ¿Ve esas escaleras? —apuntó casi en la misma dirección que estoy, pero es en el fondo de ese pasillo.

—Sí —respondí.

—Bueno, suba a ellas y a la primera puerta que vea de lado izquierdo, es el baño. Toque antes de abrir la puerta, ya que es el baño de servicio y el personal lo usa —sugirió.

Obvio que tengo que tocar la puerta, no soy tonta... No tanto.

—Por supuesto que lo haré, gracias —respondí.

Medio sonrió, luego se marcha.

Caminé hasta las escaleras, y lentamente las subí, hasta llegar al segundo piso.

Se acerca el final de la historia chic@s.

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Promise | Marichat | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora