Marinnette:
—Muchas gracias —me dijo la pequeña.
—Gracias a ti por iluminar mi camino —respondí sonriente.
—Si pudimos vencer a Pitch aquí, en tu subconsciente, podremos en la realidad, tú y yo, unidas —rió.
Estiró su mano hacia mí, hice lo mismo, en son de victoria, esperanzas, y sueños.
Al rozar nuestros dedos, un extremo de su cabeza empezó a desvanecerse, convirtiéndose en muchas mariposas blancas que pululaban en el viento, hasta que todo su cuerpo se transformó en aire.
—Adiós, mi pequeña yo... —susurré, antes de volver a la realidad.
Moví lentamente mi cabeza, ya que si me movía con brusquedad, seguro volvería a dormirme de las punzadas tan fuertes que me darían.
Con mis brazos, apoyé mi peso para levantarme, o al menos, lograr quedar sentada en el suelo.
Mamá estuvo a punto de decir unas palabras, pero papá puso su enorme mano en la boca, para detener el sonido de su garganta.
Agradecí mentalmente, ya que quería sorprender al bruto de Pitch, y acabar con él de una vez por todas.
Pero estaba entretenido en la pelea que tenía con el chico gato. Que por cierto, ya se notaba agotado.
Decidí pararme ahora, y hablar a sus espaldas:
—Ya basta —les grité.
Los dos se quedaron quietos. Intentando verificar que quien habló era yo.
—¿Disculpa? ¿Estás diciéndome que pare? ¡Pero si aún no lo asesino! —exclamó Pitch, con cierto tono de diversión en su voz.
Su cinismo me enferma.
—No vas a asesinar a nadie, no en mi presencia —formulé, queriendo sonar autoritaria y firme.
Como mi pequeña réplica.
—¿Cómo? ¿Tú vas a impedírmelo? —bufó.
—Soy capaz de tantas cosas, que deberías de tenerme miedo —comencé a caminar, imitando su sonrisa maléfica.
Espero que lo que tengo en mente sí suceda.
—¿Yo, tenerte miedo a ti? No dulzura, no, así no son las cosas, y a ti te consta —le dio la espalda al muchacho, para darme la cara mientras hablábamos seriamente.
Sigue así, rata de laboratorio.
vNo necesariamente será así, por siempre. Algo hará que toda tu estructura cambie, te doble, te destruya.
—Estás cometiendo el peor error de tu vida. Recuerda cariño, soy el Rey de las Pesadillas, conozco tus miedos, tus debilidades, tus pensamientos negativos, y si yo quiero, puedo matarte de terror, aquí mismo, sin preámbulo.
—Sí, sí tengo miedo, de muchas cosas, pero no de ti —aclaré.
Casi como en mi subconsciente, el suelo quiso agrietarse, pero también se tornó de un color dorado muy brillante, parecido a los rayos del sol.
—¿Qué has hecho? —preguntó, viéndose aterrado por lo que sucedía con el piso.
—Estoy enfrentándote. Estoy enfrentando mis miedos, estoy luchando con valor y coraje, estoy dejando de sentir miedo por ti —y lo señalé con mi dedo índice.
El lugar se sacudió, con tanta brusquedad, que los vasos y platos de vidrio que habían en la cocina cayeron estrepitosamente, rompiéndose en mil pedazos.
—¡Basta! ¡Deja de hacer eso! ¡Vas a matarnos a todos! —quiso mentirme para detener este asunto, pero no lo logró, yo me mantuve firme.
—No estoy matando a nadie, lo único que hago es aquebrantarte. Nada más —sonreí.
Un hoyo se abrió tras de él, Chat Noir saltó antes de caer ahí. Y aterrizó en los techos de las jaulas que aprisionaban a mis padres, viendo la forma de liberarlos.
—¡Sí nos matarás a todos! ¡Para, ahora!
Seguí caminando hacia él, mientras que retrocedía con angustia.
—Hasta nunca, Pitch —Chat me lanzó su barra, y la extendí justo frente a mi, provocando que empujara al ser oscuro hacia el agujero.
Cuando no encontró con qué sostenerse, con qué aferrarse, finalmente desapareció de nuestra vida.
El suelo volvió a ser como siempre lo he visto, no sin antes dejar brotar mariposas doradas, algunas blancas, volar.
Hicieron que desaparecieran las jaulas, también que los platos rotos tomaran su forma original, en resumen, dejaron todo como si nada hubiera pasado.
Mamá, cuando se vio liberada, me abrazó tan fuertemente que me comprimía los pulmones.
—Nunca vuelvas a exponerte así, nunca, ¿me oíste? —susurró, luego de llorar.
—Sí mamá, no se volverá a repetir —respondí para su tranquilidad.
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Promise | Marichat | TERMINADA
FanfictionEn la sala de parto, un error de novato mata al ser más preciado de Sabine Cheng y Tomas Dupain: Su pequeña hija, Marinnette. En el llanto, en la depresión, un ser diabólico fuera de esta dimensión, le propone hacer un trato con la madre, en el que...