Capítulo 3: La realidad alterna

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-¡Mierda! -protestó Gerald con un enorme grito-. ¿Cómo puede ser que aún no pueda ganarle? -terminó diciendo, entregándole el mando de la Play Station a Stinky.

-Incógnitas de la vida que jamás se resolverán -se burló mientras recibía el mando-. Ahora sí, prepárate rubio.

Arnold y Stinky seleccionaban a sus equipos favoritos de fútbol en la consola, creando la más grande táctica deportiva que pueda existir con tal de ganarle a su rival.

-Hey, Harold, lánzame otra cerveza -pidió Arnold.

-Cómo ordene el jefe -se burló, mientras abría la nevera y tomaba una lata de cerveza-. Allá te va -dijo, lanzándole la bebida como si se tratara de un partido de béisbol.

-¡Strike! -gritó Gerald, interponiéndose en el camino y agarrando la cerveza-. Esta es mía -se burló.

-Gran chiste -reclamó Arnold con tono sarcástico-. Lánzame otra, Harold.

-Se acabaron -respondió.

-¿Qué? ¿Cuántas hemos bebidos? -preguntó Arnold preocupado. Los chicos rieron.

-Relájate rubio, solo teníamos diez latas -se burló Harold-. En unos cuantos minutos llegará Sid con más e incluso podremos comenzar a usar los juguetes -sonrió ampliamente-. Ahora mismo lo llamaré.

El celular de Harold sonó unos cuantos segundos.

-¿Aló? -se escuchó a través del celular.

-¿Dónde estás Sid? Ya nos acabamos las cervezas y queremos más. Al parecer los chicos están encendidos -bromeó con una carcajada, provocando también la risa de Sid.

-Lo siento, ya estoy a punto de llegar.

-¡Gooooool! -gritó eufórico Arnold, haciendo mofas a Stinky. Gerald también colaboró con las burlas.

-Qué pedazo de gol -bromeó el joven moreno.

-Ya verás lo que es bueno -respondió Stinky con determinación.

-¿¡Qué!? -Se escuchó un tremendo golpe. Harold se había caído del sofá donde se encontraba-. No lo puedo creer -siguió hablando por el celular, carcajeándose-. Entendido. Solo apúrate -dijo, y colgó. Inmediatamente se puso de pie y se dirigió hacia los demás.

-Chicos... esto se pondrá bueno -anunció orgullosamente con una sonrisa de oreja a oreja.

-¿Qué pasó? -cuestionó Stinky

-Las chicas... van a venir.

-¿¡Qué!? ¿Cómo así? -preguntó Gerald asombrado. "¿Será que vendrá Phoebe?", le vino la idea de pronto.

-Vendrán a probar los juguetes -dijo Harold orgulloso-. Tal como me dijo Sid, llegará en unos cinco minutos junto a Rhonda, Nadine y... -enmudeció por unos cuantos segundos-, no le entendí muy bien pero creo que escuché que vendría con su novia.

-¿¡Sid tiene novia!? -preguntó Arnold con los ojos abiertos-. No me lo creo, hablamos de ese mujeriego -dijo riendo.

-Pues yo tampoco me lo creo -respondió Harold-, pero eso fue lo que escuché, o al menos eso entendí. -Se burló.

Sin más, siguieron en sus asuntos hasta esperar a Sid y a las chicas. No pasó tanto tiempo cuando se escuchó unos escandalosos gritos.

-¡Heeey! -Se escuchó una fuerte y conocida voz.

-Llegaron -informó Stinky-, iré a recibirlos.

El alto joven subió las escaleras del sótano y abrió la puerta recibiendo a sus amigos. Harold y Gerald se encontraban en un emocionante encuentro deportivo a través de la consola cuando llegaron las visitas.

-Hola chicos -saludó energéticamente Sid, abrazando a cada uno de sus amigos.

Bajaron por las escaleras de igual manera Rhonda y Nadine, saludando a todos los que se encontraban en el sótano. Los chicos seguían siendo amigos. Todos y cada uno de ellos. Ya no eran tan unidos como cuando eran pequeños pero al menos se llevaban bien. La última persona cerró la puerta del sótano y bajó delicadamente las escaleras. Arnold se perdió en la impactante mirada de la hermosa chica que tenía en frente. Verla le trajo tantos recuerdos.

Hace varios años atrás, cuando el vecindario corría peligro de ser destruido, Arnold y sus amigos hicieron todo lo posible para salvarlo. Durante la travesía, Helga finalmente confesó todo lo que sentía hacia el rubio. En ese momento no se podía desperdiciar ni un solo segundo y lo único en lo que pensaba Arnold era en salvar su hogar. Finalmente, todo salió bien y el vecindario fue salvado. Arnold y Helga se encontraban frente a frente y simplemente se excusaron y trataron de simular que nada había sucedido.

Así pasaron los años, como si en realidad no hubiera sucedido absolutamente nada entre ellos. La confesión de Helga, el apasionado beso que se dieron, simplemente, ambos lo borraron de sus memorias. Helga continuó tratando como siempre al antiguo cabeza de balón. Sin embargo, eso era simplemente una actitud infantil. Con el paso del tiempo, Helga y todos los demás comenzaban a madurar y a tener otras actitudes. El trato que le daba hacia Arnold comenzó a desaparecer y ambos se llevaron como todos los demás. Como amigos completamente normales. Este cambio que se fue dando sin que nadie lo notase, hizo que Arnold reflexionara en muchas cosas.

El rubio se la pasaba pensando mucho en la realidad alternativa. Se cuestionaba si era una mala persona por ignorar los sentimientos de Helga, y sobretodo, se preguntaba si era un cobarde por haber huido de esa situación. Arnold creció con esos remordimientos, siendo el mayor de todos, el qué hubiera pasado si le daba una oportunidad a Helga. ¿Hubiera sido feliz? ¿Es Helga acaso la persona indicada para él? Sea como sea, no podía cambiar el pasado y ya han transcurrido tantos años que había dejado de pensar en ello. Todos crecieron, no solo por fuera, la manera de comportarse, sus pensamientos, las actitudes, aunque ninguno lo había notado, todos habían cambiado. La pubertad fue uno de los procesos más radicales por el cual todos pasaron. El cuerpo cambia, sufre modificaciones hacia el camino de la adultez, la simbólica cabeza de balón de Arnold había quedado en el pasado.

Con el crecimiento de su cuerpo y los cambios que sufrió, su cabeza había perdido esa forma, incluso ya nadie lo llamaba así. Solo existía una persona en todo el universo que lo seguía conociendo de esa manera: Helga. La madurez también la afectó. Se hizo una persona muy inteligente y madura, aunque de un carácter muy fuerte, se había convertido en una bella mujer.

-Hola chicos -saludó Helga a todos en el sótano. Su mirada se cruzó con la de Arnold-. ¡Hey! Hace semanas que no te veía... cabeza de balón -le sonrió amablemente.

¡Hey Arnold! La nueva eraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora