Capítulo 14: Un as bajo la manga

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-Te lo digo en serio, ese idiota altera mis nervios -reclamó Gerald. -No soporto ni siquiera mirarlo, tengo unas ganas de partirle la cara desde aquella ocasión.

-Aquí vamos de nuevo... -Sid puso los ojos en blanco, resoplando.

El moreno repetía lo mismo una y otra vez, todos los días era igual desde el momento en que tuvieron esa confrontación junto a sus amigos contra el grupo de Wolfgang. Cada vez que se lo topaba no podía evitar echarle una mirada rabiosa, por su parte, el brabucón conocía las intenciones del moreno y solo lo provocaba aún más. Gerald y Sid acababan de terminar la clase de física y se encontraban caminando por los alrededores de la universidad a la espera de la próxima jornada. A lo lejos percibieron que se acercaba Arnold, se encontraba solo, en dirección hacia ellos. En un instante, sus caminos se cruzaron y el grupo de amigos se juntaron creando una sola conversación. Pasaron varios minutos de charla cuando Gerald nuevamente tocó el tema de Wolfgang.

-¿Otra vez con eso? Ya olvídalo de una vez por todas -suplicó el rubio.

-No puedo viejo, lo sabes. Ese cabrón lo hace a propósito, está buscando que le busque pleito y yo ya no puedo resistirme -reclamó con el ceño fruncido. Arnold simplemente le sonrió. Creía que se trataba de algo pasajero, que su mejor amigo se olvidaría de todo ese problema tarde o temprano.

-Ya se te pasará -intervino Sid, como si le estuviera leyendo la mente al rubio.

-Exacto - lo apoyó Arnold.

-No lo sé... -se puso pensativo el moreno-. Él sabe que nos debe una por lo que le hizo a Eugene, y simplemente no puedo perdonarlo hasta que pague -se mostró serio y determinando, chocando su puño con la palma de su otra mano.

-¡Chicoooos! -se escuchó un grito eufórico que se acercaba a ellos. Se trataba del buen Harold que venía corriendo hacia el grupo. -¡Chicos! -volvió a gritar, levantando la mano a forma de saludo para que lo notasen, mostrando una amplia sonrisa en su rostro. Cuando estaba a pocos metros de distancia, aceleró el paso y se abalanzó con toda prisa hacia ellos. El primero en ser víctima del ataque de un fuerte abrazo de oso fue Sid. El grandulón por poco le fracturaba las costillas de la potencia con la que estaba agarrando a su amigo. Se lo notaba extremadamente feliz.

-¡Gracias! -dijo, sin soltar a Sid. -¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias!... -repetía como un robot programado.

-¿Qué sucede? -preguntó Arnold.

-¡Tú también! Ven para acá... -En un instante, soltó a Sid y se dirigió hacia Arnold como un rayo, agarrándolo con gran potencia como si se tratase de un oso feroz. Tanta era la fuerza de Harold que incluso levantó del suelo al delgado rubio. Después de unos segundos, realizó el mismo acto, en esta ocasión con el moreno. Su alegría era tal que le faltaba poco para ponerse a saltar y cantar por los parques de la universidad.

-¿Pero qué mierda te pasa? -preguntó finalmente Sid.

-Pues que tengo a los amigos más idiotas de todo el mundo -respondió sonriendo.

-Explícanos -exigió el moreno con tono serio.

-¡Que todo ha salido de maravilla! -soltó eufórico-. Me refiero a la cita. Ella se divirtió muchísimo, agarré su mano, la hice reír un montón de veces y al final... -se paró en seco y agachó la mirada con una sonrisa tímida.

-¿Que sucedió? -el rubio se encontraba a la expectativa.

-¡La besé! -Harold soltó un grito emocionado y con sus manos se restregaba el rostro y la cabeza, mostrando siempre una sonrisa de oreja a oreja. Actuaba como si no pudiera creer todo lo que había pasado.

¡Hey Arnold! La nueva eraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora