Capítulo 24: Inolvidablemente

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Tiempo restante para el enfrentamiento: 40 horas.

Nunca antes en la vida de Arnold se había sentido tan confundido como en ese preciso momento. El día había terminado y la abrumadora oscuridad del anochecer descendió sin dar previo aviso. El rubio se encontraba recostado en su habitación con los pensamientos revueltos dentro de su mente. Una vez más...

Los minutos pasaban perezosamente y se convertían en horas interminables. Un silencio abrumador invadía la habitación, ni siquiera se escuchaba ruido alguno proveniente del exterior; ni carros, ni personas, ni siquiera un pequeño animal...

Si Arnold ya se sentía atareado con tantos problemas que se presentaron de la noche a la mañana, éste había sido la cereza del pastel. No podía dejar de pensar en lo que había sucedido en aquella tarde, aún podía saborear los finos labios sabor a cereza de Lila. Seguía sin poder creerlo, nunca se lo había imaginado. Todas las imágenes se reproducían dentro su cabeza en un bucle infinito, repitiendo la misma película una y otra vez, atormentándolo por toda la noche, y según creía él, por el resto de su vida. El recuerdo era nítido, incluso sentía que seguía viviendo la experiencia en carne propia, recordando y volviendo a repetir todo lo que sucedió...

Se sentía impotente y sin saber qué hacer, lo recordaba a la perfección. Sus ojos se iluminaron de una manera tan especial cuando vio a su afligida amiga de la infancia llorando en un rincón del parque. Sabía con certeza que él sería el responsable de cómo se sentiría Lila después de hablar con ella, tenía que encontrar las palabras adecuadas. Cuando pudo acercarse y hacerle notar su presencia, su corazón se congeló instantáneamente en el momento que ella le clavó su profunda mirada, llena de un insoportable tormento de dolor. Sus hermosos ojos verdes, hinchados y pañosos, transmitían lo que sentía su alma: Sufrimiento. Un sufrimiento tan devastador que la mataba por dentro. Eran tantos los pensamientos y culpas que se revolvían en la mente de Lila, que el dolor que estos provocaban era demasiado para una persona tan inocente y frágil como la dulce pelirroja. "¿Por qué a mí?", se repetía una y otra vez. "¿Sólo soy un objeto el cuál todos pueden usar?"

Lila se encontraba en un oscuro e infinito abismo que consumía su alma. Había perdido completamente la noción del tiempo y el lugar, no le importaba nada de eso. Incluso su sorpresa fue tan grande cuando Arnold le clavó su piadosa mirada. La había traído de regreso donde sea que haya estado, a punto de perder la cordura. Ambos no pronunciaban palabra alguna, solo se miraban fijamente, como si al hacerlo pudieran transmitir todo lo que querían decir. Tan fácil como usar simplemente sus claros ojos. El tiempo para ellos se había detenido y el resto del mundo no importaba. Arnold intentaba transmitirle confianza y apoyo, quería decirle que no era necesario que sufriera por un imbécil como Wolfgang, o que más importante eran los tantos buenos amigos que la amaban incondicionalmente, siendo él uno de ellos. Quería decirle tanto, pero no sabía cómo. Sus labios pesaban toneladas y su lengua parecía haber sufrido un grave entumecimiento. No era capaz de nada más que mirarla, de apreciar al ángel caído que tenía delante de sus ojos. Nuevamente pudo notar como el sol confabulaba para hacerla ver más radiante y hermosa. Se veía tan pura y majestuosa.

El vestido blanco que cargaba puesto reflejaba todos los rayos de luz, resplandeciendo intensamente. Era una prenda muy sencilla que combinaba con su cinturón de tela negra, que la hacía ver incluso más hermosa. Le llegaba un poco más abajo de las rodillas y tenía unos bordados en el pecho que se apegaban a sus senos. Arnold no controló la tentación de mirar un poco. El vestido tenía una pequeña abertura en esa zona que dejaba poco para la imaginación. Sus mejillas comenzaron a quemar y la sangre explotaba dentro de su rostro. Trató de disimular mientras tragaba saliva con torpeza. Lila no lo notó en absoluto, lo miraba como si analizara a un completo desconocido. La afligida pelirroja se sentía confundida, sin saber lo que le estaba ocurriendo. Al ver el dulce rostro de Arnold, un millón de recuerdos bombardearon su ser.

¡Hey Arnold! La nueva eraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora