Capítulo 30: Deireadh - Parte 1

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-¿Qué es lo que quieres? -preguntó algo molesta la tierna pelirroja. Vestía tan solo un camisón de tela fina y sin ningún tipo de ropa interior. Arnold lo notó de inmediato y por eso mantenía su vista fuera del peligro, muerto de la vergüenza. Por su parte, Lila se cubría disimuladamente sus partes, mientras seguía con el ceño fruncido.

-¡Eso vengo a preguntarte a ti! -respondió con autoridad.

-¿De qué hablas? -su rostro mostraba confusión.

-Ayer... esa tarde... ¿Por qué...?

-¡Detente! -ordenó cabizbaja. El rubio se estremeció.

Las cuatro paredes de la habitación se convirtieron en una impenetrable jaula anti ruido. El silencio era abrumador en ese instante. La noche seguía estando tan fría que helaba los huesos, y Arnold, quién estaba en la entrada del balcón era el que más sufría por el viento. Lila se acercó unos cuantos pasos sin decir absolutamente nada, hasta estar a una corta distancia del rubio.

Ambos se miraron con firmeza, ambos trataban de leer el alma del otro...

-Entra -le ofreció-, te morirás de un resfriado -bromeó con una leve pero sincera sonrisa. Arnold obedeció, mientras a sus espaldas, Lila cerraba el corredizo de vidrio.

El rubio se mantenía de brazos cruzados, temblando levemente por el intenso frío de afuera. Lila finalizó de cerrar el balcón y se situó nuevamente frente a su amigo de toda la vida, mirándolo una vez más.

Segundos de total silencio...

-Mira... -inició Lila-, no sé más que tú... Estoy tan confundida como tú lo estás, yo también quisiera respuestas. Mi cuerpo... simplemente actuó solo -dijo sonrojada, desviando sus intensos ojos verdes por un breve instante. Retomó su compostura y acarició una de las mejillas del rubio con su mano. -Solo... solo... me dejé llevar, lo siento tanto -finalizó con las cejas arqueadas, mostrándole un rostro lleno de culpa.

Arnold enmudeció. Simplemente miraba con firmeza a la hermosa mujer que tenía en frente.

-¡Wolfgang! -dijo al fin. -¿Qué pasó con Wolfgang? ¿Por qué salías con alguien como él? Ese día... ¿Escuchaste todo? Yo... yo... -El rubio se mostraba eufórico, sin saber cómo controlar los sentimientos que invadían su cuerpo.

-Eso se terminó por completo -lo interrumpió Lila, quitando la mano que se posaba en su mejilla. El brillo de su mirada se había opacado y las lágrimas amenazaban por salir. -Pensé que era una buena persona, sentía que yo era la única que podía ver su lado amable, bondadoso... ¡pero todo era un engaño! -rompió en llanto. Arnold la abrazó inmediatamente, tratando de consolarla. Ella soltaba gemidos sordos, estaba luchando por controlar su corazón roto, pero era una tarea imposible. Su pecho se agitaba acorde a su respiración entrecortada y su rostro comenzaba a tonarse de un color rojizo como su cabellera.

-Tranquila, ahora todo está mejor... -Trataba de calmarla, acariciándole la cabeza con ternura. La pelirroja seguía llorando desconsoladamente. El rubio no sabía cómo actuar, sentía un dolor terrible dentro de su alma por cada lágrima que su amiga derramaba.

Pasaron varios minutos de un intenso llanto. Arnold le había sugerido a Lila que descansara en su cama, de esta manera se sentiría un poco mejor. Sin embargo, no funcionó. La afligida mujer siguió derramando lágrimas mientras reposaba su cabeza en el regazo de su amigo. El tiempo seguía pasando y Lila lloraba hasta más no poder, desahogando todo lo que tenía dentro. Todo lo que la atormentaba y la hacía sufrir...

Finalmente, el rubio notó como poco a poco comenzaba a calmarse y los gemidos cesaban. La respiración de Lila se tornaba más calmada y serena, mientras su cuerpo sentía una profunda relajación. Ella sentía como sus músculos pesaban toneladas y sus parpados estaban tan cansados de llorar que era imposible mantenerlos abiertos.

¡Hey Arnold! La nueva eraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora