Capítulo 9: Dolor que mata

561 41 2
                                    

Una de las cosas que más les encantaba a los estudiantes acerca de la universidad era los lugares abiertos que tenía. Sin importar que estaba conformada por enormes edificaciones, existían también diversas zonas para entretenerse o relajarse. Las canchas deportivas eran muy usadas por los chicos, tanto hombres como mujeres, de vez en cuando disfrutaban de una buena jornada de actividad física. Era un día muy freso y tranquilo, Gerald y Stinky tenían un par de horas libres y decidieron ir a practicar unas cuantas canastas. Había transcurrido unos minutos jugando sin decir realmente nada importante, cuando de repente, Stinky mostró una sonrisa torcida. Su mirada se volteó hacia la de Gerald y se carcajeó.

-¿Qué sucede? -preguntó extrañado. El moreno no entendía nada de lo que sucedía. Stinky siguió riendo. Respiró unas cuantas veces y con la mano derecha secó algunas lágrimas que había comenzado a salir.

-Y bueno... -comenzó-, ¿me contarás de una vez todo lo que pasó en mi cuarto? -sonrió.
Gerald hizo un gesto de no entender lo que trataba de decir. Lo miró fijamente y puso una cara pensativa.

-¿De qué mierda hablas? -soltó sin interés.

-La Noche de Juguetes -dijo-, dos bandidos se fugaron hasta mi dormitorio a poner desorden haciendo todo tipo de travesuras -se burló, carcajeándose.

Gerald por fin lo entendió. De igual manera se carcajeó, y ambos rieron por un buen rato.

-¿Andas de curioso? -bromeó el moreno-, pues no te diré nada -se burló.

-Hey... -protestó Stinky, resoplando. -Yo te ofrecí mi dormitorio, cualquier cosa que hayas hecho, me lo debes a mí. Así que, por favor... dímelo -dijo, casi suplicando.

Gerald lo quedó viendo con una mirada cómplice, agachando la cabeza para contemplar el balón de básquet y posteriormente al tablero. Se puso de cunclillas perezosamente y tomó el balón con ambas manos.

-Un versus, tú y yo, diez canastas. Si ganas te lo cuento con lujos y detalles, si pierdes me harás las tareas por una semana. -Se acercó a Stinky y le extendió la mano.

-Es un trato -afirmó, correspondiéndole el estrechón.

**********

La dura jornada de química había llegado a su fin. Tal como lo pensaba el rubio, fue un largo trabajo experimental que duró dos cansadas horas. Phoebe lavaba los últimos instrumentos que se usaron para que puedan marcharse del laboratorio. Tras unos minutos después, finalmente habían terminado la jornada de química. Caminaron por algunos pasillos, ya era la hora del almuerzo y se dirigían al comedor. Mientras estaban degustando tranquilamente de sus almuerzos, Phoebe soltó de pronto:

-¿Y los chicos?

Arnold tardó unos segundos en reaccionar. Tragó despacio lo que tenía en la boca y respondió:

-No lo sé. No es como si todos los días comiéramos juntos -dijo calmado. Hay ocasiones en que ni siquiera nos vemos. Me imagino que algunos deben estar en clases aún o tal vez haciendo cualquier otra cosa.

-Entiendo. -Phoebe se puso un poco deprimida y agachó la cabeza hacia su plato. Arnold simplemente la observaba con dulzura, dejó pasar unos cuantos segundos pero ella seguía cabizbaja. Finalmente resopló una gran cantidad de aire y le dijo:

-¿Cuánto tiempo llevan sin hablarse?

Sin mover ni un solo músculo, Phoebe abrió los ojos como platos, la pregunta del rubio la había dejado completamente paralizada. Transcurrió un par de segundo sin que Phoebe moviera un solo dedo hasta que armándose completamente de valor, levantó la mirada, dirigiéndola fijamente a la de Arnold.

¡Hey Arnold! La nueva eraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora