Capítulo 23: Corazón fragmentado

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Narra Arnold

Era completamente inexplicable la sensación que recorría por todo mi cuerpo en ese momento. ¿Cómo podría describirlo? Enserio... ¿¡Cómo!?

Era una extraña mezcla de sentimientos que involucraban la ira, la impotencia, la frustración, pero sobre todo, un fortísimo dolor que consumía mi alma. Y lo peor de todo era el pensar que el tormento que sentía en ese momento no tenía ni punto de comparación con lo que debía estar pasando ella. Era como estar en un verdadero infierno. ¿Cómo pudo haber salido todo tan mal? Esto se había salido por completo de mis manos. Esto pintaba mal desde que Wolfgang me agarró de la camisa. El terrible ardor que sentía en mi garganta me imposibilitaba la capacidad de decir palabra alguna. La fuerza de este tipo era algo realmente de admirar, al menos compensaba su falta de inteligencia. Eso me hizo pensar en el equilibrio de cada persona. No podemos ser buenos en todo, cada uno tiene sus ventajas y perjuicios. Sin embargo, ese pensamiento se esfumó a la misma velocidad con la que apareció en mi mente. Sinceramente no podía pensar en nada más que en el insoportable dolor que sentía en mi garganta, sumándole además la falta de oxígeno que hacía sufrir a mis pulmones.

-¿Por qué? -le insistí. Me sentía tan impotente, sin fuerza alguna. La frustración era tan fuerte que me carcomía por dentro. Era una sensación espantosa, ni siquiera me di cuenta cuando unas diminutas lágrimas amenazaban por salir. Solo una muy pequeña logró brotar y recorrer por mi mejilla, la sentí con claridad. -¿Entonces por qué estas con ella? ¡Eres un maldito estúpido! -Las palabras ardían dentro de mi garganta, cada sílaba, cada pronunciación. Ya no podía más. Había decidido que esas eran las últimas palabras que diría y no abriría mis labios nuevamente, ya no más. Había gastado mis últimas palabras para maldecirlo.

-Vaya... ¡Enserio que tienes huevos! -Escuché un monto de carcajadas, aunque la verdad ya no estaba seguro. Poco a poco comenzaba a perder mis fuerzas, sentía como lentamente se apagaba mi mente. -Lo que quiero lo obtengo y eso debe entenderlo todo el maldito mundo -fue lo que alcancé a oír de los labios de Wolfgang. Era imposible dialogar con una persona así. No pude ni cruzar unas cuantas frases con él y miren como iba a acabar, perdiendo el conocimiento sin la más mínima preocupación por parte de esos bravucones. ¡Enserio que no tienen cerebro!

Me había rendido por completo. Tenía la intención de cerrar mis ojos para que pasara lo primero que tuviera que pasar. Quizá perdería el conocimiento y solo así esos idiotas se darían cuenta de la gravedad del asunto y me dejarían dejado en paz de una vez por todas. O quien sabe, pudiera haberse dado el caso de que su ignorancia sea tan radical que incluso me hubieran repartido un par de golpes. Lo que faltaba: ¡Inconsciente y golpeado! Que más daba, era como un juego al azar. Como lo dije; que pasara lo que tuviera que pasar. Pero en ese preciso momento quedé deslumbrado por la belleza de un ángel caído del cielo. Los fuertes rayos de luz que emitía el sol resplandecía su imagen y la rodeaba de tal manera que parecía un ser puro y celestial. Reconocí al instante a esa persona. El simple hecho de verla fue como realizar un viaje en el tiempo. Pude retroceder años y años hacia el pasado, recordando cada detalle y cada una de las razones por la cual de niño estaba perdidamente enamorado de ella. Como no estarlo, era y seguía siendo perfecta. Su cabello largo y rojizo caía detrás de sus hombros y solamente estaba allí, parada con una hermosa y sincera sonrisa.

-Wolfgang... -quise advertirle. Había sido salvado. Con su llegada no tendría por qué salir algo mal. Pero mi voz fue tan débil y opaca, no merecía ni siquiera llamarse susurro. No había logrado captar su atención, me di cuenta cuando prosiguió con sus ignorantes palabras.

-Nadie me puede quitar algo que es mío -siguió con su discurso. Ya no podía escucharlo más, pero también era imposible hablar, realmente mi garganta no emitía sonido alguno. -Con Lila es lo mismo. Con las mujeres es lo mismo. Cualquiera que me interesa la obtengo y una vez que me aburro la desecho como cualquier otra cosa...

¡Hey Arnold! La nueva eraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora