Capítulo 22: Un último intento

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Al igual que la noche en la que tuvo la necesaria charla con sus abuelitos, Arnold no pudo conciliar el sueño como debía. Se la había pasado toda la noche pensando en la terrible situación que se le avecinaba. Sin embargo, eso fue simplemente una pequeña parte de todos los abrumadores pensamientos de aquella inquietante noche. Todo lo que había pasado con Helga comenzaba a tomar el control en la mente del preocupado rubio, llenándole de recuerdos desde la infancia junto a ella: Las peleas, los buenos y malos momentos. Todo...

La confusión que comenzó a sentir desde hace días había empezado a intensificarse como una pequeña llama a punto de convertirse en un feroz e incontrolable incendio. Dolía. Las imagenes que comenzaban a formarse en su mente realmente dolían. Arnold pasaba por uno de los mayores sufrimientos que una persona podría experimentar: Aferrarse a una realidad que podría haber vivido si hubiera cambiado sus actos del pasado. Él comprendía muy bien eso y sabía que tenía que hacer algo antes de introducirse a un infinito abismo de dolor y arrepentimiento. Tenía que eliminar esos pensamientos que lo anclaban al pasado, esos que no le dejaban vivir a plenitud el presente. El tiempo parecía sufrir una anonalía y transcurrir más rápido de lo normal. Ya faltaban solo unas cuantas horas para que una nueva jornada laboral comenzara y el rubio no lograba conciliar el sueño. Era lo que menos le importaba...


Tiempo restante para el enfrentamiento: 54 horas.


A pesar de que había pasado una de las noches más duras en toda su vida, Arnold se encontraba recibiendo sus respectivas clases, aunque su mente seguía sin estar concentrada. Seguía pensando en Helga, pero esta vez no lo hacía para seguir atormentandose en una posible realidad, sino en las palabras que le había dicho la noche anterior: "La pelea se dará", recordaba. Las leyes de la termodinámica había pasado a segundo plano dentro de la lista de prioridades del rubio para que esa frase ocupara todo el espacio en su mente. Se sentía frustrado, le molestaba saber que Helga tenía razón, al menos que hiciera algo para cambiar eso. Tenía que pensar de una vez por todas en una manera para solucionarlo todo, pero era díficil hacerlo mientras todas esas imágenes de la noche anterior aparecían en su cabeza. Su mente era una extraña mezcla de sentimientos y recuerdos. Sabía muy bien que tenía que hablar urgentemente con Helga para aclararlo todo. Se sentía realmente mal. Sentía que tenía que pedirle disculpas por todo lo ocurrido y por supuesto, se sentía un terrible amigo por haber traicionado a Sid. Pero primero lo primero. Aunque se moría de ganas por salir corriendo y buscar a Helga y a Sid, sabía muy bien que no podía ser tan egoísta como priorozar un asunto personal antes de algo realmente importante que afectaba a muchos. Con el dolor de su alma trató de ignorar toda idea relacionada con su tormentosa confusión amorosa y concentrarse unicamente en una solución para el conflicto con Wolfgang.

-Lo tengo -susurró tan despacio como un débil suspiro, al mismo tiempo que una enorme sonrisa de gratificación se le comenzó a dibujar en su rostro.

El tiempo de la cátedra había concluido y la hora del almuerzo llegó. Arnold tomó todas sus pertenencias y salió disparado del salón ante la atónita mirada de todos. Al rubio le importó un carajo. A su mente se le había ocurrido algo tan bueno y obvio, que incluso se sorprendió por no haberlo pensado antes. "Si quieres solucionar un problema, acude a la fuente de éste", pensó. Además, fue inevitable imaginarse el rostro de una persona al haber tenido ese pensamiento.

-Wolfgang... -pronunció, con el ceño fruncido y el rostro lleno de preocupación.

El rubio había caído en cuenta de algo que ninguno de sus demás amigos lo había hecho. O quizá, sí habían pensando en esa alternativa, pero la vieron como un caso imposible. Arnold tenía fe que él sí podía lograr aquello, debía hacerlo, tenía que. Era su última alternativa para que todo este conflicto se resolviera de una vez por todas, al menos, sin que se lleve a cabo ninguna pelea. 

¡Hey Arnold! La nueva eraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora