Capítulo 7: Bandos y traiciones

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-No es asunto tuyo Gerald, la cosa es entre ese roba novias y yo -reclamó Wolfgang, dirigiéndose hacia Eugene. El moreno se paró justo frente a él y extendió ambos brazos.

-No te permitiré que pases -dijo, a modo de reto.

-¿Qué fue lo que pasó? -preguntó Arnold en voz alta, buscando una explicación.

-El muy infeliz estaba tratando de robarle la novia a nuestro amigo -respondió la comadreja.

-¿Lila? -dijo Arnold desconcertado, mirándola una vez más.

"Sabía que Lila estaba saliendo con alguien pero no me imaginé que era con este idiota", pensó el rubio. La dulce pelirroja agachó suavemente la cabeza, sentía culpa por todo lo que estaba ocurriendo.

-Eugene no es así -lo defendió Gerald-, de seguro todo esto es un mal entendido. Este tipo que está aquí es la persona más amable y sincera que existe en todo el mundo. Jamás haría algo como eso. Además, Lila es como su hermana, así que lárgate, no tienes nada que hacer aquí.

-Yo estoy seguro de lo que vi -insistió Wolfgang, haciéndose a un lado. Trató de llegar a Eugene por otro rumbo pero Gerald lo bloqueaba, sea el camino que eligiera. -Apártate -gritó con la garganta, dándole un empujón. El moreno dio unos pasos hacia atrás y regresó nuevamente a su posición de bloqueo, con los brazos extendidos como si se tratase del Cristo Redentor.

-En serio no pasó nada, todo es un malentendido -intervino Lila, aún tirada en el piso-, déjalo tranqui...

-Tú cállate -interrumpió Wolfgang, con una mirada de pocos amigos.

Al rubio le hirvió la sangre lo que acababa de pasar.

-Esa no es manera de tratar a una mujer -dijo Arnold con tranquilidad, dio un pequeño respiro y agregó-: menos si se trata de tu novia.

-Ya estoy harto de que me jodan la vida unos bichos como ustedes -reclamó el abusón-, no deben meterse donde no los llaman.

En esta ocasión, Wolfgang empujó con ambas manos al joven afro tirándolo al suelo. Se dirigió hacia Eugene pero antes de que le ponga una mano encima, Gerald lo alcanzó y le respondió el empujón. La rabia del bravucón estalló y corrió hacia el moreno con gran velocidad. Cuando se encontraba cerca de su objetivo, el puño de Wolfgang tomó un impulso y se dirigió con prisa hacia la cara de Gerald. El ágil moreno lo evitó agachándose con velocidad y le respondió con un golpe en la barbilla. Con total habilidad, le rodeo el cuello con su brazo de tez oscura y con la ayuda de su pie, lo tumbó al suelo. El puño de Gerald estaba a punto de impactar en la cara del impotente bravucón, cuando se detuvo de repente, a tan solo centímetros de su objetivo.

-Ya fue suficiente, lárgate -dijo orgullosamente el moreno.

Antes de que dijera una sola palabra más, los compinches de Wolfgang agarraron al rival de los brazos. Lo apartaron de su líder y lo mantenían inmóvil, cada secuaz sujetando uno de los brazos. El corpulento rubio se levantó suavemente y sacudió su ropa con las manos. Con la misma velocidad, paso a paso, comenzó a llegar hasta donde Gerald. Se detuvo a un metro de él, cara a cara. Wolfgang le propinó un tremendo puñetazo en el abdomen del moreno, haciéndolo arrodillarse ante él. Lila cerró los ojos cubriéndolos con sus manos. El musculoso líder lo agarró de la corta y oscura cabellera con el objetivo de alzarle la mirada. Una vez más, cara a cara, se miraban fijamente, el abusón desde la cima, el indefenso moreno desde el suelo. Tan solo lo sentenció con la mirada unos segundos, el cazador a su presa, y posteriormente le propinó otro golpe en la misma zona. Lila soltó un gemido sordo, angustiada. Ahora mantenía toda la cabeza rodeada por sus brazos, posadas en ambas rodillas. Gerald se quedó sin respiración, tosió como un toro agonizando y finalmente lo dejaron caer al piso.

¡Hey Arnold! La nueva eraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora