Capítulo 16: Un mal día

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En la mañana siguiente, los débiles rayos del sol atravesaban la ventana de la habitación de Arnold. Ya se había saltado su primera clase del día, se encontraba muy agotado, había quedado despierto hasta altas horas de la noche. No lograba conciliar el sueño, los pensamientos que aturdían su mente no lo dejaban. Después de haber tenido su necesaria charla con sus abuelos, se quedó en el sofá por un largo tiempo. Se sentía débil y tenso, los músculos parecían piedras y le costaba un gran esfuerzo moverse así sea solo un centímetro. Finalmente se decidió en ir a la cama a descansar un poco, se levantó con pereza y subió las escaleras a paso de tortuga. Cuando llegó a la habitación, se dejó caer en peso sobre el suave y cómodo colchón, cerró los ojos con fuerzas y nuevamente, se perdió en sus abrumadores pensamientos.

Aunque su cuerpo no aguantaba más, el revoltijo en su mente no lo dejaba dormir, se mantuvo así por varias horas, pensando en todos los problemas que tenía alrededor y tratando en vano de descifrar el mensaje que le quiso decir su abuelo.

-¿Qué pasa cuando se lastima a alguien? -pensó en voz alta, repitiendo la frase de Phil.

Tenía muchas cosas por las que se sentía agobiado, pero las palabras de su abuelo en vez de ayudarlo, lo habían puesto peor. Estaba completamente confundido sin saber qué hacer. En medio de todos esos pensamientos, ni siquiera se dio cuenta cuando su mente comenzaba a apagarse, pero finalmente se quedó dormido. En esa misma noche, a pocas cuadras de la casa de Arnold, ocurría algo completamente diferente. Gerald no había llegado a su casa, le había dicho a sus padres que tenía que hacer un largo proyecto en la casa de un amigo. Mintió. Sin embargo, no del todo, solo omitió el pequeño e importante detalle que no era la casa de un amigo, sino el de una amiga. Y por supuesto, con proyecto se quiso referir a una intensa y larga jornada de sexo salvaje.

Hace ya varios días que le había echado el ojo a su próxima presa.
Era una chica delgada y muy blanca, de cabello rubio que le llegaba hasta la cintura, su nombre era Connie. Se conocieron cuando eran apenas unos niños, ella era unos años mayor que él pero ya de adultos eso no se notaba. Para el moreno era una fantasía y sobretodo un gran logro salir en ese tiempo con una chica mayor. Cuando ingresó a la universidad y la vio nuevamente, solo le importaba lo buena que estaba. Gerald, con astucia y usando sus encantos, le había insinuado en algunas ocasiones. A ella le gustaba la idea cada vez más, hasta que al fin aceptó.

Un día Connie le comentó que sus padres tenían pensado realizar un pequeño viaje para visitar a sus abuelos. Solo se quedarían una noche y volverían al día siguiente, aún no sabían cuando iban a realizar la travesía, pero sería en esa semana. El moreno sonrió de oreja a oreja cuando la atractiva mujer le contó la noticia, significaba que ella tendría la casa sola y podría hacer de las suyas. Esperaba con ansias el día que por fin le dijera que sus padres viajarían. Ese día llegó. Gerald por poco saltaba de la emoción cuando Connie le informó que el momento había llegado. Era su noche para debutar en un nuevo cuerpo, para agregar a su lista a una chica más que caería en sus lujuriosas manos.

El moreno esperaba ansioso a que Connie le avisara cuando sus padres salieran, se encontraba muy cerca de la casa de ella, con la mirada en su celular aguardando por el mensaje. Una pequeña vibración recorrió por todo el artefacto, la señal de Connie llegó: "Mis padres al fin se fueron, ven". Sin pensarlo dos veces, salió corriendo a la velocidad de un rayo hacia la casa de su nueva víctima. Apenas ella le abrió la puerta, el fogoso moreno se le abalanzó como un león agarrando a su presa. En menos de un minuto, ambos se encontraban en la habitación de la chica, revolcándose encima de la cama. Gerald le quitó toda la ropa de unos cuantos jalones, solo la dejó vistiendo una sensual tanga de color rosa, mientras que él estaba totalmente desnudo.

Se besaban con intensidad y lujuria, las manos del moreno estaban juguetonas, acariciando cada parte del pálido cuerpo de la atractiva mujer. Sus oscuras manos agarraron los senos de Connie con delicadeza, apretando con suavidad y soltándolos una y otra vez. Una vez más, se acercó a sus finos labios y la besó con pasión, sin dejar de acariciar sus enormes senos. Bajó una de sus manos hasta la ropa interior, metiéndola por debajo, con intensión de llegar hasta la vagina. Notó que esa zona estaba completamente lampiña, lisa y muy suave. Una sonrisa torcida se le dibujó en la cara del moreno, le dio mucha gracia ese pequeño detalle que ella había hecho. Significaba que le importaba mucho la primera impresión que daría y además, le excitaba como loco que esas partes estén desiertas en su totalidad.

¡Hey Arnold! La nueva eraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora