Capítulo 10: El otro lado de la moneda

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La época de la niñez sin duda es la mejor. Todo es fantástico: Los juegos con los amigos hasta altas horas de la tarde, las travesuras que se realizan, e incluso, los accidentes que generan unos cuantos golpes y raspones. Cuando la mayoría de los chicos tenían nueve años vivieron muchas aventuras juntos, compartieron alegrías y tristezas, pasaron por momentos buenos y malos. Dentro del grupo existía de todo: Los mejores amigos, inseparables e incondicionales como lo eran Arnold y Gerald. Un torpe en todo momento como Eugene, viviendo un montón de situaciones desfavorables. Las chicas, algunas más amables y dulces que otras, siempre estuvieron junto a sus amigos. Así es, los años de infancia son los mejores en la vida, pero al otro lado de esta bella etapa, existe también lo oscuro e ignorado. No todo es tan maravilloso como parece, existen también aquellos que pasaron por una infancia trágica, siendo ignorados en todo momento, abusados por los bravucones, y como cereza del pastel, ignorados por las chicas. La mayoría de veces eran totalmente desapercibidos por los demás, solo en algunas ocasiones lograban integrarse al grupo. ¿Linda infancia, verdad?

*********

-¡Ahora si te voy a ganar! -sonó una aguda voz.

-Ni lo sueñes -se escuchó a través de unos audífonos.

-Ya lo verás.

Un joven muy flaco se encontraba en su oscuro dormitorio jugando frente al ordenador. Había pasado varias horas desde que comenzó, incluso ya eran altas horas de la noche. No se escuchaba ningún ruido desde la carretera, ni de personas hablando. La habitación estaba totalmente oscura y solo se notaba la luz que reflejaba la pantalla de la computadora de aquel chico. Movía con gran rapidez las manos, tocando muchas teclas y deslizando el mouse constantemente.

-Ya casi eres mío. -Se volvió a escuchar una voz a través de los audífonos que cargaba el joven. Junto al instrumento auditivo también se encontraba un tipo de micrófono, el cual con su mano lo acercó un poco más a su boca.

-Sorpréndete con esta jugada -insinuó el flacucho. Acto seguido, sus movimientos se volvieron más ágiles y en un abrir y cerrar de ojos se detuvo por completo.

-¡Mierda! -se escuchó por el aparato. El joven carcajeó, retumbando el sonido por toda la habitación.

-He ganado -celebró sonriente.

-Vamos otra partida -pidió desde el otro lado de los auriculares.

-No lo sé Curly, ya es muy tarde -dijo con tono preocupado, viendo la hora.

-Vamos, anímate, recién son las dos de la mañana -trató de convencerlo.

-Tenemos que ir muy temprano a la universidad y lo sabes.

-La última partida, ¿sí?, esta vez te ganaré, Brainy. -El chico solo rio al escucharlo, sin embargo, su amigo logró convencerlo.

-Está bien Curly, pero solo la última -soltó con entusiasmo.

-De acuerdo.

En esa misma mañana, después de varias horas, el viento soplaba soplaba con fuerza y los primero rayos de sol se encontraban atravesando la ventana de la habitación de Brainy.

-¡Maldita sea! ¿Qué hora es? -exclamó en su dormitorio.

-Son las seis y media, creo que nuevamente se nos pasó la mano con los videojuegos -rio Curly con despreocupación.

-Solo tenemos treinta minutos para ir a la universidad, ¡que mierda! -protestó.

Curly carcajeó desde el otro lado de los auriculares y añadió:

-Nos vemos en la universidad, debemos apurarnos -rio una vez más.

Como era de suponerse, ambos llegaron tarde a la primera clase del día, el profesor los regañó y se amargó el resto de la cátedra. La jornada inicial finalizó y llegó la hora del almuerzo. El par de amigos se reunió y comieron juntos, como casi todos los días. Normalmente nunca se separaban, se podría decir que cada uno era el mejor amigo del otro. Su unión se fortaleció años después de que los chicos salvaran el vecindario. Después de todo, ambos tenían muchas cosas en común: Eran los más raros y marginados de la escuela.

¡Hey Arnold! La nueva eraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora