Ayelén
Sonrío con malicia. ¿Un montón de serpientitas contra un halcón? Están muy equivocadas. Un seguidor me agrede por detrás y lo noqueo de una sola patada. El siguiente viene y le disparo. Puedo matar aquí, ¿cierto? ¡A la mierda todo! Me están atacando, yo hago lo que quiero para defenderme. Cargo mis armas y comienzo a disparar.
―¿Qué? ¿Ya se aburrieron? ―me burlo―. No es mi culpa que esté mucho mejor entrenada que ustedes. ―Comienzo a reír y preparo mis cuchillos cuando otros se acercan―. Esperaba un "gracias", ¿recuerdan? Liberé a su líder. Qué malhumorados son. ―Me río de nuevo y hago un movimiento con mi arma filosa cuando intentan atacarme otra vez―. Y estúpidos. ―El tipo cae al suelo―. ¿Alguien más quiere morir? ―Extiendo mi sonrisa.
―¡Por tu culpa S estuvo encerrado dos meses! ―Me disparan y me oculto detrás de la columna.
Le saco las balas al muerto y las cargo en mi arma. Justo las que necesitaba, optimismo al cien. Por eso siempre tengo suerte, además de ser genial, claro.
―Supérenlo, él me invitó aquí, todo arreglado.
―¡¡No nos fiamos de ti!! ―grita otro y veo el rastro de las balas en la pared. Están muy agresivos estos loquitos, bueno, no digo que yo esté cuerda.
La cordura la perdí hace mucho tiempo.
Años atrás...
Una adolescente como cualquier otra, mirándose al espejo, estando alegre y feliz, esa era yo. Admiraba mi cabello, lo cuidaba y lo peinaba todo el tiempo. He de admitir que mi ego siempre ha sido alto, mi padre me trataba como una princesa y yo me quería comportar como una.
Lo intentaba.
Trataba, pero no me salía muy bien, ya que me interesaba mucho en el trabajo de mi padre, incluso tomaba el colectivo solo para ir a verlo, aunque él me decía que no debía.
¿Quién era mi padre?
Un militar, uno con muchas medallas, siempre hacía todo con orgullo y dedicación a su país. Deseaba ser como él, quería ser como él, hasta que un día, ya no pude ni admirarlo.
Llegué a mi casa temprano, la profesora había faltado y estaba deseosa por verlo. Corrí como una niña pequeña, me gustaba escuchar sus historias, sobre todo las que hacía en secreto, esas que incluían...
Serpientes.
Abrí tranquila la segunda puerta de mi casa, pero mi paz se fue al demonio cuando visualicé sangre.
―¿Papá? ―dije preocupada y avance siguiendo el camino rojo en el suelo. Más pasos daba, más el horror se apoderaba de mí.
No debí entrar, nunca debí haberlo hecho.
Tapé mi boca, mis ojos se humedecieron, sentí que no podía respirar. Rogué porque fuera una pesadilla, pero no, el cuerpo de mi padre estaba cortado en pedazos. La cabeza en el suelo, los brazos dentro del horno y el torso al costado de este. Estaba encendido. ¿El asesino estaba intentando borrar la escena del crimen? No sé, lo único que hice fue gritar como tonta y eso alarmó al psicópata, ya que oí en la otra habitación un ruido. Aún con miedo, agarré un cuchillo y fui a averiguar qué persona podía ser tan desagradable, pero cuando llegué, este ya estaba escapando por la ventana.
Debió pensar que era la policía.
―¡¡Asesino!! ―logré decir acercándome por donde huyó, fue lo único que salió de mi boca, mientras las lágrimas seguían escapándose de mis ojos.
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Perversa Oscuridad: Caras [#4]
ActionDos caras de una misma moneda... "La oscuridad regresa, multiplicada por dos". CUARTA PARTE DE PERVERSA OSCURIDAD. ___ ADVERTENCIA: Esta novela tiene lenguaje adulto, violencia y escenas de sexo explícito. *Por Viviana Veleria V.