10: Preocupaciones

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William

Años atrás...

Como cualquier niño pequeño, tengo una pesadilla en la noche y voy en el auxilio de mis papás, cuando hoy gritos desgarradores en el salón principal de la Logia, no debería, pero voy hasta allí.

El miedo se acumula en mí, cuando veo un cadáver en el suelo y los seguidores de mi papi lo están golpeando, el cual noto que está parado mirando la escena con una sonrisa de satisfacción. Al girarse, lo visualizo por su rostro por completo, el ojo de papá sangra.

Y la pesadilla parece más reconfortante que la realidad.

Él se me acerca con una sonrisa amigable.

―Pequeño Will, ¿qué haces despierto a esta hora?

Bajo la vista, nervioso.

―Buscaba a mamá. ―Abrazo mi osito con fuerza y él nota que mis manos tiemblan―. Ya me voy.

―Espera ahí, jovencito ―me ordena y me detengo.

No quiero mirarlo.

―¿Sí? ―Me giro, pero intento no observar su ojo roto.

―Mírame cuando te hablo ―expresa severamente.

―¿Eh? ―Reacciono―. ¡Sí! ―Levanto la cabeza y lo veo.

―¿No vas a preguntarme si estoy bien? ¿Acaso no te preocupas por tu padre? ―Entrecierra el único ojo que ahora tiene, esperando mi contestación.

―Papá no se ve preocupado ―opino y hace una gran carcajada.

―Buena respuesta. ―Amplía su sonrisa y me revuelve el cabello. Se gira a mirar a sus Seguidores―. ¡Ustedes, dejen de golpear a ese imbécil, ya está muerto! ―Bufa. Luego me vuelve a observar―. ¿Tú qué crees? ―Señala al cuerpo destruido―. ¿Qué hay que hacer con eso?

Trago saliva, aunque siento que no pasa, por culpa del miedo.

―¿Enterrarlo? ―Mi papá vuelve a hacer otra enorme carcajada cuando sugiero aquello, pero después me fulmina con la mirada para que cambie la respuesta, que al parecer no le gustó. Entonces me sobresalto―. Eh, yo... ―Mis ojos se humedecen―. ¿Quemarlo?

Asiente satisfecho.

―No es la respuesta que esperaba, pero eso también sirve. ―Señala a sus Seguidores―. ¡Ya oyeron a Coral! ―nombra un tipo de serpiente para denominarme, de hecho una especie pequeña―. Quemen esa porquería.

Veo como los hombres tiran alcohol sobre el cuerpo y luego un fósforo con fuego. Miro como se quema y quedo traumatizado por un rato, cuando dejo de estar paralizado por tiempo indeterminado, salgo corriendo al jardín.

Me siento contra una pared y observo los jazmines, comenzando a llorar. Me sobresalto cuando veo esa cabellera roja moverse y sentarse a mi lado.

―¿Ahora tú estás llorando? ―dice la pequeña niña que desde que la conocí, me acelera el corazón.

Me refriego los ojos y dejo mi osito a un costado.

―Hanna... ¿Qué haces despierta? Las nenas no deben ir por ahí, es peligroso.

Ella se ríe.

―Qué tonto, tú también corres peligro.

Frunzo el ceño.

―Yo soy un nene.

Perversa Oscuridad: Caras [#4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora