Capítulo 238

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CAPÍTULO 238

*narra Teresa*

Último día en la residencia. Y debo hacer lo que ya hace tiempo que debería haber hecho. La mayoría ya han ido a la otra residencia a hacerse la maleta y ya vuelven a estar aquí con nosotros, para aprovechar los últimos momentos. Creo que la única que todavía no ha ido a la otra residencia ha sido Ana, que está empeñada a no separarse de Manuel en ningún momento.

Voy hacia la sala común y ahí están todos. Le hago señas a Guillermo para que salga y poder hablar con él de una vez por todas. Lo cojo del brazo y me lo llevo a un lugar apartado.

Teresa: ¿Ya te has hecho la maleta? - asiente y yo cojo aire para poder soltar lo que llevo guardado hace días - Tú ganas. Me trago mi orgullo. Lo único que quiero es estar contigo.

Guillermo: ¿Que yo gano? ¿En serio crees que después de todo lo que has hecho yo gano?

Teresa: ¿No era esto lo que querías? ¿Que confesara mis sentimientos por ti?

Guillermo: ¡Pues claro, joder! ¡Pero no quería que te dieras cuenta tan tarde! ¡Después de hacer daño a tanta gente...!

Teresa: Yo... Solo era un mecanismo de autodefensa.

Guillermo: Bobadas... No quiero saber nada más de ti. Como te recuerdo ahora es como quiero recordarte.

Teresa: ¿Y cómo me recuerdas?

Guillermo: Pues recuerdo a la Teresa con la que me peleaba continuamente pero solo porque nos queríamos, la Teresa a la que besé por primera vez. Todo lo demás... Lo he borrado de mi mente. Y no quiero salir contigo porque he descubierto la clase de persona que eres, eso solo conseguiría que todos mis recuerdos sobre ti fuesen malos. Prefiero no intoxicarlos. Prefiero recordarte como la Teresa de la que me enamoré...

Teresa: Lo siento... ¡Me equivoqué!

Guillermo: Te has dado cuenta de tu error demasiado tarde. Espero que cuando nos volvamos a ver, hayas madurado...

Teresa: ¡Eres un imbécil!

Guillermo: A eso me refiero, siempre serás una niñata... Una niñata que juega con los sentimientos de los demás solo para no tragarse su orgullo. Si vieses cómo está el pobre Lluc... Aunque no me caiga bien, él no se merecía lo que le has hecho. Adiós, Teresa.

Se aleja y mi orgullo y yo nos quedamos rotos, observando a la única persona que me ha hecho recapacitar huyendo de mí. 

Detrás del delantal (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora