El nacimiento del azote de Voldemort

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 Pasado cierto tiempo, Lily se casó con James. Este había tardado en perdonarla, o mejor dicho, aun no la había perdonado del todo, pero había decidido darle otra oportunidad. Severus se enteró de la noticia por otras personas, por unos vecinos. Y le dolió. Pero el bebé que esperaba no era de James Potter. Era suyo, y por más que Lily quisiese, eso no podía cambiarlo.

Muchos mortífagos admiraban a Severus por su gran dominio de las Artes Oscuras. Allí por fin se sentía integrado y venerado. Por eso continuaba en el grupo. Por eso y por inercia. El Señor Tenebroso le encargaba tareas y él las llevaba a cabo porque era la costumbre. Así, evitaba pensar.


Un día de verano, Severus recibió una carta. Le empezaron a temblar las manos cuando reconoció la letra de Lily.


Severus:

Eres padre de mellizos: un niño y una niña. No quiero que vayas contando que eres el padre biológico, porque los criaremos James y yo y llevarán el apellido Potter. Tú no te ocuparás de su educación, para eso ya estamos nosotros. No me gusta el tipo de influencia que eres.

Un saludo,

Lily.


Severus se sintió mareado, como si le hubieran extraído sangre. Era padre de dos hijos. El padre era él, y tendría que soportar la humillación de que sus propios hijos llevasen el apellido de su gran rival. "De Potter no tienen nada", pensó, con rabia.

Por otra parte, notaba explotar algo en su interior al leer: "No me gusta el tipo de influencia que eres". Él se consideraba a sí mismo capaz de ser un buen padre, aunque no hubiera tenido un buen ejemplo dentro de su familia. Él no era como el bruto de su padre. Y Lily no le daba la oportunidad de demostrarlo.

Se sentó, considerando que podría caer desmayado si seguía de pie, y una vez que hubo asimilado mínimamente la noticia, pensó en escribir una carta para Lily. Pero desechó la idea. James podría encontrarla y tirarla, y así ella nunca la leería. Era mejor ir a visitarla en persona. Y así, con suerte, podría conocer a sus hijos.

Severus se apareció enfrente de la casa de Lily y James y llamó a la puerta. Fue James quien abrió, diciendo con una sonrisa burlona:

-¡Ah, hola, Quejicus!

Severus frunció el ceño.

-No caeré en tus provocaciones, Potter -respondió-. Quiero tener una conversación con Lily. A eso vengo. Y a conocer a mis hijos.

-Son mis hijos -dijo James, con convicción.

Severus soltó una risa despectiva.

-Si eso es lo que quieres creer... pero es mi sangre la que llevan, y eso jamás podrás cambiarlo.

Los dos se miraron con aversión y sacaron sus varitas. En ese momento, Lily se acercó.

-Ah, eres tú -dijo, mirando a Severus.

-Hola, Lily. Quiero hablar contigo y ver a los bebés -respondió él.

James abrió la boca para decir algo, pero se calló cuando Lily le dijo a Severus:

-Está bien, pasa.

Él obedeció. Guardó la varita y entró en el salón.

-Vete a vigilar a los niños a su cuarto -le pidió Lily a James.

James le hizo caso. Seguramente ya habían hablado de eso antes; contaban con que Severus iría allí al enterarse del nacimiento de sus hijos, y se habían puesto de acuerdo sobre cómo actuar.

Severus y Lily se sentaron. Hacía ya tiempo que no se veían, y Severus sintió que casi temblaba de emoción. Al fin se veían de nuevo.

-¿Qué tal estás, Lily? -se interesó.

-Muy bien -respondió ella, con voz fría.

Severus se movió en su asiento y añadió:

-Me alegro. Oye, quiero decirte una cosa: yo no seré una mala influencia para mis hijos -clavó sus ojos negros en los verdes de ella.

-No confío en la influencia de un mortífago -respondió ella-. Te lo he dejado bien claro.

-Soy una persona responsable y les daré todo lo que necesiten.

-Eso ya está decidido, Severus -insistió ella, con voz firme-. Los cuidaremos James y yo. En la carta te he puesto lo que necesitabas saber. No quiero seguir hablando de este tema. Ya está zanjado.

Severus no opinaba lo mismo. Aquello le resultaba muy injusto.

-Mira, Lily, te guste o no, SON MIS HIJOS también. Y si tomas alguna decisión respecto a ellos, deberías consultarme.

La joven negó con la cabeza.

-Eres peligroso -repuso.

-No lo soy.

-¡No me gusta el mundo en el que te mueves! ¡No es el adecuado para criar a unos niños! Y si me lo vas a rebatir, tendrás que salir de mi casa.

Severus se quedó callado durante unos instantes.

-Quiero verlos y saber cómo se llaman -pidió.

-Está bien.

Se dirigieron al dormitorio de los niños, en donde se hallaban los bebés con James.

-Son Harry y Sarah -dijo Lily.

-Sí -añadió James-. Harry y Sarah Potter.

Severus apretó los puños al oír ese apellido, pero no dijo nada.

Los bebés, que dormían plácidamente en sus respectivas cunas, no se parecían entre sí. El niño tenía el pelo negro, mientras que la niña era pelirroja.

Él  se quedó allí de pie, ensimismado mirando a los bebés.

Muchas más veces se dedicó a observarlos, pero a escondidas. Iba hasta la casa de Lily y James y se quedaba fuera, intentando ver a los niños desde la ventana. Era lo más cerca que podría estar de ellos (al menos, de momento). Además de ver a sus hijos, eso le valía a Severus para enterarse de otra cosa: James y Lily discutían mucho. Cada vez más. Seguramente, él no la había perdonado y aprovechaba cualquier ocasión para echarle en cara lo que había sucedido entre ella y Severus.

La elección de Severus: Entre luz y oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora