Unos mellizos muy distintos y un profesor sospechoso

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Eso tuvo que hacer durante el partido de Quidditch en el que se enfrentaban Gryffindor y Slytherin. Harry era el nuevo buscador de su casa. Severus suponía que Lily le habría enseñado a jugar. El profesor deseaba que Slytherin ganase el partido, pero a mismo tiempo, que Harry atrapase la snitch. Eso solamente sería posible si Slytherin le llevaba a Gryffindor más de 150 puntos de ventaja.

El partido transcurrió con normalidad hasta que la escoba de Harry se empezó a mover sin control. Sin duda, alguien la estaba hechizando. Y Severus se apresuró a susurrar un contrahechizo. Hasta que descubrió que su túnica estaba ardiendo. Afortunadamente la persona que estaba hechizando la escoba también se desconcentró, y Harry pudo seguir jugando sin peligro. Atrapó la snitch y Gryffindor ganó el partido.

Severus abandonó el campo y se dispuso a entrar en el castillo, deseoso de hablar con Dumbledore en privado sobre el incidente de la escoba. Suponía que era Quirrell el que había tratado de hacer caer a Harry. En el vestíbulo, el profesor de Pociones se encontró con unas chicas de Ravenclaw que formaban un corro alrededor de Sarah. Una de las chicas sujetaba un cuaderno negro en la mano. Estaba abierto por una página y la muchacha leyó:

-"Menos mal que Snape castigó a esas tontainas y puso una cama para mí en el dormitorio. No es verdad lo que dicen los demás, Snape es un buen profesor".

Las chicas estaban tan entretenidas que no se dieron cuenta de que el profesor aludido las escuchaba.

-¡Es mi diario! -se quejó Sarah-. ¡Es privado, devolvédmelo!

La chica que tenía el diario en la mano se lo lanzó a otra, que lo atrapó. Eran mayores que Sarah, al menos dos años.

-¡Potter y Snape! -empezó a canturrear una de ella.

-¡A Potter le gusta Snape! -se unieron las demás.

-¡No! -se quejó Sarah.

-¡A Potter le gusta Snape! -repitieron las otras.

Severus se acercó a ellas, y en cuanto lo vieron, todas se pusieron coloradas y se callaron en el acto. El profesor cogió el diario (la chica que lo tenía en la mano no opuso resistencia) y se lo entregó a Sarah. Ésta también estaba ruborizada y no se atrevió ni a mirar al profesor.

-No... no nos referíamos a usted, profesor -intentó arreglarlo una de las muchachas-. Lo decíamos por otro... por un chico que también se apellida así.

-Permítame que lo dude, señorita Smith -repuso él, fríamente-. Cuarenta puntos menos para Ravenclaw.

Severus miró a su hija y le dijo:

-Acompáñeme, señorita Potter.

La niña se fue detrás de él, asustada.

-Eso lo han inventado ellas -explicó.

-Me lo suponía -contestó Severus.

-En el diario yo solo ponía que es usted un buen profesor -añadió la pequeña. Y le tendió el cuaderno para que lo comprobase él mismo.

Él le indicó con un movimiento de la mano que no hacía falta.

-Leer el diario de una niña no entra dentro de mis aficiones -respondió él.

Tenía que ir a comentar con Dumbledore lo sucedido en el partido. Pero lo haría cuando terminase de hablar con su hija. Ella lo necesitaba. Llegaron a las mazmorras y entraron en el despacho de Severus. Él cerró la puerta y se sentó. La niña se quedó de pie.

-Siéntate, Sarah -pidió él.

Ella se sorprendió de que la llamase por su nombre de pila, pero obedeció sin decir nada. Severus no quería ser frío ni distante con ella en ese momento.

-No le hables a nadie de lo que te voy a contar a continuación -pidió el profesor-. No le cuentes a nadie que esto te lo he dicho yo. ¿Entendido?

-Sí, señor.

La niña levantó la mirada un momento y se encontró con los ojos negros de Severus, idénticos a los suyos.

-Recuerda que eres una bruja -dijo el profesor-. Cuando esas alumnas te molesten, puedes usar la magia. Por ejemplo, podrías utilizar el hechizo levicorpus para colgarlas de los tobillos. El contrahechizo es liberacorpus.

Sarah escuchaba atentamente.

-También puedes usar alguna poción contra ellas. No muy dañina, obviamente.

La niña asintió con la cabeza y una leve sonrisa apareció en su rostro.

-Eso era todo. Puedes irte -dijo Severus.

-Gracias -murmuró la niña, antes de marcharse.

Él también se fue, al despacho del director. Le comentó a éste su opinión sobre lo ocurrido en el partido.

-Sí, seguramente haya sido Quirrell -opinó también Dumbledore-. Hay que vigilarlo. Y también a Harry. Está en peligro.

Severus asintió con la cabeza.

-¿Cómo está Sarah? -preguntó el director-. Ella parece que no se mete en líos.

-No se está adaptando -explicó Severus-. Sus compañeras son muy crueles con ella. Harry es más feliz en Hogwarts que ella. Eso me parece.

Dumbledore escuchaba con atención.

-¿Sabe, director? -añadió Severus-. Sé que no puedo hacerlo, pero me gustaría decirle a Sarah que soy su padre. Quiero que sepa que estoy aquí para protegerla. Y a Harry también. Está en peligro... Esta situación es muy dura. Tengo que tratarlos como a cualquier alumno. Como si no los conociera de nada... Y a veces me cuesta mucho. Sé que parezco muy frío, pero no lo soy tanto, director. Solo soy reservado.

-Te entiendo perfectamente, Severus. Pero debes mantenerte firme. Ni se te ocurra decirles que eres su padre. Es muy peligroso. Si lo averiguase Quirrell, y si nuestras sospechas sobre él son acertadas, podría querer matarte, y te necesitamos.

-No se preocupe, no diré nada.

Se quedaron unos instantes en silencio, hasta que Dumbledore preguntó:

-¿Qué tal Harry en tus clases?

Severus suspiró.

-Podría hacerlo muchísimo mejor -declaró-. Tengo que exigirle lo máximo. El Señor Tenebroso en algún momento querrá enfrentarse a él. Y debe estar preparado.

-Es cierto -concedió Dumbledore-. ¡Pero es un niño! No lo olvides.

-En cambio Sarah -añadió Severus- sí supera el nivel esperado.

Y sonrió. Recordó que en el diario, ella había escrito: "No es verdad lo que dicen los demás: Snape es un buen profesor". Se sentía muy halagado de que su hija pensase eso.

-¿Qué pasa? -le preguntó el director, extrañado-. ¿Qué cosa tan grandiosa ha sucedido para hacerte sonreír?

Severus le contó lo ocurrido con Sarah, pero omitiendo los consejos que él le había dado para hacer frente a las abusonas. Y por cierto, la niña siguió las indicaciones de Severus, y aunque le costaron un castigo, el dominio de ese hechizo le valió para obtener la admiración de unas alumnas de Ravenclaw mayores que ella y se hicieron amigas.

La elección de Severus: Entre luz y oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora