La elección de Severus: Entre luz y oscuridad

Incendio en el séptimo piso

-¡Vamos, Nott, déjame la varita! -pedía insistentemente Goyle-. Te la devuelvo en menos de cinco minutos.

-Vale, Goyle, está bien. Qué pesado eres -respondió Nott.

Y le entregó la varita a su compañero, el cual, nunca cumplió su promesa.

Goyle subió las escaleras y se dirigió al séptimo piso. Se le había ocurrido una idea: liberaría a Alecto Carrow de la cárcel de fuego, y así Voldemort lo compensaría. No imaginaba lo mal que iba a salir ese plan.

Una vez en el séptimo piso, Goyle apuntó a la jaula de llamas y pronunció un hechizo. Pero se había equivocado; no prestar atención en clase le había pasado factura. En vez de pronunciar el hechizo para apagar el fuego, pronunció uno para avivarlo. Y éste fue el fin de Goyle y de Alecto Carrow: abrasados por las llamas en el pasillo del séptimo piso.

Se estaba acabando la hora de tregua que había dado Voldemort. Así pues, Lily se propuso acompañar a Sarah a la Sala de los Menesteres para que volviese a esconderse. Crabbe, que no se encontraba a mucha distancia de ellas en el Gran Comedor, escuchó con interés lo que decían.

Sarah y Lily estaban ya subiendo las escaleras cuando Severus (bajo la apariencia de Dumbledore) se quitó la capa invisible y entró en el Gran Comedor. Las buscó, con la intención de entregarles la capa para que se ocultasen de Voldemort, pero como ya no se hallaban en el Gran Comedor, no las encontró.

Severus iba a dar instrucciones a los allí presentes para que supiesen que tenían que matar a la serpiente de Voldemort, pero no le dio tiempo, ya que Hagrid entró, llevando el cuerpo de Harry en brazos. Al verlo, varias personas gritaron, alarmando a Sarah y a Lily, que seguían subiendo las escaleras y no sabían lo que pasaba.

Cuando ellas llegaron al séptimo piso, dieron vuelta hacia el sexto sin demora. El pasillo del séptimo estaba ardiendo. El fuego se extendía por todo el pasillo.

Lily y Sarah bajaron las escaleras mientras trataban de enfriar el fuego y sofocar el incendio. Pero cuanto más extendido estaba el fuego, más difícil era apagarlo.

Entretanto, Voldemort y sus secuaces habían penetrado en el Gran Comedor. Severus se acercó corriendo al mago oscuro, aun bajo la apariencia de Dumbledore. Así pues, la sala quedó completamente dividida en dos mitades: una encabezada por Voldemort, con sus mortífagos detrás; y otra con Severus al frente. Al lado de Voldemort estaba Hagrid, con el cuerpo de Harry en brazos.

-Vaya, Albus -dijo el Señor Tenebroso-. Mira, así ha acabado tu niño favorito.

-Las cosas no van a quedar así -respondió Severus.

-¿Ah, no? Pues todo pinta mal para tu bando. Y te lo voy a demostrar -Voldemort se dirigió a sus mortífagos y les ordenó-: Traedme los cuerpos de Sarah y Lily Potter. Para que todo el mundo vea cómo acaba quien se enfrenta a lord Voldemort.

Algunos mortífagos se pusieron en marcha, pero alguien se abrió paso entre los demás alumnos de Hogwarts y se acercó a Voldemort. Era Crabbe.

-¡Están vivas! -anunció el muchacho-. ¡Acabo de verlas, iban a la Sala de los Menesteres!

Severus lo fulminó con la mirada. ¡Y decir que le había caído bien como alumno...! Por el contrario, Voldemort se puso muy contento.

-¡Genial! -exclamó-. Vamos, ¡traédmelas!

Un gran grupo de mortífagos se dispuso a subir las escaleras para ir a buscarlas. Y las encontraron, tratando aun de sofocar el fuego. Lily y Sarah estaban atrapadas. Detrás de ellas, el fuego; y delante, los mortífagos. Y era un grupo muy grande como para ponerse a luchar contra ellos, y además, estaban preparados para atacar.