La boda II

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[Ésta es la segunda parte de la boda. Después de este capítulo, habrá un epílogo para atar cabos sueltos y explicar qué pasa con algunos personajes]

Dudley seguía comiendo, pero era el único. Excepto él, todos habían terminado ya. Entonces, la profesora McGonagall se levantó, se acercó a Lily y a Severus y les dijo:

-Bueno, ahora tendréis que abrir el baile.

Severus no se esperaba aquello. Nunca había bailado y no le gustaba que la primera vez fuese en un sitio concurrido de gente, en donde todos los ojos estarían puestos en él, y en donde Filch sostenía una cámara fotográfica deseando usarla. Miró con aprensión a Lily, y luego a Sarah, con la intención de que a alguna de ellas se le ocurriese alguna excusa para librarlo de aquella "tortura".

-Minerva -dijo Severus, nervioso-, ¿no quieres...? Haz tú los honores. ¿Por qué no abrís el baile los padrinos? ¿Tú y Lucius?

-No creo que a Narcisa le haga mucha gracia -respondió McGonagall.

-Bueno, pues... Lucius y Narcisa. O tú con otro. Con Hagrid, o con Slughorn... -insistió Severus, tratando de librarse.

-¡Pero bueno! ¡Yo no soy la novia!

-Venga, Sev -dijo Lily, cogiéndolo de la mano.

-No sé bailar -respondió Severus en voz muy baja.

Entonces Lily le mostró la varita. Seguramente ella haría algún hechizo que combatiese la torpeza de él.

-Bueno, está bien, vamos -concedió Severus.

Lily, contenta, lo besó en los labios. Y a él le pareció que de ese modo, merecía la pena bailar si la recompensa era un beso.

-¡Todo el mundo en pie! -pidió McGonagall, elevando la voz gracias a un hechizo.

Los alumnos se levantaron, y la profesora movió las mesas de las cuatro casas hacia un lado, para dejar espacio para bailar. A la izquierda había una orquesta. La única mesa que seguía donde siempre era la de los profesores.

Severus y Lily fueron al centro del Gran Comedor. La orquesta empezó a tocar un vals, y ellos bailaron. El hechizo de Lily estaba siendo efectivo, pues Severus bailaba de forma muy elegante. A fin de cuentas, como el hechizo eliminaba su torpeza, no le estaba disgustando bailar. Era mucho mejor de lo que se creía. Con una mano en la de Lily y la otra en la cadera de ella, se dejaba llevar por la habilidad rítmica que le confería el hechizo.

Pronto se les unieron alumnos y profesores.

-Venga, Petunia -dijo Vernon-. Vamos a enseñarles a estos bichos raros cómo se baila.

Ella sonrió y aceptó la propuesta.

Harry se levantó para ir a bailar con Hermione; y Lucius con Narcisa. Así pues, los únicos que quedaban en la mesa principal eran Draco, Sarah y Dudley (este último aun ocupado en comer). Draco se puso en pie y se acercó lentamente a Sarah.

-¿Te apetece un baile? -propuso él.

-Lo siento, Draco -respondió Sarah-. No me gusta bailar. Perdona.

-Bueno. No te preocupes.

Sarah estaba siendo sincera, y además, ahora que era famosa, sabía que si aceptaba, todo el mundo la miraría y eso le daba mucha vergüenza.

Y Draco se acercó a un grupo de chicos y chicas de Slytherin.

Entonces, una lechuza entró volando en el Gran Comedor, se dirigió a la mesa principal y le entregó una carta a Sarah. Ella le dejó beber un poco de hidromiel y comer un trozo de tarta de fresa.

La elección de Severus: Entre luz y oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora