Un águila entre dos serpientes

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Voldemort se reía de forma macabra. Se hallaba en un descampado desértico, seco, en donde no crecía vegetación. Y Harry Potter se encontraba tumbado a sus pies. Si estaba vivo, no daba ninguna señal de ello. Sarah, Lily y Severus se hallaban allí de pie, frente a Voldemort.

-Estúpido Potter... -comentó Voldemort-. Creer que su sacrificio acabaría conmigo...

El mago tenebroso miró al resto de los presentes e inquirió:

-¿Qué haréis vosotros? Solo hay dos opciones: unirse a mí o... morir.

-Mi señor -intervino Sarah-. Cuente conmigo. Puedo serle útil.

Lily la miró, horrorizada.

-Buena decisión, muchacha -opinó Voldemort.

Severus se inclinó para observar el cuerpo de Harry. Definitivamente, estaba muerto. Así pues, la única salida era la que Sarah había elegido.

-Mamá, Harry ya está muerto -comentó la muchacha, al ver la cara de Lily-. No podemos hacer nada por él.

-Sarah tiene razón -coincidió Severus-. Vamos, Lily...

Voldemort esbozó una malévola sonrisa.

-Lo de unirse a mí iba por vosotros dos -explicó, señalando con la cabeza a Sarah y a Severus-. No necesito a una sangre sucia en mis filas. No quiero contaminar mi grupo.

Empuñó, la varita, apuntó a Lily y pronunció:

-Avada...

Severus se despertó empapado en sudor. Aquello había sido una pesadilla. Harry estaba vivo. Lily también. Y Sarah se encontraba durmiendo en la cama de enfrente. El profesor se levantó para comprobarlo. Descorrió la cortina y oyó la acompasada respiración de su hija.

Era temprano, pero él ya no quería dormir más. No fuera a ser que soñase de nuevo algo como aquello. Sintió rabia contra sí mismo; su mente había producido una situación en la que Sarah y él habían decidido unirse a Voldemort. Y aunque fuera un sueño, se sintió sucio. "Sólo era un sueño. No es lo que pienso realmente" se repitió mentalmente a sí mismo, un montón de veces.

Pero aun así, sintió tristeza, porque para derrotar a Voldemort, Harry debería entregar su vida. Y eso no era ningún sueño: era la realidad. Y Severus intuía que no faltaba mucho para aquello. Tal vez por eso había tenido ese sueño. Asimismo, de forma latente, no era capaz de desprenderse de la preocupación que le provocaba saber que su hijo debía morir. Al menos, esperaba que, como Dumbledore había dicho, Harry lo hiciese de una forma que consiguiese acabar con Voldemort.

Justamente al contrario que la mayoría de los alumnos de Hogwarts, Sarah estaba contenta de tener allí a Severus. Ahora él era su única compañía, puesto que Anthony Goldstein y el resto de miembros del Ejército de Dumbledore seguían aislándola.

Los fines de semana, Sarah y Severus iban de paseo por los soportales de los patios del castillo. Si los Carrow los veían, el director se excusaba diciendo que no le apetecía pasear solo, que por eso llevaba con él a su esclava. Pero realmente lo hacía para que Sarah pudiera salir a respirar aire fresco. No hablaban mucho, y menos allí fuera. Así, la gente nunca adivinaría que ella era su hija.

-Tal vez Slughorn se jubile pronto -comentó Severus, al comprobar que nadie los escuchaba-. Cuando todo esto acabe, si quisieras, podrías ocupar su puesto.

Sarah puso la misma cara que si Severus le hubiera dicho que la iba a enviar de vuelta a la mazmorra de los Malfoy.

-¡No! -respondió-. ¡¿Profesora?! No sirvo para eso. Yo quiero trabajar en el Departamento de Misterios.

La elección de Severus: Entre luz y oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora