La tregua

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Sarah se puso de pie. Así que Voldemort proponía una tregua de una hora y a ella le pedía que se reuniese con él. Algo en el interior de la chica, una intuición agudizada por el efecto de la suerte líquida, le decía que no debía ir. "Si acudes allí y sigues mis indicaciones,nada has de temer" había asegurado Voldemort. Pero esas indicaciones seguramente consistirían en algo sórdido, macabro.

Sarah abandonó la Sala de los Menesteres. Quería ver cómo estaban sus familiares y amigos. Y mientras duraba la tregua, nadie le haría daño. Malfoy y sus amigos habían abandonado el pasillo del séptimo piso, no obstante, Alecto Carrow seguía allí, en la jaula de fuego.

Sarah bajó las escaleras. Vio que los alumnos y profesores de Hogwarts, así como los miembros de la Orden, se hallaban en el Gran Comedor, de donde se habían retirado las mesas. Algunos compañeros se cruzaron con ella y le sonrieron, como gesto de alegría por verla viva. La muchacha, mientras buscaba a sus familiares con la mirada, se percató de que un gran número de personas esperaban ser atendidas por la señora Pomfrey, que estaba saturada de trabajo. Neville Longbottom, cojeando y sangrando por la cabeza, acababa de sentarse en el suelo, apoyado en una pared. Sarah pasó a su lado, y el chico la saludó con la mano.

-¿Qué tal, Sarah? -dijo él.

-Bien -respondió ella-. ¿Y tú, Neville?

-Genial. Estoy vivo.

A Sarah no le gustaba ver sangre, casi le producía mareos, pero le daba pena ver así a Neville.

-Déjame que te ayude -se ofreció ella-. Conozco un hechizo para los cortes.

La chica recitó varias veces: "Vulnera sanentur" y las heridas del muchacho se fueron cerrando.

-Gracias -dijo él-. Siento haber dudado de ti.

-No eras el único...

Neville le tendió una mano que ella estrechó.

Cuando terminó, Sarah siguió buscando a su familia, pero en su lugar, enseguida se encontró con Anthony Goldstein. Él había estado mirando cómo la chica le cerraba las heridas a Neville, y deseaba que también le hiciese una cura a él, pero como había sido tan duro con ella durante buena parte del curso, no se atrevía a pedírselo.

Anthony se hallaba sentado en un banco, contra la pared, sangrando por una pierna y por el pecho. A su lado se encontraba su amigo Terry Boot. Y aunque Sarah aun no había sido capaz de perdonar a Anthony, se alegraba mucho de ver que estaba vivo. La muchacha se acercó a él, se inclinó a su lado, y sin decir nada (excepto las palabras del "vulnera sanentur") , sin mirarlo siquiera a la cara, comenzó a recitar el hechizo sanador.

El hechizo parecía una canción, y Anthony se sintió mejor tan sólo con oír la voz de Sarah. Le habría gustado acariciarla mientras ella le cerraba las heridas, pero no lo hizo; sabía que en ese caso, ella se marcharía, enfadada.

Cuando terminó, Sarah se levantó y se dispuso a irse del lado de Anthony, pero él la agarró del brazo.

Sarah reaccionó soltándose bruscamente. Había ayudado a Anthony por compasión, pero eso no significaba actuar como si nada hubiese pasado; el chico le había hecho mucho daño durante aquel curso. La había acusado de cosas que eran mentira; le había hecho el vacío durante las clases y las comidas, e incluso había llegado a lanzarle comentarios de burla.

-Sarah... -la llamó Anthony.

Ella se dio la vuelta, de mala gana.

-Has... has hecho venir a Dumbledore, o a alguien que comparte sus ideales, al menos -comentó Anthony-. No sé cómo le habrás hecho venir, pero... ese mago ha estado combatiendo a los mortífagos durante la batalla. Es alguien muy poderoso. Veo... ahora sé de qué lado estás.

La elección de Severus: Entre luz y oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora