02.- Un misterio más grande

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Habían pasado meses desde el incidente en el ministerio, Harry estaba de vuelta en la oficina de Aurores y yo, regrese a Hogwarts para un nuevo curso. Minerva seguía siendo la subdirectora, y yo era el director más odiado-amado de Hogwarts, odiado ya que no en balde había construido una reputación de estricto profesor de pociones durante años, y amado por que como "héroe" de guerra y esposo del salvador del mundo mágico, tenía esa aura de "soy-lo-mejor-del-mundo" que daba la fama, no es que me importara mucho en realidad.

Las mismas cosas de siempre, alumnos que explotaban calderos, rencillas entre niños que nada más verse se odiaban y luego de unas semanas ya eran amigos. Los mayores persiguiendo chicas... o chicos. Y un largo etcétera sobre todas las cosas que eran moneda corriente en la escuela.

Harry venía algunas veces a visitarme entre semana, lo que ocasionaba que los alumnos se arremolinaran alrededor de él y no lo dejarán irse hasta que al menos les diera un autógrafo. Yo lo miraba muy divertido cuando eso sucedía, porque nunca sabia como tratar con tantos niños.

En general, ambos llevábamos vidas apacibles, los mortífagos cada vez eran menos. En los dos años que estuvo como Auror antes de convertirse en jefe, Harry había capturado a casi todos los mortífagos que habían huido cuando cayó Voldemort. Apenas quedaba un puñado, quizás menos de 10, que aún no habían sido localizados, entre ellos, el esposo de Bellatrix, Rodolphus Lestrange. Que extrañamente había estado inactivo todos estos años, lo cual era algo inquietante, pero nada que nos preocupara por el momento.

Este día en particular, Harry había prometido ir a un evento del colegio, la fiesta de Halloween. Daría un par de clases de muestra para los alumnos de 7 año que estuvieran interesados en convertirse en Aurores y le convencí de que asistiera a la fiesta, para hacer "relaciones públicas". Ambos odiábamos la atención pública, pero era fundamental que los jóvenes se interesaran en las carreras fuera de Hogwarts, y nada mejor que ver que un "héroe" asistía como cualquier otra persona a una fiesta, para interesarlos en esa profesión en particular.

La fiesta estuvo tan normal como se esperaría, apenas llego Harry; una horda de niños y jóvenes, desde primero hasta séptimo año, lo rodearon y él tuvo que "amablemente" pedir espacio para llegar hasta mí y presentarle sus "respetos" al director. Para su fortuna, varias chicas entendieron el mensaje y se encargaron de apartar a sus compañeros de él y por fin pudo llegar hasta la mesa de profesores y tomar asiento junto a mí.

—Director, buenas noches—.

—Señor Potter, no es muy educado llegar y solo saludar a su esposo sin besarlo—.

—Me disculpo señor director—.

Y se acercó a mí, para saludarme como se debía. Sus labios seguían siendo mi droga particular, cada que tocaban los míos, sentía esa electricidad en mi cuerpo, recorriéndome, instándome a querer fundirme con él. Siempre lograba quitarme el aliento y yo el suyo. En cuanto nos separamos, tomó asiento otra vez y la fiesta continuó tan normal como se podía, con los cuchicheos de los alumnos acerca del invitado de honor.

—Potty, ¿Qué cuentas? —Draco Malfoy, continuaba siendo profesor en Hogwarts, aún le faltaba un año más de entrenamiento para ser un sanador certificado.

—Nada nuevo hurón. Ha sido un mes aburrido—Algo en su tono de voz, me dijo que no había sido así, esperaría a que estuviéramos a solas para preguntarle.

Continuaron una charla medianamente inteligente, ya que cada dos frases se insultaban, así había sido su extraña amistad desde que empezaron hace ya más de tres años. A veces pensaba que el día que se hablaran con respeto seria porque ya no sentían afecto uno por el otro.

La fiesta acabó y los jefes de casa y prefectos guiaron a los alumnos a sus dormitorios. El resto del personal y yo nos retiramos. Harry y yo al fin nos quedamos solos. Esta era una fecha especialmente difícil para él, era no solo Halloween sino el aniversario luctuoso de sus padres. En cuanto entramos a mis habitaciones, lo abrace. Sabía lo difícil que era para él fingir que estaba bien. Cada año lloraba sobre mi hombro. Era de las pocas cosas en que no podía hacer más por él que estar a su lado.

Elementales, La Última BarreraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora