Huida

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Dejo la carta sobre la mesa de noche al lado de Isabel. La observo por ultima vez y no puedo creer que este haciendo esto. La amo demasiado, sin embargo necesito hacer esto.


Sostengo el pomo de la puerta con una mano y no me atrevo a girarlo, sé que lo que hago es terrible, intento justificarme a mí mismo, sin embargo no lo consigo. Solo sé que necesito hacer esto, ¿cuándo y cómo volveré? no lo sé. Desearía encontrar otra forma, pero no lo hago. Respiro profundamente y abro la puerta mientras un nudo comienza a formarse en mi garganta.


Isabel no me perdonará, es mejor volver. Pero mis piernas no responden, las lagrimas se escapan de mis ojos, será mejor que haga lo que tenga que hacer de una puta vez. Camino con pesadez sabiendo que cada paso que doy me aleja más de Isabel y de mis hijos. Ellos no merecen esto, pero es mejor que deje atrás mis culpas y complejos. Comienzo a correr por la abarrotadas y sinuosas calles, las personas comienzan a despertar, a vivir. No sé a donde voy, no sé que hacer.


Llego a la terminal de trenes y pido un boleto a una estación cuyo nombre me es imposible pronunciar, abordo el tren y me siento mirando a la ventana, mi mente viaja a lo lejos mientras el paisaje cambia, la ciudad le da paso al campo, y el campo le da paso a las montañas. Dos horas después llego a mi destino, que resulta ser una playa que esta extrañamente desierta, pero al bajar del tren entiendo el porque, hace un frío terrible, no tengo suéter pero no me interesa, este frío es justo lo que necesito para aclarar mi mente. Meto las manos en mis bolsillos al llegar a la orilla de la playa, el mar está extrañamente calmado, desearía estar igual. El cielo luce tormentoso lleno de nubes grises, no logro ver a nadie a mi alrededor y siento algo dentro de mí a punto de estallar. No lo resisto más... Comienzo a gritar de una manera desgarradora, siento mi garganta sufrir por la potencia de mi grito. Comienzo a llorar sin saber como parar. La sonrisa de Isabel invade mi mente, no quiero perderla, pero es justamente lo que haré después de esto.


— ¿Estas bien? —dice una chica llegando a mi lado con nerviosismo—, te ves realmente mal.


—Estoy bien —respondo sin mirarla, quiero estar solo y ni siquiera puedo entender de donde salió.


—Si necesitas algo solo dilo —insiste la chica molestando.


—Creo haber dicho que estoy bien —le grito aunque sé que ella no tiene la culpa de mis problemas, volteo a verla molesto. Tiene unos ojos verdes con rayas marrones demasiado grandes para ser verdad, sus pómulos están llenos de pecas, su cabello es rizado y no puedo evitar pensar en Isabel al verlo, tiene una mirada inocente y se sonroja al verme. Extrañamente me siento culpable por gritarle al verla. Tiene un suéter rosado y unos jeans ajustados. Su atuendo y su cara me gritan inocencia—. Lo siento, yo... Necesito estar solo.


— ¿Buscas empleo? —dice cambiando la conversación de una manera vertiginosa dejando perplejo—, en ese restaurante buscan un mesero, estarías perfecto.


Volteo a donde me señala y logro ver un pequeño local azul, con puertas de vidrio, enormes ventanales en las paredes y un letrero en colores llamativos. "Qué rico" es el nombre del restaurante, me parece extraño aunque divertido. Camino hacia él pensando en que necesito exactamente eso, algo sencillo y claro. Tal como el nombre de ese pequeño negocio.


La chica corre tras de mí sonriendo ampliamente, se la ve feliz y eso hace que me tranquilice un poco. Entramos juntos al restaurante y ella toca una pequeña campanilla en un recibidor. Volteo a mi alrededor y noto que el lugar no esta tan mal, unas veinte mesas están esparcidas por el poco espacio, sin embargo caben a la perfección. Los manteles son blancos y una sola rosa roja adorna cada mesa. Hay poca gente y un solo mesero atendiéndolos.


—Papá —grita la chica a lo que yo volteo sorprendido—, encontré al empleado que necesitabas.


— ¿De verdad? —dice un hombre rechoncho y calvo con los ojos idénticos a la chica que me trajo, tiene un bigote muy cómico demasiado estilizado diría yo—, seguramente trajiste al primer vago que encontraste en la playa —me observa ceñudo de arriba a abajo escudriñándome más de la cuenta—. Lo sabia, se nota que fue el primer vago que encontraste.


—Vamos, papá —dice la chica haciendo un puchero, no puedo evitar fruncir el ceño ante los comentarios del hombre, aunque francamente hablando si fui el primer vago que ella encontró en la playa—. Es un buen chico, y necesita el empleo.


No es del todo cierto y la situación comienza a hacerme gracia, es una chica peculiar, con un padre peculiar, en un sitio peculiar.


—De acuerdo —dice el hombre a regañadientes—, al menos es guapo, atraerá más clientes.


— ¿Gracias? —pregunto sin estar muy seguro de si debo hacerlo o no. el hombre asiente con la cabeza y se va.


—Soy Rose, por cierto —dice la chica sonriendo—. y soy tu fan numero uno.


—Marcos —respondo un poco aturdido tras su extraña confesión.  

¿Embarazada de mi hermano? (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora