Dedicado a: CeciliaAlejandra253
La felicidad que siento en éstos momentos no se puede explicar con palabras, y es que... ¡Seré padre! Es increíble pensar en eso y es aún más increíble que lo haya pensado hasta ahora. Cuando supe que Isabel estaba embarazada solo me enfoqué en mi miedo a que algo le ocurriera durante el parto y la perdiera como perdí a mi madre.
Pero ahora es diferente, después de haber visto a mis hijos gracias al ecosonograma puedo imaginarme con ellos en mis brazos, me hace feliz, me hace inmensamente feliz pensar en ellos. De pronto me siento impaciente por verlos, abrazarlos, besarlos.
Una niña que será como Isabel de hermosa y un niño que tendrá un gran corazón como Isabel. Debo cuidarlos, protegerlos, y amarlos por sobre todas las cosas.
Sin embargo mi felicidad no termina de estar completa, no estoy con Isabel como me gustaría, y mi padre no quiere hablarme, quiero pedirle perdón pero es difícil pedir un perdón que sabes que no te mereces, porque sé que no merezco el perdón de mi padre, ni el de Isabel.
Pero si no hago mi mayor esfuerzo y no suplico hasta quedarme sin voz no podré estar tranquilo, no merezco ser perdonado, pero tengo la obligación de suplicar perdón, yo necesito su perdón. Soy un descarado, lo sé bien.
Me levanto de mi cama sin saber bien lo que haré ni cómo lo haré. Luego de bañarme y vestirme salgo de casa antes de que Isabel despierte dejándole una sola nota en la que escribí: “fuí a casa de nuestros padres, volveré pronto.”
Sé que si no le escribo para darle una explicación sacará conclusión extrañas, pensará que volví a huír o algo así, es mi culpa que no confíe en mí.
Camino en silencio pensando en mi próximo paso, no se qué diré ni qué haré. Pero algo se me tiene que ocurrir, mi padre es una de las personas más importantes del mundo para mí, siempre ha sido mi apoyo, mi amigo, cuando todos me señalaban como el asesino de mi madre él me consoló y cuidó de mí, me hizo sentir mejor conmigo mismo. Y ahora yo lo había decepcionado, no estuve a la altura de las circunstancias y sé que es por eso que no quiere ni verme.
Llego a la casa que una vez fué mi hogar y el de Isabel, del que tengo los mejores recuerdos del mundo. Ahora un nudo se forma en mi garganta al pensar en que no soy bienvenido. Toco el timbre nervioso, mis manos están sudorosas debido al miedo de lo que pueda decir mi padre, su opinión es lo más importante para mí. Y si el me perdona creo que de alguna manera tendré esperanza con Isabel.
Por suerte el padre de Isabel es quien abre la puerta, Carlos parece entenderme de una extraña manera y no está tan enfadado conmigo, dice que sabía que volvería y no abandonaría a Isabel por mucho tiempo.
— ¿Está mi padre? —digo sin querer dar más vueltas al asunto.
—Si —dice Carlos mirándome incómodo—, no creo que sea buena idea, Marcos. Luis no está de buen humor.
—Debo aprovechar que logré decidirme —digo con la garganta seca. Carlos me da paso mientras señala a la cocina, sigo caminando mientras asiento con la cabeza.
Al llegar a la cocina mi padre está de espaldas a mí, intento hablar pero la voz no me termina de salir, carraspeo y mi padre voltea, al verme su cara se contorsiona en lo que yo solo podría describir como un odio profundo, no dice nada sino que de levanta y de dispone a irse.
—Papá —logro decir antes de que salga.
— ¿Papá? —repite sarcástico—, yo no tengo hijo.
—No seas así, papá —digo casi suplicando—. Sabes lo importante que eres para mí, yo vine a suplicarte perdón. Necesito tu perdón, papá.
—Si fuera importante para tí no hubieras huído, hubieras venido a mí por apoyo y consejo.
—Tienes razón, siempre tienes razón —digo desesperado—. Pero no estaba pensando con claridad, tú más que nadie sabe todo lo que sufro y he sufrido por la muerte de mi madre...
— ¡Eso no fué tu culpa, maldita sea! —grita mi padre molesto—, te lo he dicho miles de veces, eras un bebé, ¿qué culpa podías tener?
Comienzo a llorar ante las palabras de mi padre, él siempre dijo lo mismo, le dijo lo mismo a los padres de mi madre, a sus hermanos y a toda su familia, pero ellos nunca me vieron como su familia, siempre me vieron como un asesino.
—Lamento haberte decepcionado, papá. A tí y a Isabel. Confiaron en mí y yo tomé la peor decisión posible. Perdóname.
—Isabel, ¿te perdonó? —pregunta mi padre de pronto haciendome sentir una punzada en mi pecho.
—No —respondo con tristeza—, pero siento que avanzamos poco a poco. Ayer incluso me dejó ir con ella a ver a los bebés. Son una niña y un niño, papá.
Sin querer sonrío, es increíble pero pensar rn los bebés me da una felicidad casi instantánea. Sorprendentemente mi padre también sonríe.
—Justo ahora tienes el rostro de un padre —dice con ternura—, es todo lo que siempre he querido para tí, una familia y un hogar en el que te sientas pleno. Y justo ahora así te veo. Pleno. Hagamos una cosa, si logras que Isabel te perdone, entonces yo también lo haré.
—Es más de lo que merezco supongo —digo sonriendo con tristeza mientras mi padre asiente con la cabeza—. Me esforzaré, volveré a ganarme su confianza y haré lo imposible por ganarme su perdón. Lo prometo.
—Así me gusta.
Me fuí al apartamento pensando en qué debía hacer para ganarme el perdón de Isabel, sería difícil y tal vez imposible, pero no me rendiría, Isabel es mi hogar, ella y mis hijos son mi familia. No puedo perderlos sin haber luchado. Seré egoista pot una vez y no permitiré que nadie más tenga a mi familia.
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¿Embarazada de mi hermano? (Editando)
Teen FictionTuve que leer la carta de Marcos unas quince veces antes de comprenderla, ¿se fue? Me dejó... Corrección, nos dejó solos... ¿no entiende que lo necesito? ¿Que los bebés lo necesitan? Volver a la universidad embarazada, sola y sin tener idea de lo qu...