Una cena tranquila

2.8K 160 12
                                    

Decido salir y cenar con Marcos, su manera de hablarme me convenció rápidamente, demasiado rápido para mi propio gusto. Sinceramente no recordaba que no había cenado, no se por qué pero estuve ansiosa todo el día quizás las hormonas me jugaban una mala pasada.

Me siento a la mesa pues Marcos no me permite mover un solo dedo, prepara todo con diligencia y no puedo evitar sonreír, seguramente así se vé en su trabajo y las chicas enloquecen. Cuando termina se sienta frente a mí y me observa con una sonrisa, no puedo evitar quitar mi mirada de él, aún me lastima verlo.

—Buen provecho —dice sonriendo.

—Buen provecho, para tí también —respondo con voz baja y me dispongo a comer.

— ¿Qué tal tu día? —pregunta Marcos curioso quiere esforzarse por hacerme pasar un rato agradable, eso lo sé.

—Supongo que bien —respondo encogiéndome de hombros, no quiero entrar en detalles de mi día con Marcos—. Por lo que sé Tony y tú siguen siendo buenos amigos, ya le contaste que estabas aquí.

—Tony siempre ha sido y será mi mejor amigo, cerebrito —replica Marcos con una sonrisa—. Tú bien lo sabes.

—Lo sé —respondo con seriedad—. Ya se suicidó por tí una vez.

Marcos rompe a reír ruidosamente ante mi comentario, debo admitir que es un sonido agradable y que extrañaba inmensamente, extrañaba nuestras pláticas, nuestros juegos y reír juntos, la nostalgia comienza a dibujar una sonrisa real en mi rostro hacia mucho tiempo que no sonreía de verdad.

—Tienes razón —dijo Marcos una vez que se calmó—, pero no estuvo dispuesto a hacerlo una segunda vez.

—Siempre me pregunté cómo hiciste para alumbrar todo el claro. —sin poder evitarlo en mi mente se dibuja la escena de nuestra primera cita, una mesa para dos en medio de un pequeño claro, con luces por todas partes, un nudo se comienza a formar en mi garganta así que todo un vaso de agua para eliminarlo.

—Siempre será mi secreto —dice Marcos con picardía, yo sonrió ante su negativa y los bebés comienzan a patear con fuerza mi estómago, sin poder evitarlo hago una mueca de dolor a lo que Marcos se asusta rápidamente.

— ¿Estás bien? ¿Pasa algo?

—Los bebés están pateando muy fuerte —digo sin darle importancia.

— ¡Ah! —responde Marcos pensativo—, oye, Isabel... Yo podría... Me dejarías... ¿Tocarlos?

Marcos luce nervioso por su impulso, sabe que aún estoy molesta y que bien puedo gritarle como una histérica o peor, pero reunió el valor para decírmelo y eso es importante para mí. Asiento con la cabeza a la que él responde con una sonrisa triunfante se levanta y se acerca a mí. Se arrodilla a mi lado y no puedo evitar recordar la vez en la que me pidió matrimonio.

Marcos pone ambas manos en mi estómago abultado y los gemelos se mueven más que nunca, es como si estuvieran emocionados de sentir las manos fe su padre, Marcos sonríe emocionado y no puedo evitar que mis ojos se llenen de lágrimas, si él no se hubiera ido ahora seríamos tan felices, pero si lo hizo, se fué y eso no debo olvidarlo nunca.

— ¿Ya sabes si son niños o niñas? —pregunta Marcos con lágrimas bajando por sus mejillas, sé que piensa lo mismo que yo, lo conozco lo suficiente para deducirlo.

—Aún no —logro decir con la voz quebrada—, lo sabré en la próxima consulta.

—Sé que es muy atrevido de mi parte, pero... ¿Me dejarías ir? —Marcos me observa esperanzado, sabe que está tentando mucho a su suerte, medito su petición unos segundos que parecen eternos, no se merece ir pero tampoco quiero apartarlo de la vida de los bebés, a pesar de todo es su padre.

—De acuerdo, puedes ir —dije dándome por vencida a lo que Marcos responde con una sonrisa y me abraza.

—Gracias, sé que no lo merezco —dice entre lágrimas, al menos está consciente de que hizo algo malo y eso es algo supongo—. Isabel, yo sé que te lastimé mucho cuando me fuí, pero sé que si me hubiera quedado hubiera sido peor, me habría comportado como un idiota contigo, me hubiera alejado de tí debido a mis miedos y en éstos momentos no podríamos ni vernos, no me excuso lo que hice también estuvo mal, te dejé sola y te lastimé pero quiero compensartelo.

—Yo no quiero volver contigo —digo confundida.

—Lo sé, no me refiero a eso. —Marcos deja de abrazarme y me mira a la cara— Seré el mejor padre del mundo, lo prometo. Sé que es lo único que puedo aspirar en mí situación. Pero eso no significa que no te ame y que ya no quiera casarme contigo. Yo te amo, Isabel. Y si algún día me lo permites te haré la mujer más feliz del mundo. No volveré a lastimarte.

— ¿Cómo puedo estar segura de eso? —respondo traicionandome a mi misma, no debí haber dicho nada, pero lo hice. Y no solo eso sino que también comencé a llorar ruidosamente.

—Sé que destrocé toda tu confianza en mi, sé que rompí tu corazón —dice Marcos llorando igual o peor que yo—, Sé todo muy bien y no voy a forzarte a creer en mí. Espero poder hacerte cambiar de opinión poco a poco. Tengo paciencia.

— ¿De verdad? —digo en un intento de romper la tristeza y la tensión, Marcos sonríe entre lágrimas y toma una servilleta y limpia mi rostro con ella.

Me mira con ternura y no puedo evitar sonreír sé que él no es un mal chico, pero no estoy preparada para confiar en el, aunque mi líbido comenzó a gritar que la confianza no importa en el sexo, lo ignoro totalmente principalmente porque la puerta suena y Marcos se levanta y abre la puerta.

—Así que por eso me evitas —dice David entrando al apartamento—, ¿ahora estás con él?

Marcos está trás David a punto de golpearlo, y David está observándome como si fuera la peor de las traidoras. Y yo de verdad pensé que ésta sería solo una cena tranquila.

¿Embarazada de mi hermano? (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora