Mi mayor temor

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Siete meses, Isabel apenas tiene siete meses de embarazo y ya tiene fuertes contracciones, y por si fuera poco también estaba sangrando. Dios, no quiero perderla... No importa si no vuelve a estar conmigo mientras ella esté bien. Solo quiero que ella y los bebés estén bien. Daría mi vida si fuera necesario.

Entramos al hospital casi corriendo y Tony, Bryan y yo comenzamos a pedir un médico y una camilla con urgencia. No sé cómo demonios logramos venir todos en la camioneta de Tony, pero no es que realmente me importe. Las enfermeras llegan hasta nosotros rápidamente con una silla de ruedas.

— ¿Cada cuánto tiempo son los contracciones? —preguntan pero ninguno sabe que responder, nadie tomó el tiempo. Sin embargo Isabel comienza a quejarse un poco más alto de lo normal y no esperan a que demos una respuesta— ¿Quién es el padre?

—Yo —respondo rápidamente, siento mis labios frios al igual que la punta de mis dedos, nunca había tenido tanto miedo en toda mi vida. Cuando las enfermeras me indican que las acompañe intento calmarme a mí mismo. Isabel me necesita calmado.

Entramos en una habitación donde conectan a Isabel a máquinas de electrocardiograma y le colocan una bolsa con suero.

—Ella estaba sangrando —le digo a la enfermera mientras hace su trabajo, ella toma nota de mi comentario y sale de la habitación— ¿Estás bien, preciosa?

Es la única estupidez que se me ocurre decirle, ella asiente con la cabeza mientras lucha por respirar con normalidad, en su rostro puedo notar el dolor que la invade. Está pálida y sudorosa, desearía poder quitarle todo su dolor. Pero en momentos así soy un total inútil y eso lo sé.

Segundos después llega el doctor con la hoja de la historia de Isabel. Es alto y canoso, tendrá unos cuarenta años más o menos. Me sorprendo pues no es el doctor de Isabel.

—Tu doctor está de vacaciones en las bermudas —explica antes de que nos dé tiempo de preguntar—, pero tranquila, éstas en manos del mejor doctor de éste hospital. Te garantizo que todo saldrá bien.

Isabel vuelve a asentir con la cabeza sin poder hablar debido al dolor, de pronto hace un sonido ahogado como si no le quedara aire en el cuerpo. Me levanto para ir junto a ella mientras el doctor revisa su pulso y corazón.

—Voy a realizar un tacto para ver cómo va eso —indica mientras mete la mano dentro de la falda de Isabel. Al sacar la mano ésta se encuentra llena de sangre. El doctor nos observa con mala cara y añade—, no te mentiré. Ésto no está bien. Haremos una cesárea, es lo mejor para estos casos.

¿Estos casos? ¿Cuáles casos? Pero antes de poder preguntar nada el doctor se va a preparar la cesárea. Isabel me vé y puedo ver el miedo en sus ojos, ella piensa lo mismo que yo. Ésto se está complicando.

—Todo va a estar bien —le digo sonriendo lo mejor que puedo a pesar de mi miedo extremo—. Ya lo oíste: es el mejor doctor del hospital.

Isabel me observa intentando sonreír pero resulta ser una mueca extraña. Vuelve a quejarse a través de los dientes apretados cuando otra contracción la ataca. Tomo mi mano con la suya y ella la apreta, siento que está a punto de romper mi mano pero no me importa. Sonrío a través del dolor y ella parece divertirse con mi gesto.

Las enfermeras llegan y preparan a Isabel para la cirugía, por suerte me dejan estar presente y así ella no estará sola. Me dan una especie de vestimenta azul que también tienen puesta la enfermeras. Isabel está en una cama en el quirófano y trás ella un doctor con una enorme aguja de más de quince centímetros. La mete en su espalda y no puedo evitar una mueca de dolor cuando la aguja entra en su columna. Sin embargo ella parece no darse cuenta.

Extrañamente un enfermero se pone delante de ella y la agarra por los brazos inmovilizadola, le dice palabras de aliento en su oído y es entonces cuando veo al mismo doctor volver a preparar otra anestesia. Ésta vez parece diferente, Isabel tiene la cara como si fuera un dolor extremo el que siente justo ahora. Suelta un quejido que casi resulta un grito de dolor. El enfermero de aleja y me acerco rápidamente a Isabel, quien poco a poco se vé más calmada. La acuestan en la camilla y me sonríe con debilidad.

—Esa anestesia es horrible, quizás más que las contracciones —logra decirme un poco más relajada.

— ¿Te sientes mejor? —le digo al llegar junto a ella, ella cierra los ojos como si quisiera descansar. Pero asiente con la cabeza.

—El dolor se fué —me dice sonriendo y esas palabras me dejan más tranquilo—, desearía hacerte sentir ese dolor para que veas lo que se siente.

Yo sonrío con sus palabras, Isabel no es vengativa aunque a veces diga cosas como esa sé que no es verdad. Las enfermeras vuelves a conectarla a las máquinas y yo me aparto solo un poco para dejarlas trabajar a gusto.

—Bueno, pequeña —dice una de las enfermeras—, no puedes dormirte; si te sientes mal avísame; habla con tu novio para distraerte si quieres —el doctor que nos vió en la habitación toma un bisturí y toca la piel de Isabel con él—. Debes tener la sensación de que te tocan, pero no debe haber dolor.

—No siento dolor —dice Isabel con seguridad y la enfermera asiente con la cabeza mientras revisa las máquinas a las que Isabel está conectada.

Los doctores y enfermeras comienzan a hacer su trabajo, mientras yo intento distraer a Isabel. En un principio ella habla conmigo con normalidad, pero poco a poco parece querer quedarse dormida.

—Te dijeron que no puedes dormir, preciosa —le advierto con suavidad— ¿estás cansada?

Isabel asiente con la cabeza y es cuando noto su palidez, los aparatos que la tienen conectada comienzan a pitar justo en el momento que el sonido de un llanto comienza a escucharse. La enfermera corre hasta nosotros, Isabel está desmayada en la camilla totalmente pálida.
— ¡Mierda! —grita el doctor—, está teniendo una hemorragia interna y aún no hemos sacado a la niña. Administrenle transfusiones sanguíneas.

Todo es caos a mi alrededor, las enfermeras corren de un lado a otro y el doctor comienza a trabajar con rapidez. Una enfermera ne toma del brazo y me saca del quirófano a pesar de que lucho porque no lo haga. No puedo abandonar a Isabel en estos momentos. No puedo perderla, no puedo creer que se esté haciendo realidad mi peor temor.

¿Embarazada de mi hermano? (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora