¿Otra oportunidad?

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Camino en silencio hacia la casa de Carla para buscar a los niños. Siempre me quedo en blanco después de visitar a Marcos, es como si mi cerebro se apagara. Solo camino por inercia, (a veces hasta creo que vivo por inercia). Desde que Marcos murió mi vida ha sido trabajar y cuidar a los niños.

Llego a casa de Carla y Clara abre la puerta sonriendo con ternura, ya tiene casi ocho años y está más grande cada día, su piel canela y ojos color miel la hacen lucir hermosa y llamativa. Cuando crezca tendrá una fila de hombres detrás de ella, igual a los que tenía su madre antes de sentar cabeza.

—Mamá, la tía Isabel ya llegó —gritó para que su madre la escuchara.

Sin embargo quien llegó a la puerta no fué Carla, sino mis bellos hijos que corrieron a recibirme con besos y abrazos. Logro pasar a duras penas con los gemelos colgados de mis piernas.

—Bienvenida —dice Carla saliendo de la cocina—, la comida está casi lista. Quédense a almorzar.

— ¿Cómo se portaron? ¿Te dieron muchos problemas? —digo refiriéndome a los gemelos que a cada segundo son más tremendos.

—Cada vez son más traviesos —responde Carla riendo. Les doy una mirada llena de censura y ellos sonríen a modo de disculpa.

Cada vez se parecen más a Marcos, buscando salirse con la suya con una sonrisa nada más. La niña se llama Alana, tiene los ojos azules como Marcos, pero todos dicen que es mi viva imagen. El niño se llama Marcos, como su padre. Y como su padre tiene esa sonrisa traviesa y ese sentido del humor que todos terminan amando.

Ellos me hacen pensar mucho en él, lo extraño mucho...

—Mañana es el cumpleaños de los gemelos —dice Carla haciéndome salir de mis pensamientos súbitamente—, David se ofreció a ayudar con la fiesta.

—Es muy amable —digo sin animo, Carla intenta hacer de cupido conmigo y David desde hace bastante tiempo.

—Si, y trata muy bien a los niños, como si fueran suyos...

—Pero no lo son —respondo sacamente.

— ¡Vamos, Isabel! —dice Carla molesta—, han pasado cinco años, ya es hora de darte otra oportunidad, ¿No crees?

— ¿Otra oportunidad? —repito como si no entendiera.

—Para ser feliz, lo tuyo con Marcos fué especial, yo bien lo sé. A pesar de sus altas y bajas... Pero él ya no está, y tú deberías rehacer tu vida.

—No estoy lista para eso —respondo desviando la mirada—, debo hacerme cargo de los gemelos, y mi trabajo no me da tiempo para nada, y...

— ¡Ya basta! —exclama Carla molesta—, deja de buscar excusas. David es un buen hombre, te ha esperado todos estos años y lo sabes, ¿Por qué no quieres intentarlo?

—No quiero olvidar a Marcos —digo comenzando a llorar.

—Cariño, no vas a olvidarlo o dejarlo atrás —dice Carla abrazándome con cariño—, pero debes ser feliz, es lo que él hubiera querido. David siempre ha estado para tí, sabes que siente algo por tí. Inténtalo. Los niños lo adoran.

Me quedo en silencio pensando en las palabras de Carla, ella como siempre tiene la razón. David me ha ayudado y apoyado todos estos años, ha respetado mi dolor y nunca ha pedido nada a cambio. Es muy dulce con los niños y ellos lo adoran, quizás sea hora de darle una oportunidad... Y a mí también...

En mi pecho hay una guerra total, mi corazón se oprime de trsiteza, pero al mismo tiempo me siento emocionada y ansiosa. No sé si estaré haciendo lo correcto al olvidarme de Marcos y rehacer mi vida...

¿Embarazada de mi hermano? (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora