Cuidándote

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—No vas a quedarte en mi casa —le digo a David furiosa en su auto camino a casa—, puedo cuidarme bien yo sola.


—Lo dudo mucho —replica él muy serio—, hoy no me has demostrado tus cualidades para tus propios cuidados.


Intento replicar pero tiene razón, no parezco ser muy buena cuidándome si tengo anemia. Veo por la ventana en silencio y el recuerdo de Marcos inunda mi mente, si estuviera a mi lado me regañaría por no cuidarme mejor, y me trataría como si fuera cristal. Mis ojos se humedecen e intento que David no lo note, no quiero que me vea llorar. Él conduce luciendo muy serio, ¿está preocupado por mí?


Llegamos al apartamento y tras intentar infructuosamente que David se vaya entramos y no puedo evitar sentirme incomoda. Tener a un hombre durmiendo en casa, y ademas la casa de Marcos me hace sentir enferma de cierta manera extraña. Entro con el corazón en alguna parte de mi garganta y volteo en su dirección sin poder levantar la cabeza.


— ¿Incomoda? —se burla David y eso me enfurece, para todos soy la chica tonta e ingenua. (Lo soy, pero no es el punto). Quizás si no fuera tan tonta no estaría en esta situación—, lo siento. No puedo evitar preocuparme, estas embarazada después de todo.


Asiento con la cabeza y una lagrima solitaria escapa de mis ojos, decido buscar una sabana, una cobija y una almohada para David, si no podía hacer nada por que no se quedara al menos que estuviera cómodo.


— ¿Puedo preguntar que paso con el padre? —pregunta David muy serio, no estoy preparada para hablar de eso con un desconocido.


—Se fue —digo simplemente y él no dice nada más. Le entrego las cosas y el momento se vuelve evidentemente incomodo.


David toma las cosas y comienza a quitarse la camisa, yo corro antes de verle el peco desnudo y puedo escuchar su risa tras de mí, extrañamente me da risa su actitud y eso hace que me relaje un poco. Decido ducharme y ponerme una pijama para dormir después de un día demasiado largo para mi gusto, me enrollo en las sabanas y cierro mis ojos. Tocan mi puerta y mi corazón salta en mi pecho.


—Isabel —me llama David desde la puerta—, debes tomarte las pastillas. El doctor te las receto para antes de dormir.


Me levanto y abro la puerta de la habitación, David me mira con la boca ligeramente abierta. Niega con la cabeza y me muestra las pastillas, y un vaso de agua. Tomo las cosas que tiene en su mano y mi vista comienza a fallarme, no respiro con regularidad y eso comienza a asustarme.


— ¿Isabel, estas bien? —pregunta David preocupado, tengo un extraño don para preocupar a todos con mi salud.


—No me siento muy bien —respondo con debilidad, él se acerca rápidamente y toca mi frente, mi corazón late con fuerza y mi cara se pone totalmente roja mientras lo miro a los ojos, esta muy serio y su ceño se frunce al comprobar mi temperatura.


—Estas quebrantada —dice muy serio llevándome a la cama—, acuéstate y descansa, iré a buscar paños y agua fría para bajárte la fiebre, no es bueno que tomes medicamentos sin receta.


Me acuesta en la cama y sale por unos momentos, rápidamente vuelve con agua y paños para colocarme, me pone paño tras paño y yo lo observo muy seria, ¿por qué tiene que ser tan atento? hace que mi corazón quiera salir de mi pecho y eso me asusta, estoy muy vulnerable por la huida de Marcos y mis hormonas tampoco me favorecen, estoy confundiendo las cosas con David.


Después de unas horas mi temperatura baja y David suspira aliviado.


—Por fin—dice aliviado.


—Lamento hacer que te preocupes—digo avergonzada—, ademas tenias cosas que hacer y por mi culpa no pudiste hacerlo.


—Tranquila, cerebrito —dice sonriendo con dulzura.


—No vuelvas a decirme así —replico cortante, no quiero volver a escuchar ese apodo nunca más en mi vida—. Ademas, ¿por qué me dices así? Ni siquiera me conoces.


—He escuchado que eres una especie de nerd —dice nervioso ante mí reacción—, lo siento. Quise saber quien era mi compañera de proyecto. Creo que mejor te dejare descansar. Estaré afuera por si me necesitas, y por cierto... El padre de tus hijos es un completo estúpido, yo no te dejaría cuando más me necesitas.


No me dejó contestar, salió apresuradamente dejándome sola y con ganas de llorar, es cierto, Marcos no debió dejarme cuando más lo necesitaba, la frase de David quedo grabada en mi mente y cada vez que cruza mi mente me da una punzada en mí corazón. Me doy vuelta en la cama y me duermo esforzándome por no llorar.


Despierto a regañadientes con un delicioso aroma, camino buscando la procedencia del aroma y encuentro a David preparando el desayuno, se lo ve feliz mientras cocina y yo me acerco a él con cuidado de no hacer ruido, me recuesto en uno de los mesones y lo observo sonriendo, se ve bien así.


Voltea a verme y sonríe más ampliamente, me señala los huevos revueltos que acaba de sacar del sartén y los panes recién tostados en un plato. Tomo un pan y lo unto de mermelada, sonrío al probarlo.


— ¿Te gusta? —dice David sonriendo, yo asiento con la cabeza y él me sirve un vaso de jugo.


—Gracias, por todo —le digo tomando el delicioso jugo.


—Lo hago con gusto.


Suena la puerta y David abre sin que yo pueda evitarlo, una Carla sorprendida entra al apartamento viendo a David como si no pudiera creer lo que ve, en su mano lleva a Clara quien ya puede caminar decentemente.


— ¿Quien es el? —pregunta mirándome ceñuda.


—Un amigo, te cuento después —respondo incomoda.


—Las dejo solas para que hablen —se despide David guiñándome un ojo picaramente.


—Adiós, gracias de nuevo.


—No hay de que preciosa.


Él sale por la puerta y cuando volteo hacia Carla está aún ceñuda pidiendo una explicación con la mirada, me toca llorar bastante, de eso estoy segura.  

¿Embarazada de mi hermano? (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora