Capítulo 10

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Durante el tercer mes de embarazo Derek se encontró con una complicación extra que, a diferencia de las que habían tenido que afrontar hasta ahora, no tenía nada que ver con el estado de Stiles ni dependía de él.

Al menos, no dependía enteramente.

Se encontró con esa complicación una tarde que salió antes del trabajo para darle una sorpresa a Stiles. Tenía la esperanza de que no estuviera demasiado cansado para que pudieran disfrutar de una tranquila velada en casa. Y si la suerte le acompañaba, esperaba poder terminar esa velada de una manera mucho menos tranquila en la cama.

No quería admitirlo en voz alta, pero en las últimas semanas apenas habían tenido acción y lo cierto es que empezaba a echarlo de menos.

¿A quién quería engañar? Lo echaba mucho de menos.

Acostumbrado a despertarse cada día haciéndole el amor a Stiles, aunque fuera uno rápido porque no había tiempo para los preliminares; llevar semanas sin poder catar el cuerpo de su novio estaba siendo una auténtica tortura. Y no es que Stiles siguiera con sus dudas sobre no hacer nada porque todavía se sentía incómodo con su propio cuerpo... Tras su encuentro en la comisaría no pasaron ni dos días hasta que fue él mismo quien le suplicó, cuando Derek acababa de llegar a casa y todavía no le había dado tiempo a quitarse la cazadora, que por favor le follara allí mismo.

El problema era que desde entonces se les habían juntado muchas cosas entre preparativos para la llegada del bebé, trabajo y médicos.

Como conclusión, en las últimas semanas Derek siempre encontraba a Stiles ya en pie y completamente vestido, antes incluso de que a él le hubiera dado tiempo a despertarse, por lo que no tenía ocasión de darle los buenos días como realmente quería. Y otro tanto ocurría cuando llegaba a casa y se la encontraba vacía porque el ayudante del sheriff todavía estaba liado en el trabajo; a lo que se añadía que, cuando por fin regresaba, estaba tan agotado que no tenía moral para proponerle hacer un último esfuerzo, por muy placentero que ese fuera.

Y por muchas ganas que él también tuviera de hacer ese esfuerzo.

Pero habían llegado a un punto en que aquello era demasiado.

Entendiéndose "demasiado" por "demasiada presión para sus pelotas".

Así que ese día se dijo que ya estaba bien el no poder acostarse con su novio. Si no iban a poder disfrutar del sexo cuando todavía no había nacido el bebé, no quería ni pensar en cómo sería cuando ya hubiera nacido y su vida sexual pasara a ser de sequía total.

Y por eso se presentó sin avisar en comisaría. Dispuesto a rogar al sheriff que dejara salir a su hijo un par de horas antes si fuera necesario, y de paso dándole una sorpresa a Stiles, pues bien sabía que no había nada que más le gustaba al humano que saber que su novio se moría por verle.

Lamentablemente, al final fue el hombre lobo quien se llevó la sorpresa.

En concreto lo hizo cuando entró en el edificio y lo primero que oyó fue la inconfundible risa de Stiles procedente de su despacho, y eso que tenía las puertas cerradas... Pero junto a ese sonido Derek detectó un aroma inconfundible que no le hizo la más mínima gracia.

Abrió la puerta del despacho sin llamar, sin importarle lo más mínimo los modales. No cuando estaba entrando en el despacho de su novio y no necesitaba el permiso de nadie para interrumpir lo que quiera que fuera que estuviera ocurriendo allí dentro.

Y, más importante todavía, con quién estuviera ocurriendo.

Porque resultó que la pequeña sorpresa que rompió una vez más la tranquilidad de Derek Hale medía metro ochenta, era rubio y tenía los ojos azules.

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