Capítulo 31

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Eran las cinco de la madrugada cuando llegaron a casa. No habían tenido intención de quedarse hasta tan tarde, pero cada vez que intentaban marcharse había alguien que les obligaba a quedarse un ratito más, ya fuera proponiendo un nuevo brindis, un nuevo baile si era con Stiles o, en el caso de Derek, con la simple mención de "que clase de Alfa se marcha antes que sus Betas de su propia boda".

Y aunque entonces a Derek le pareció de vida o muerte el demostrarle a sus Betas que estaba por encima de ellos, ahora que por fin estaban solos (el sheriff había aceptado quedarse con Sara para que tuvieran una noche de bodas "tranquila") pensó que había ocasiones en las que no pasaba nada si se mostraba menos Alfa. Especialmente cuando lo importante era que le quedara claro a cierta persona que cuando quería podía ser el mejor del mundo.

Mientras aparcaba observó a esa persona en concreto con disimulo. Pese a lo cansado que se le veía, su marido todavía llevaba esa perenne sonrisa de felicidad. No era para menos: entre el alcohol, el día lleno de emociones y las horas que eran, lo raro es que no se hubiera quedado dormido en el coche.

- ¿Quieres que cumpla con la tradición? –preguntó nada más entrar en el edificio. Ante la extrañeza de Stiles, se explicó mejor-. Llevarte en brazos.

- ¿Harías eso? –Abrió los ojos de par en par-. No te imaginaba tan cliché.

- Un día es un día –comentó, cogiéndole ya en brazos.

- Espera. ¿Vas a llevarme en brazos en el ascensor?

- Por supuesto que no –replicó, indignado, tras lo que comenzó a subir las escaleras.

- ¿En serio vas a subir los cuatro pisos cargando conmigo?

- No se me ocurre mejor manera de demostrarte que sigo siendo el Alfa.

- Cariño –Le dio un par de palmaditas en la cara. Un gesto que era tan de cariño como de burla-. Ya sabes que para mí siempre serás mi macho Alfa. Da igual que haya conseguido que sientes la cabeza.

- Eso espero. Pero por si acaso...

En lugar de terminar la frase puso una rodilla en el escalón, no esperando siquiera a llegar al rellano del primer tramo, y tumbó a Stiles en las escaleras.

- ¿Qué haces?

- Creo que es buen momento para estrenar el regalo de Erica –comentó sacando la bolsita de plástico de su chaqueta.

- ¿Aquí? –Miró a su alrededor para asegurarse de que no se había equivocado. Sí, seguían en las escaleras-. Ya sé que la tradición es hacerlo en todas las habitaciones, pero creo recordar que eso ya lo hicimos a conciencia cuando me vine a vivir contigo.

- Exacto. Y por eso hay que tachar de la lista lo que queda –dijo, desabrochando ya el cinturón de Stiles- ¿O has olvidado que somos propietarios de todo el edificio?

La sorpresa de Stilinski duró los pocos segundos que Derek necesitó para quitarle el cinturón, desabrochar el botón y bajarle la cremallera del pantalón.

- ¿Me estás diciendo que...?

- No te lo estoy diciendo –susurró en su oído al tiempo que metía la mano en sus calzoncillos y agarraba su erección-. Lo estoy haciendo.

- Joder... -gimió, cerrando los ojos para sentir mejor sus habilidosos dedos- Cuando creía que ya no te podía querer más.

A partir de ese instante Stiles perdió toda coherencia, así como el sentido de la discreción. Cuando Derek terminó de bajarle los pantalones y calzoncillos y procedió a devorar su carne bien dura y dispuesta, en un principio trató de acallar sus gemidos mordiéndose el labio. Pero entonces recordó que Sara no estaba con ellos, por lo que no había riesgo de despertarla, y que ni siquiera tenían otros vecinos a los que molestar. Dicho en otras palabras, que podía gritar lo que quisiera.

Nueve MesesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora