Capítulo 24

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La primera semana de Sara en casa pasó increíblemente rápida. En seguida se hicieron a una rutina en la que prácticamente cada dos horas tenían que atenderla, ya fuera para darla de comer, cambiarla o bañarla.

Stiles sabía que parte del éxito se debía a que los dos colaboraban por igual en el cuidado de su hija. Cuando salió del hospital y comprendió que a partir de ahora iban a ser sólo ellos dos los que se ocuparan de su hija, un ligero temor se fue gestando en su pecho. Gracias a su trabajo como ayudante de sheriff, que le permitía ver de cerca la vida de los vecinos de Beacon Hills, conocía muchos casos en los que la madre era la única que se hacía cargo de los niños y el padre ni siquiera se molestaba en negarlo, aceptando que así es como tenían que ser las cosas. Y aunque técnicamente él no era la madre porque no era ninguna mujer, sí que era quien se había quedado embarazado. Por tanto, él era quien tenía más papeletas para acabar convirtiéndose en la pobre madre esclava al cuidado de su hija. Sobre todo siendo Derek el primero que tendría que volver al trabajo, pues habían decidido dividir el permiso paterno para no tener que dejar a Sara sola tan pronto.

Pero al final todos sus temores resultaron estar infundados. No tuvieron que pasar más de 24 horas desde que llegaron a casa para que Stiles supiera que nada de eso le iba a ocurrir. No cuando los dos se esforzaban por igual, sin pensar en ningún momento en las ganas que tenían de descansar un poco de un horario que exigía tanto y que nunca terminaba.

Así, acordaron entre los dos una especie de planificación de tareas que en realidad nunca llegaron a planificar, donde si uno de los dos era el que se había ocupado de darle el biberón a las dos de la mañana mientras el otro dormía un poco más, ese otro sería el que a la mañana siguiente se encargaría de darle de comer y cambiarle de ropa.

En conclusión, ninguno de los dos se sentía especialmente agotado para lo que hubieran esperado. Motivo por el que cuando se encontraron con varias parejas de padres primerizos en el hospital, mientras esperaban a que Melisa hiciera el correspondiente chequeo de Sara, y estos les contaban lo mal que lo estaban pasando; ellos no pudieron hacer otra cosa que asentir cuando en realidad no tenían ni idea de qué estaban hablando.

Lo más sorprendente de todo, en opinión de Stiles, es que eso le estuviera pasando con todo un Alfa como compañero. Lo más lógico habría sido pensar que, como medio animal que era, literalmente, y encima siendo el jefe de la manada, Derek se limitaría a imponer su posición de macho Alfa y asegurarse de que su pequeña familia estuviera protegida, pero se olvidara de todo lo relacionado con el cuidado diario de esa familia. Pero nada más lejos de la verdad. Por si hubiera tenido alguna duda, Derek resultó ser todo un padrazo y aún mejor compañero.

Precisamente por ello Stiles trataba de regalarle pequeños momentos especiales, solo ellos tres y lejos de la vorágine de Beacon Hills, para demostrarle lo feliz que era gracias a él. Y es que aunque fuera un pueblo pequeño, entre las constantes visitas de la manada a su casa (afortunadamente, al menos se ponían de acuerdo para no ir todos a la vez), y que cada vez que salían a dar un paseo no podían recorrer diez metros sin que alguien les parara, incluso si no les conocían de nada, para alabar lo guapa que era su hija; empezaba a resultar un poco cansino. Ambos sabían que eso iba a pasar y al principio se henchían de orgullo cada vez que alguien les decía lo guapa que era su hija... Pero todo tenía un límite.

Así que un día, aprovechando que hacía buen tiempo, Stiles le propuso que por qué no daban un paseo por el bosque, que estaría bastante menos concurrido.

Fue proponérselo y a Derek se le iluminaron los ojos. Con una sonrisa de oreja a oreja le besó largo y tenido, antes de coger en brazos a Sara y tomar con la otra mano a Stiles para llevarle así hasta al coche, no fuera a ser que cambiara de idea.
Stiles habría roto en carcajadas por verle tan desesperado por tener un momento para ellos alejados del resto del mundo, sino fuera porque él estaba igual de ansioso.

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