Capítulo 12

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Erica no dejó pasar ni dos días desde que tuvo la conversación con su Alfa hasta que decidió que ya era hora de que alguien se hiciera cargo de la situación.
Estaba tan emocionada por el hecho de que por fin iban a cumplir su sueño de convertirse en padres, que sólo cuando llegó a casa y le contó las novedades a Boyd se dio cuenta de que Derek lo había vuelto a hacer: centrar la atención en los problemas de los demás para así desviarla de los suyos propios.
Pero le conocía demasiado bien como para saber que algo le inquietaba, y que ese algo no era sólo el hecho de que Lydia estaba muy interesada en el cuidado de su futura hija.
Una simple llamada a Isaac bastó para confirmarle que él pensaba lo mismo y que también opinaba que debían actuar, visto que generalmente Stiles era quien se ocupaba de solucionar todos los problemas que afectaban a Derek Hale, pero que ahora eso no era posible porque él era parte del problema.
Y ya que fue Isaac quien intervino la última vez que su Alfa y el compañero de su Alfa tuvieron un pequeño encontronazo, y que Erica sentía que debía devolverle de algún modo el favor a Derek por lo que iba a hacer por ella y Boyd; ambos convinieron en que esta vez le tocaba a ella.

Las cosas que tengo que hacer por mi Alfa, se dijo la mujer lobo mientras entraba en comisaría.

Había esperado a última hora de un viernes en que Derek saldría tarde del trabajo para que no la descubriera allí. Sabía que a su debido tiempo le agradecería sus esfuerzos por ayudarle con su vida amorosa, pero mejor que eso fuera después. Preferiblemente cuando la frustración sexual hubiera terminado y así Derek pareciera más un hombre con el que se podía hablar, en lugar de un lobo en celo y que era más de arrancar gargantas antes que de tratar las cosas por medio de las palabras.

Nada más cruzar la puerta de la estación, la mujer lobo se encontró con un apuesto hombre uniformado.
Y nada más verle Erica se preguntó si al pobre no le habrían dado un uniforme una talla más pequeña, porque juraría que a Stiles ese traje no le quedaba tan ajustado... Y por ajustado quería decir "increíblemente bien ajustado y en las partes en las que todos los uniformes deberían estar ajustados".

- Buenas tardes –saludó el agente con una sonrisa brillante más propia de anuncio de dentífrico-. ¿En qué puedo ayudarle?

Erica tardó en reaccionar, lo que sólo confirmaba que el agente Parrish (leyó la etiqueta del uniforme, de paso que admiraba la camisa y se imaginaba perfectamente lo que habría bajo ella) no era alguien del montón.
Desde que se convirtió en mujer lobo y su autoestima pasó de cero a cien, no había vuelto a quedarse con la palabra en la boca.
En su defensa, el agente Parrish no sólo tenía un cuerpo espectacular y la cara propia de un modelo, sino que además se intuía que era alguien leal, educado y que siempre hacía lo que era correcto... La típica persona que estaba convencida se convertía en una bestia salvaje cuando se quitaba ese uniforme.

- Hola –respondió tras haberse quitado la imagen de un Parrish echando fuego en la cama. Tal vez para las demás (o los demás, si las sospechas que empezaban a formarse en su cabeza eran ciertas) eso fuera algo asombroso, pero ella tenía a todo un hombre lobo que también sabía cuándo dejar de ser el chico bueno de la historia-. Creo que no te conozco... -ladeó un poco el cuello para hacerle un completo escáner de su cuerpo, del que esta vez se aseguró que el otro fuera consciente-. Y conozco a todos los hombres uniformados que pasan por aquí... Más unos cuantos que suelen estar al otro lado de las rejas.

La sonrisa de anuncio de Parrish se transformó en una mueca de desconcierto.
Erica adoraba cuando conseguía hacer eso.

- ¿Disculpe?
- Eres nuevo, ¿verdad? –no le dio tregua. Tras tener claro que Parrish bateaba en la liga de los tíos, había pasado de ser el chico de oro al chico que estaba consiguiendo que su Alfa se revolcara en su miseria-. Me estás mirando como haría alguien que no me ha visto nunca e intenta ser políticamente correcto –sonrió como sólo haría un depredador-, por ejemplo, esforzándose mucho en mirarme sólo a los ojos.
- Sí. Esto... Soy el ayudante Parrish...
- Lo sé –le interrumpió-. Sé leer –señaló su uniforme, tras lo que puso un puchero-. ¿O es que crees que no sé leer sólo porque soy rubia?
- ¡No! Claro que no –el perfecto bronceado de Parrish adquirió un tono rojizo del que Erica se sintió muy orgullosa-. Esto... Llevo en este puesto desde hace sólo un par de semanas. El Sheriff solicitó un nuevo ayudante, dado que su hijo tendrá que pedirse la baja por paternidad dentro de un par de meses.
- ¿Y por qué estás aquí tan pronto? –apoyó un codo en el escritorio, dejando claro que la conversación/interrogatorio iba a ir para largo.
- Quiero asegurarme de que haré correctamente mi trabajo cuando se me necesite.

Nueve MesesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora