Capítulo 25

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Si algo bueno tuvo toda la vorágine de sorpresas, planes de futuro y la cantidad de gente que de repente se interesó por su vida privada cuando contaron que Stiles estaba embarazado, fue que eso les sirvió para estar prevenidos en el momento de anunciar que iban a casarse.

Y tal vez fue porque al lado de que un hombre se quedara embarazado, que por fin fuera a tener lugar la boda a la que todos llevaban queriendo ir desde hacía años era una cosa sin importancia, pero Derek tuvo la sensación de que la gente no se puso tan frenética como habría imaginado.
Eso, o tal vez fue que ambos aprendieron de sus errores y esta vez, en lugar de intentar luchar contra viento y marea frente a toda la gente que se empeñaba en darles su opinión, decidieron dejarse llevar por la corriente.

Así, tan pronto como dieron la noticia a todos, aprovechando que se habían reunido en el loft para ver a Sara, después de los efusivos abrazos y felicitaciones de rigor más unos cuantos "ya era hora", Derek no tuvo ningún problema en que Stiles creara con Lydia, Erica, Allison y Cora una grupo especial de preparativos de boda.

Ahora que Cora estaba con ellos (de momento no tenía intención de mudarse de Beacon Hills para estar el mayor tiempo posible con su sobrina y, a ojos de todo el mundo, con el bebé que ella misma dio a luz), al menos tenía la seguridad de que alguien pondría sentido común en los preparativos. Y tal vez fuera porque ahora iban a casarse y tenían una hija en común, pero Derek ya no tenía miedo de que el trío de rubia, morena y pelirroja le robara a su chico.

De hecho, se alegraba de que quisieran ayudar a Stiles con los preparativos, pues sólo de pensar en la cantidad de cosas que ya estaban diciendo que debían mirar a los cinco minutos, estaba más que conforme con que le mantuvieran apartado. Mientras le dijeran dónde y a qué hora tendría que estar para casarse con Stiles, por él era más que perfecto.

Además de que, gracias a las visitas que tuvieron que hacer a todos los comercios dedicados al negocio de bodas (y que Derek jamás habría imaginado que fueran tantos), ello le permitió pasar más tiempo con su hija a solas.

Y así es justo como estaba ahora, acompañado de su hija y a punto de hacer la única misión que tenía a cargo para todo el tema de la boda.

Ni siquiera tuvo ocasión de llamar. Iba a pulsar el timbre cuando la puerta se abrió y Peter observó a su inesperada visita.

- Qué agradable sorpresa –exageró, dejándoles pasar- ¿Hace cuánto que no venías por aquí? ¿Y dónde está tu otra mitad? –preguntó cuando Derek cerró la puerta tras él-. ¿O es que planeas secuestrar a tu hija y quedártela tú solo? ¿Es por eso que has venido a verme? ¿Para pedirme consejo?

Derek no respondió a ni una sola de las preguntas de su tío (sería la primera vez que Peter esperaba que lo hiciera) y tomó los primeros minutos para acomodar a su hija. Entró en el salón y dejó el carrito junto al sofá. Sacó entonces de la bolsa el lobo de peluche y se lo entregó a su hija antes de darle un beso en la cabeza. Sara no tardó en agarrar el peluche y llevárselo a la boca, mordiendo una de las patas mientras se abrazaba al lobo, casi del mismo tamaño que ella.

A su lado, Peter observó el comportamiento de su sobrino con una mezcla de asombro y... normalidad. Pese a ser la primera vez que veía a Derek en modo padre, era sorprendente la seguridad con que hacía cada uno de sus movimientos, como si llevara toda la vida al cargo de otra persona.

Bueno. En ese sentido llevaba años haciendo lo mismo y con personas aún más complicadas que bebés medio lobos: adolescentes medio lobos.
Una vez estuvo todo dispuesto se dignó en responder a su tío. Al menos, la única pregunta que merecía la pena responder.

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