Capítulo 11

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Al final Peter resultó tener razón y el bebé que estaban esperando resultó ser una niña.

Tan pronto como se supo la noticia todo el mundo entró en una especie de vorágine sobre qué comprarle al bebé ahora que ya sabían que iba a ser una preciosa niña, y que Stiles esperaba cogiera de su padre esos preciosos ojos verdes, pero que las cejas y nariz respingona fueran Stilinski.

Y no es que no le gustaran las cejas de Derek, ni mucho menos; todo lo contrario en realidad, pues esa parte de su anatomía era una que le volvía loco, en el buen sentido de la palabra... Pero precisamente por ello, porque sería muy inquietante que su preciosa, adorable y siempre virginal hija, tuviera las mismas expresivas cejas de su padre Hale, y que eran algo así como un fetiche para Stiles, mejor si ese atributo fuera única y enteramente de Derek Hale.

El caso es que, cuando los padres de la futura criatura se encontraron recibiendo llamadas a cualquier hora, cual centralita de información, preguntándoles cómo querían que fuera la cuna del bebé o comentando que habían encontrado unos vestidos precioso que habían "tenido" que comprar porque sabían que su hija estaría adorable con ellos; Derek y Stiles dijeron basta. Antes de que el resto del mundo decidiera cómo iba a ser la habitación y vestuario del bebé, color incluido (Lydia les envió por mail un interesante estudio de pediatría sobre cuál era el color más adecuado para el desarrollo cognitivo de los bebés), serían ellos los que elegirían absolutamente todo lo concerniente al mobiliario del cuarto y elementos necesarios para su cuidado.

Por eso ahora estaban allí, en la mayor tienda de bebés del condado, dispuestos a dejarse una fortuna pero sabiendo que saldrían de allí con los deberes hechos.

Sin embargo, la perspectiva de que al final del día habrían adelantado muchas de sus tareas pendientes no terminaba de animar al hombre lobo, quien llevaba con un humor de perros prácticamente desde el instante en que aparcaron el coche en el parking de los grandes almacenes.

Derek permaneció callado, no obstante, mientras entraban en el recinto, sintiendo cómo la sangre le hervía a cada segundo que pasaba... Una situación que llevaba siendo habitual desde hacía unos cuantos días, a raíz de que Stiles estuviera llegando a casa con el olor de Jordan Parrish impregnado en su ropa, lo que le recordaba que todavía no se había deshecho de su nuevo compañero.

Pero ese asunto tendría que esperar un poco más...

Finalmente, cuando se encontró en una superficie de más de mil metros cuadrados llena de colores chillones y rodeado de madres embarazadas y niños histéricos que no dejaban de gritar y correr de un lado para otro, el Alfa no aguantó más.

Empezaba a temer que si seguía así al final del día volvería a comisaría, pero esa vez como acusado de asesinato... otra vez.

- ¿Me explicas otra vez qué hacemos aquí? –preguntó a Stiles, que en ese momento estaba ojeando el catálogo de la tienda.

- Ya te lo he dicho. Quiero estar preparado para cuando nazca nuestra hija. Así que necesitamos comprar todo lo necesario.

- Sí, eso ya lo sé –gruñó-. Lo que quiero saber es por qué las has invitado a ellas –Derek señaló al trío compuesto por una Banshee, una mujer lobo y una cazadora que estaban a un par de metros de ellos, observando con atención el directorio donde se indicaban todas las secciones de la tienda, decidiendo a dónde ir primero.

Stiles observó a sus tres amigas, sin entender muy bien a qué venía la queja de su novio.

- Pensé que nos vendría bien contar con algún toque femenino.

- No sabía que Erica tuviera de eso –gruñó por lo bajo.

- Derek –canturreó entonces Erica, dándose la vuelta y guiñándole el ojo-, ¿recuerdas que soy tu Beta? Puedo oírte perfectamente.

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