—¡El primer preso ha sido acusado de intento de homicidio, cometido contra dos guardias inocentes que patrullaban tranquilamente por la ciudad, conocida en toda La Unión Imperial por sus calles libres de crímenes! ¡El segundo preso es acusado de ser cómplice de asesinato contra un mercader, por tanto recibirá el mismo destino que el anterior! —leía en voz alta el ejecutor; un hombre inmenso y fornido, con el peludo pecho al descubierto y ataviado con un manto azabache cubriéndole la cabeza delante de toda la emocionada muchedumbre y del conde—. ¡Y el tercer y último preso a sido acusado de robar a la noble familia, de escándalo público, de provocar destrozos múltiples en la propiedad privada del conde, de incendiar los establos privados y los depósitos de docacina, de tráfico ilegal de armas a enemigos del reino, de hacerse pasar por miembro de la nobleza, de haber herido al cuerpo de defensa, de falsificar dinero y documentos incluyendo la firma del rey y, por si fuera poco, de burlarse en público de nuestro amado conde!
—Vale, creo que lo han captado. Y sí, me declaro culpable de todo lo que pone ahí, ¿pero no podría aflojar un poco esta cosa? Me está apretando mucho —replicó Durand con un tono tan engreído como sus palabras mientras trataba comicamente de rascarse la cara, acción imposible por el cepo que lo mantenía estático hasta que lo ejecutasen tirando de la palanca que accionaría la guillotina que lo decapitaría.
El muchacho no era nada más ni nada menos que el mayor dolor de cabeza de todos los gobernantes del continente, fuesen del reino que fuesen. La gente ya reconocía fácilmente sus ojos azules, salvajes y arrogantes, que brillaban a cada señal de peligro, hasta su pelo castaño largo y recogido en una coleta era un símbolo inconfundible del ladrón. Vestía ropa de cazador; una vestimenta verde con capucha, sin adornos de ningún tipo y con un cinturón cargado de bolsillos, de los cuales todos y cada uno estaban repletos de collares, anillos y monedas robados, y a saber cuantos bolsillos más guardaría en cada pliegue de su ropa. No era de extrañar que todos los espectadores bramaran con entusiasmo ante la ejecución de estos tres presos (más del último que de ningún otro, por supuesto). Uno de esos prisioneros era la pesadilla que os acabo de describir, las otras dos, unas pobres chiquillas que habían pasado su vida en la calle, sobreviviendo como podían burlando a la autoridad, aunque para no quedar como idiotas, cuando las lograron capturar les impusieron injustamente cargos por asesinato que no habían cometido.La más alta de las chicas tenía los ojos verdes y el pelo rojizo y rizado, con las mejillas llenas de pecas y manchadas de barro, casi tan sucia como los andrajos roídos que llevaba por ropa. La más pequeña estaba en los huesos. Su mirada era similar a la de la pelirroja, al igual que el color sus ojos, solo que su pelo era de color rubio sucio y completamente liso. Una mala cicatriz le había hinchado el labio inferior, probablemente por la brutalidad de los guardias.
—¡La pena por todo esto, según las normas de La Unión Imperial, es la muerte! Aunque por benevolencia del gobernador, os concederemos un último deseo. ¿Algún deseo antes de ser ejecutados? —inquirió el ejecutor en voz alta para que se escuchara por encima del griterío de los civiles que clamaban la muerte de los condenados.
—¡Yo quiero que el conde, el rey y todos los malditos nobles se vayan al infierno con nosotras! —gritó furiosa la pelirroja.
—¡Por mi que se vayan todos los idiotas que están ahí abajo, mal rayo os parta, imbéciles! —rugió la otra.
Durand silbó con una sonrisa de oreja a oreja.
—Yo no voy a decir nada porque no pienso morir aquí.
El verdugo alzó la vista en dirección a su monarca.
—Empieza con las ejecuciones —ordenaba el conde sentado en su trono, alzando la mano—. Pero por la rubia primero, luego la pelirroja y por último el crío insolente.
ESTÁS LEYENDO
El Linaje Oscuro
Fantasy*Maravillosa portada hecha por el Universo Hogwarts* Ya no queda luz alguna en el corazón de los hombres ni de los pocos dragones que aún viven, el Linaje Oscuro ha consumido todo cuanto se interponía en su camino y propagado las tinieblas más a...