Capítulo 26 El auténtico comienzo

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     Los imperiales no daban crédito a sus hazañas; habían logrado repeler a los Docas gracias a la ayuda de los hechiceros y de la campeona, pero ante ellos aguardaba una prueba que escapaba a su control. 

     El cabello antes dorado de la victoriosa Nube ondeaba al viento, algo ensangrentado por la técnica de las fauces del vacío, pero cuyo color era indudable incluso a traves de esa fina capa rojiza... era completamente plateado como el metal nuevo. Su color de piel tampoco era el mismo, pues Nube siempre había sido pálida desde siempre y su hermosa piel jamás había presentado una sola cicatriz, pero en aquel momento su piel era intensamente morena y estaba llena de marcas de batallas pasadas, también estaba cubierta de sangre, pero el color seguía siendo notorio. Era como si toda la pigmentación de su cabello hubiese desaparecido y hubiese ido a parar al resto de su cuerpo y se hubiese multiplicado.

—¡Nadie puede pararme! —rugió Nube a pleno pulmón, levantando la cabeza y soltando un potente bramido mostrando sus ojos, antes de color azul intenso y en ese momento de color celeste extremadamente pálido y brillante. Por lo menos su voz seguía siendo la misma.

     Los imperiales no confiaban demasiado en ese aspecto. ¿Quién era esa mujer? ¿Por qué era idéntica a Nube, pero con la piel morena, el pelo plateado y los ojos de otra tonalidad?

—¿C-campeona q-qué le ha pasado? —inquirió la mujer que había liderado a los hombres de Nube durante su ausencia, su capitana.

—¡Los Docas la han cambiado! —exclamó uno de los imperiales con la voz en el cielo. La campeona tardó unos segundos en reaccionar y, cuando ya sabía de que hablaba, observó sus manos morenas cubiertas del rojizo líquido pegajoso.

     Era realmente morena, había cambiado o, más bien, volvía a ser como era realmente.

     Las fauces del vacío habían consumido sus cubiertas artificiales. Después de tanto tiempo, tenía que ser sincera. Suspiró y cerró los ojos.

     Después de tantos años de mentira, algún día tenía que salir a relucir la verdad.

—Chicos... los Docas no me han hecho nada —aclaró la campeona, dejándose caer de rodillas sin fuerzas—. No soy rubia ni pálida, y mis ojos no eran intensamente azules como os hice creer a todos. Os mentí a todos sobre mi aspecto, incluso a Einar. Empleé técnicas poco convencionales para aparentar ser pálida y rubia, pero este es mi auténtico aspecto.

—¿Por qué usted, campeona? ¿Por qué nos mintió sobre su aspecto? —Ningún soldado se lo creía, ni siquiera aquellos que eran más afines a ella.

—Porque la gente de la Unión Imperial es mucho más prejuiciosa y conservadora con los extranjeros que cualquier otro país. Ya sé que con los dragones no suele ocurrir, pero mi color de piel y mis rasgos en general distan mucho de los cánones imperiales y a mi hermana Sol siempre la trataron como a una extraña por su piel morena, nunca la aceptaron como uno de los suyos del todo. Siempre he temido que me despreciaseis o no me consideráseis como una de los vuestros por ser como realmente soy y usé la alquimia para alterar la visión que teníais de mi, se puede decir que fui una cobarde que no confiaba en si misma. Si ahora me perdeis el respeto por ser una mentirosa, una cobarde o simplemente por ser como soy, nadie os reprochará por ello.

    La dragona agachó la cabeza conteniendo las lágrimas. Aunque de forma inesperada, la capitana de Nube dio un paso al frente sobresaliendo de entre el resto de sus camaradas con la mano en el pecho y una mirada firme.

—¡Campeona, su color de piel y su cabello no harán que deje de admirarla por lo que es, usted seguirá siendo la mujer que nos inspiró de niños a avanzar siempre sin mirar atrás tenga el color que tenga y que sea de piel marrón no hará que mi confianza ni mi respeto hacia usted se pierdan!

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