Capítulo 19 El baile del dragón y el gran maestro de sangre

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     El primer día de travesía había sido bastante emocionante para los aventureros; mientras que Tami y Frigo pasaron el día enseñando magia a Aegis y a Tanin, Nube pasó el día con su amigo Gallo y tanto Durand, como Jestix, Celestia, Nidia, Spico y Kiro estuvieron inspeccionando cada bodega y cada pequeño rincón del barco; desde el cañón de arriba hasta las cuatro bodegas (la cocina/comedor/zona de juegos, el jardín, los dormitorios y las despensas). Entretanto Akilina hizo exactamente lo mismo que ellos, sólo que evitando a su nuevo pretendiente Hemat, el cual a la luz del día era bastante distinto a los estereotipos sobre vampiros; era moreno y vestía con unos pantalones negros holgados con cadenas colgadas, unas grandes botas negras con suela de acero y una capa roja como sus ojos y sus cabellos que a duras penas le cubría la espalda y el cuello. Era un hombre bastante atractivo y se tomaba la molestia de exhibirse en su plenitud, sin adornos de ningún tipo y soltando al viento su larga y ondulada cabellera rojiza.  

      A medio día degustaron jugosos platos servidos por los chefs que se valieron de los cubiertos encantados para realizar comidas magistrales. Por la tarde se dedicaron a jugar al escondite por todo el barco junto con algunos soldados y, finalmente después de forzar un poco el tiempo, llegó para las chicas la tan esperada noche. 

     Muchas se reunieron en la zona de entretenimiento alrededor del pedestal en donde se encontraba la barra de metal y Durand, con el pelo recogido en una coleta y vestido con una camisa de mangas y unos pantalones con muchos bolsillos. Akilina, Nidia, Tami, Tanin y Kiro se quedaron a observar junto a gran parte de las integrantes femeninas del barco, mientras que Celestia, Nube, Jestix, Frigo, Spico y los hombres de la tripulación se quedaron por ahí, al fin y al cabo no les interesaba el espectáculo que iba a dar el joven ladrón.

—¡Damas y... caballero! —exclamó el joven refiriéndose al público y a Tanin—. ¡Comprobad al bailarín de las llamas, Flamita!      

"¿Su nombre artístico?" se preguntó a sí misma Akilina.

"Suena a nombre de fulana" pensó Nidia, tragando saliva.  ¿Qué demonios pensaba hacer?

      Durand se ajustó la coleta y dio una vuelta completa en la barra agarrado con una sola mano, descendiendo al tiempo que giraba hasta quedar tumbado en el suelo boca abajo mirando al público. 

—No hago esto por amor al arte, espero que hayan traído dinero, señoritas —mintió, en realidad le enantaba ser el centro de atención fuese de la forma que fuese... pero cualquier monedita era bien recibida.

—¡Que sí, empieza ya! —gruñó Akilina.      

—¿Impaciente? Está bien, comencemos pues, mis amas.

"¿Amas?" se preguntaron las dos a la vez, aún más interesadas en el joven.

     Durand cruzó las piernas en la barra y, haciendo fuerza con los brazos, giró de vuelta hacia arriba, aunque en vez de parar ahí se mantuvo sujeto con las rodillas mientras que con una mano se arrancaba la camisa, dejando al descubierto su cuerpo joven, atlético y cubierto por una fina capa de sudor que lo volvía brillante y aún más atractivo ante la luz de las lámparas. Los abdominales estaban moderadamente esculpidos en su torso sin ser demasiado exagerados, discretos y bien definidos, estaban en el punto perfecto para ellas. Su pecho perfectamente cuidado libre de cualquier vello por minúsculo que fuese propio de un descendiente de dragones era la almohada que muchas de ellas querían para esa noche, algo que él sabía y aprovechaba, frotándose en la barra, desatando las fantasías de muchas.

     Las mujeres más veteranas comenzaron a ovacionarle, mientras que Akilina, Tanin y Nidia se quedaron de piedra. Nidia y Tanin se sentían violentos, muy al contrario que la ladrona, que se quedó estupefacta pero agradeciendo a los dioses por el espectáculo. Tami mostraba su semblante frío y serio como era común, pero Kiro estaba de pie con los ojos casi saliéndosele de las órbitas mientras agitaba frenéticamente la cola de un lado a otro con tanta pasión que levantaba pequeñas ráfagas de aire.

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