Capítulo 28 La Isla Impenetrable

9 2 0
                                    

     La incesante lluvia de Docas pronto había cubierto todas las planicies congeladas del océano en una infinita marea de soldados de sombras que habían conquistado el interior de todos los barcos imperiales salvo el Sclauss, que estaba preparado para ese tipo de situaciones y las conexiones de las bodegas con el exterior estaban completamente selladas, siendo imposible de capturar por los Docas. Por su parte todos los imperiales y hechiceros de La Academia se habían reagrupado dentro de las fronteras de la Isla del Alba donde la potencia del sol artificial debilitaba enormemente a los Docas en todos los sentidos volviéndoles extremadamente frágiles, por ello la guerra estaba en un punto muerto.

     Los Docas dominaban el mar, pero no atacaban la isla sino que se limitaban a esperar que su número creciese exponencialmente para lanzar una única y devastadora ofensiva, mientras que los hechiceros de La Academia estaban ocupados levantando murallas mágicas y colocando trampas de luz, preparándose para librar la última batalla contra el emperador desde su casa mientras los hechiceros de élite se llevaban a los alumnos al interior de los edificios donde estarían a salvo.

—Mi rey, he de darle un informe —solicitó Carboncillo al emperador de las sombras, inclinando el torso a modo de respetuoso saludo.

—Adelante —respondió el emperador sentado en su trono de sombras completamente regenerado de su combate contra Max, como si este nunca hubiese sucedido.

—Los comandantes Mercer Renfran y Galdvar Puño de Hierro han caído luchando. Mercer murió contra la campeona Nube y hemos podido recuperar su cadáver, mientras que de Galdvar no queda nada, ha sido completamente destrozado por la niña de ojos dorados.

—Comprendo, imaginaba que Mercer le aguantaría a Nube más tiempo, supongo que incluso tomando a un dragón acuático de su nivel, subestimé su poder —recordaba el emperador observando las inmensas olas heladas que hacían de muro para que nadie pudiese escapar—. No obstante, nuestros planes continuan. Quiero la formación clásica: gigantes al frente, Docas de infantería tras ellos y luego los soportes mágicos.

—Por supuesto.

—Y una vez comience la batalla, no quiero interrupciones hasta que se complete la operación. Yo mismo daré la orden de ataque.

—No se hará de otro modo. —Carboncillo realizó una última inclinación sobre si mismo y se desvaneció en bruma, dejando tras de si a Abisarian, que observaba a su hermano con los brazos cruzados.

—Y yo pensando que no te gustaba dar órdenes.

—Esto es muy distinto a mi época como rey, hermana, ahora soy un tirano, y un tirano está obligado a dar órdenes.

—Ni siquiera tú te sientes cómodo con esta guerra, ya has ido demasiado lejos, ¿pretendes incrementar aún más la visión nefasta que tienen todos de ti?

—Hace mucho que la opinión de los demás dejó de importarme, tú lo sabes mejor que nadie, hermana. Precisamente tú eres la que más ha perdido y la que más ha sufrido de todos nosotros, por ello eres la que más me comprende.

—Que te comprenda no significa que esté de acuerdo con tu modo de hacer las cosas —decía la dragona, invocando su propio asiento de sombras y sentándose junto a su hermano—. Yo era muy pequeña cuando vi como los humanos enloquecieron a nuestro padre mucho antes de que vosotros naciéseis. Él hizo cosas horribles porque la humanidad no le dio a elegir, era morir o convertirse en un monstruo. Se convirtió en una persona horrible y me hizo cosas que no quiero recordar, a su propia hija. Pero al final de su vida, su decisión demostró que en el fondo lo que buscaba no era la destrucción, sino la seguridad de su familia. No quiero que tú recorras su mismo camino, Abu, os quiero demasiado para que os ocurra lo mismo que le sucedió a él.

El Linaje Oscuro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora