Capítulo 22 Carboncillo

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—¡Todos a sus puestos, si los Docas vienen, lo harán por mar! ¿Max, cuánto va a aguantar el escudo mágico? —preguntó Nube desde la cubierta superior al hechicero supremo entre orden y orden. El hechicero apenas la escuchaba, estaba observando con rostro estoico las explosiones  que la munición Docas generaba al impactar contra la protección mágica que envolvía la isla. La cúpula luminosa vibraba y parte de la ilusión de su cielo nocturno titilaba. 

     Una innumerable marea de navíos bombardeaba sin descanso desde el sur toda la isla sin descanso; si no hubiese sido por aquella magia protectora, la isla entera habría sido destruida por completo en sólo dos salvas de cañonazos. Era una potencia de fuego devastadora que ponía la seguridad de toda La Academia en un compromiso, o eso pensaba Nube.

     Por lo menos, parecía que la barrera sólo bloqueaba los proyectiles de fuera hacia dentro y los hechiceros de luz bombardeaban las inmensas embarcaciones negras de los Docas con lumiinosas bolas de fuego dorado.  

—La barrera fue creada para bloquear todo ataque, especialmente proveniente de los seres oscuros. Ni siquiera Abu con toda su artillería podría abrirse paso a través de ella. En cambio, nosotros sí podemos atacarles desde dentro del escudo.

     El rostro de Nube se deformó con una mueca de desagrado que enmarcó sus afilados colmillos de dragona. La guerra había comenzado mucho mejor de lo que ellos habían planeado, sospechosamente bien, de hecho.

     El emperador oscuro los estaba atacando en el corazón de la luz de todo el continente mientras un escudo mágico volvía a la isla inmune a los ataques. Había sido una jugada estratégica muy estúpida, en un lugar en el que el enemigo combatía con una desventaja letal, destruirían su flota y contraatacarían rápidamente contra Nosumbría antes de darle tiempo al emperador oscuro a reaccionar. Abu era un gran estratega, ¿y lo confiaba todo a la fuerza bruta y al número infinito de sombras que podía invocar desde la capital? No era propio de él. 

     Si las cosas hubiesen ido mal desde el principio, habría estado menos preocupada porque significaba que Abu ya había jugado sus cartas, quizás no todas, pero si la mayoría. En cambio, que todo fuera tan bien era síntoma de que Abu jugaba con ventaja, les había visto la mano completa y él aún no había jugado su turno. 

—Max —concluía Nube con la vista puesta en el negro horizonte a través del cristal dorado de la cúpula—, prepara a tus magos para levantar el escudo.

—¿Acaso has perdido el juicio, campeona? Si lo levantásemos, nos enfrentaríamos a los Docas de pleno. Sería un acto suicida, aquí estamos perfectamente cubiertos.

—Abu tiene un plan, no podemos permanecer aquí pasivos —decía la campeona, rememorando la noche en la que Abismo había ido a hablar con ella y en las palabras con las que Durand narró cómo se llevaron a Kalixta. Que los hijos de Abisirus supiesen cuando y dónde estar en todo momento era demasiada casualidad. Abismo había sabido qué planeaban y también el momento y el lugar y, por consiguiente, Abu también lo sabía. No obstante, no les habían impedido ningún movimiento, ni siquiera se habían manifestado, en su lugar habían decidido esperar para atacar a todos los enemigos potenciales de Nosumbría juntos. Las piezas del rompecabezas que componían el plan del emperador oscuro comenzaban a cuadrar. No es que no les hubiesen parado los pies... es que les estaban guiando a una trampa. La Isla del Alba era la trampa, un lugar del que no podrían escapar si los Docas los rodeaban, lo único que los separaba de una batalla abierta era la cúpula de La Academia, pero si esta caía inesperadamente, Abu tendría la ventaja de asestar un golpe sorpresa definitivo—. Abu lo planeó todo con suficiente antelación como para introducir a un traidor entre nosotros que atacará la barrera desde dentro, estoy segura.

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