El Linaje Oscuro

Capítulo 6 Descanso (D&T)

 —No entiendo qué quieres decir con eso, padre.

     El hechicero agitó el pequeño huracán que se retorcía controladamente entre las yemas de sus dedos en forma de una copa rellena de zumo de limón. La máscara que solía ocultar su rostro siempre que interactuaba con otras personas estaba en una mesita al lado del sillón en el que se sentaba, pero estaba de espaldas sentado de forma que Tami solo pudiese ver su larga cabellera plateada y parte de la oreja.

—Lo que digo es bastante simple: he sentido durante un instante a una persona que podría rivalizar conmigo y con tu madre tanto en poder como en inteligencia, un ente oscuro que supera ampliamente el poder de cualquier hijo de Abisirus.

—Es imposible, tú eres...

—Perfecto, lo sé —la interrumpió—, por eso mismo tengo que saciar mi curiosidad. Aprovecharemos nuestras vacaciones e iremos por todo el continente buscando pistas que me permitan averiguar el paradero de esa presencia y, una vez logre localizarla, continuaré sólo para comprobar con mis propios ojos si no se ha tratado de un truco de tu madre para incordiarme aún más en este continente de simios. Cuando eso suceda, si sucede, Frigo, Kiro y tú tendréis permiso para hacer lo que queráis siempre y cuando no salgáis del continente hasta que vuelva. No me esperéis despiertos.

—¿Lo que estas diciendo es que vas a ir sólo, en serio? —inquiría Tami, perpleja. Lo había entendido perfectamente la primera vez que lo había escuchado de su padre, pero era inconcebible para el orgullo de Tami que su los tratase como si fuesen niñatos incapaces de cuidar de sí mismos, como siempre había hecho, sobretodo con ella. Al ser la más pequeña de los tres hermanos, su progenitor siempre la había subestimado, la había tratado como una persona incapaz por más que igualase las hazañas de sus hermanos, pero nunca jamás había dejado a Frigo de lado, el mayor de los tres, si bien no tenía tanto potencial bruto como sus hermanas menores, su control y sus conocimientos lo posicionaban por encima de cualquier hechicero del mundo.

—Por supuesto que confío, hija querida, pero aún sois demasiado inexpertos y débiles como para aproximarnos a un enemigo de ese calibre.

—Frigo una vez convirtió un desierto en un bosque exuberante, Kiro derrotó a un ejército de diez mil hombres ella sola y yo he hundido flotas navales enteras sin siquiera mojarme o despeinarme. ¿Qué más...
 
     Su padre la volvió a interrumpir.

—Aún con tus hechizos más poderosos llevados al límite no servirías ni para molestarle, sólo serías un estorbo para mi, él probablemente te liquidase en menos de dos segundos... Pero el continente sigue lleno de enemigos no tan poderosos con los que podrías batirte si lo que quieres es probar tus aptitudes, quizás algún magucho de por aquí logre entretenerte. Podéis acompañarme mientras busco más información si así lo deseáis, pero al final iré yo sólo.

—Padre, creo que si Frigo y yo vamos juntos y no nos separamos...

—Tami, debes de ser más consciente de tus debilidades, aún eres incapaz de muchas cosas. Reflexiona.

     "¿Para qué voy a reflexionar sobre mi debilidad si ya me lo estás recordando cada vez que te diriges a mi?" se preguntaba Tami. Tenía ganas de explotar cada vez que la trataba de esa forma. Tenía ganas de gritar. Tenía ganas de golpearle hasta demostrarle lo fuerte que era. Sus puños estaban apretados, listos para golpear algo, sin embargo, en lugar de dar rienda suelta a sus sentimientos sus manos se relajaron rápidamente, acompañando a una mirada fría e inexpresiva y respondió como siempre hacía.

—Está bien, padre.

—Y no olvides que te impido venir porque te quiero.

     Tami asintió, pensando en que si de verdad la quisiese la comprendería o se preocuparía mínimamente por sus sentimientos porque, ¿de que servían las palabras bonitas si la machacaba continuamente? Al marcharse no inclinó la cabeza como solían hacer sus hermanos al despedirse de alguno de sus progenitores. El gran e "inteligente" hechicero presuponía que la rebeldía que mostraba esporádicamente Tami se debiese a que había heredado su temperamento y a que, al igual que le sucedía a él, odiaba tener a alguien por encima en jerarquía, poder o inteligencia.