Capítulo 30 Padre e hijo

17 2 0
                                    

     El brazo del emperador oscuro se retorció en el suelo a causa de los últimos espasmos de los tentáculos cercenados, supurando su sangre corrupta y violácea sobre la hierba. Aunque Abu no hizo sino sonreír, como si aquella situación le causase gracia.

—Ha pasado mucho desde la última vez que nos vimos en persona, hijo mío —recalcó Abu, alzando el hombro ensangrentado que en unos segundos regeneró el hueso de su extremidad amputada, luego la carne y por último la piel en un grotesco espectáculo de sangre violeta.

—Dejaste de ser mi padre en cuanto asesinaste a nuestra gente, condenaste a nuestra familia y secuestraste a mi hermana. Ya no voy a dudar, no voy a suplicar por tu rendición pues ni tú piensas rectificar ni yo voy a perdonarte —decía con voz gutural el joven semidragón, cuyas escamas blancas se habían recubierto de una coraza de denso fuego negro, un fuego que pulverizaba la roca y pudría la vegetación—. Simplemente he venido a matarte.

    El emperador oscuro observó con calma aquellas llamas inextinguibles, poderosas y terroríficas a partes iguales, aquellas llamas que tan bien conocía y que jamás imaginó que volverían a su vida... y era su hijo el que las empuñaba como un arma de doble filo.

—Puedes matarme, pero antes mírate: sin saberlo has aceptado que las llamas negras se abran paso por tu corazón, un poder que sobrepasa incluso a los de tus ancestros —Abu se apartó un mechón violeta que se le había colocado delante de la cara y observó a su hijo con aquellos ojos vacíos de color purpúreo. El semidragón no respondió, se quedó ahí sumido en su cada vez más intenso fuego negro—. No voy a sermonearte, ya eres suficientemente adulto para tomar tus propias decisiones, lo que sí voy a hacer es advertirte sobre ese fuego que pretendes usar en mi contra: obtendrás poder ilimitado suficiente para cumplir todos tus objetivos a costa de sentir un vacío infinito en tu alma. No habrá felicidad, amor, amistad, emoción, ilusión ni esperanza suficiente en tu vida para que puedas sentirte "feliz", siempre te faltará una pieza, nunca estarás completo. Tendrás la oportunidad de matarme, no te quepa la menor duda, pero traerás aún más desgracia a nuestra familia y, con el tiempo, te convertirás en lo que soy yo ahora. ¿Cuanto vale la venganza para ti, hijo? ¿Renunciarás a todo con tal de satisfacer tu rabieta, o realmente eras sincero cuando decías que tan sólo querías proteger a la humanidad de nuestro linaje? Ahora mismo, el destino del mundo te corresponde totalmente a ti.

—Eres un maldito manipulador. Si tan fuerte es este fuego, ¿cómo es que ninguno de vosotros lo ha usado nunca? Siento que es una mentira muy burda para que no te haga pedazos en este momento.

—Porque es un fuego que quema el alma como si fuese una cerilla, Durand, cuando comiences a usarlo no podrás parar. En mi niñez me dejé embargar por el poder abrumador de las llamas negras y sólo la sabiduría de tu abuelo pudo rescatarme de ese abismo antes de que mi existencia se deshiciese por completo. No las mantuve durante mucho tiempo y aún así me quedan cicatrices espirituales de aquella vez, si tú lo hicieses nadie en este mundo sabría como librarte de ellas, ni siquiera yo, y eso te convertiría en un monstruo más terrible y poderoso que yo. Te cuento esto porque sigo siendo tu padre y odiaría ver como te conviertes en lo que más odias.

—Sin este poder, jamás te derrotaré, es esto o...

—¿Recuerdas cuando te hablé en sueños antes de que te reunieses con Kalixta y te dije que confiases en ti mismo? ¿Que tú albergabas el poder suficiente si creías en tus facultades? Todo te lo dije para este momento, para el momento en el que tu confuso corazón optase por un camino de autodestrucción.

     Las llamas negras que rodeaban al joven flaquearon por un momento, no obstante al instante siguiente volvieron a arder con mucha más intensidad.

El Linaje Oscuro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora