CAPÍTULO 27

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Kathe:

Nada más cerrar la puerta de casa dejo que las lágrimas se adueñen de mí rostro. Mi cuerpo cae al suelo sin fuerza y yo me hago un ovillo.

¿Como me ha podido mentir así? ¿Y porque me importa?

Durante toda mí vida la gente no a hecho más que mentirme y nunca me ha importado. ¿Por que con él es diferente? ¿Por que he sentido una punzada en el pecho cuando me ha dicho que me había tomado el pelo? Realmente debería estar más preocupada por el hecho de que casi se entera de lo que me pasó, pero no es así. Creo que me da igual, lo que pasó esa noche me definirá durante el resto de mi vida. Y duele, joder si duele, pero yo no tengo la culpa.

No necesito que él me juzgue, con mi madre tengo más que suficiente.

Después de horas tumbada en el suelo, en compañía del animal más comprensivo del mundo, suena el timbre. No tengo intención de abrir pero al ver que el molesto sonido no cesa, cojo todos mis pedazos del suelo y me levanto, sola. Como siempre.

Cuando abro la puerta la cara de mi mejor amiga bañada en lágrimas me pone en alerta. Lleva una bota ortopédica y dos muletas, pero dudo mucho que esa sea la razón por la que lleve todo el rímel corrido por la cara. Cuando se lanza a mis brazos ahogando sus sollozos en mi hombro, veo una maleta enorme detrás suyo.

La ayudo a entrar dentro y vuelvo a por la maleta. Cuando entro de nuevo al salón ya esta sentada en el sofá. Me siento junto a ella, pero no digo nada. No ignoro el hecho de que aún estoy en bragas.

Para cuando me mira frunce el ceño preocupada por las lágrimas secas que adornan mi cara. Antes de que tenga oportunidad de hablar apoya la cabeza en mi hombro y empieza a sollozar más fuerte. El dolor que me invade en ese momento es monumental, no me molestaría si fuera una persona de mierda la que estuviera llorando; pero cuando la persona que lo hace, realmente no se lo merece, algo dentro de mí se hunde. No se lo merece, pero juro por mí vida que matare al gilipollas que este detrás de sus lagrimas.

Después de lo que a mí me parecen horas, por fin habla.

-Me ha echado de casa.- Dice con voz débil.

-¿Quien?

-Jeff. Dice que una persona como yo no puede vivir debajo de su mismo techo.- Dice mientras yo me clavo las uñas en las palmas controlando mí ira. Nunca he conocido a alguien más gilipollas que el padrastro de Sel. Selena Peterson nació tres meses después de que su padre abandonara a su madre. Hay casos que cuando una madre pasa por una perdida así de traumática, decide aislarse del mundo y de su hija, como mi madre. Y hay casos, en que se convierte el dolor en amor y se entrega, como hizo la madre de Selena. La señora Rusell es la mejor cocinera que he tenido el gusto de conocer, y ama a su hija como ella misma. Pero como todos, no es perfecta, y se acabó casando con un gilipollas disfrazado de príncipe de ensueño.

-¿Y tu madre?

-No ha dicho nada, me a mirado y se ha encerrado en su habitación.-Dice mientras vuelve a soltar un sollozo.

-¿Y Jonah?-Se que ahora mismo parezco una cabrona, pero ella sabe que soy así.

No me responde y vuelve a sollozar, esta vez más fuerte.

-No... no me..-Tartamudea mientras me abraza más fuerte. Odio esto. Odio no poder hacer nada. Si pudiera sentir su dolor, si pudiera intercambiar los papeles, lo haría. Dejo que siga así, pegada a mi cuerpo llenándome la camiseta de lágrimas y mocos.

-No me a dejado quedarme con él.- Dice de repente y a mí la barbilla me toca el suelo. ¿Qué clase de novio no deja quedarse a su chica en su casa?

Me mira con esos ojazos, los tiene rojos, y no le quedan bien con ese azul tan claro. Rápidamente le seco algunas lágrimas que desbordan de sus ojos cargados y sonrio. En realidad es una mueca forzada, pero a ella le vale el intento.

-No llores.-Digo mientras vuelvo a secarle las lágrimas, el rímel le decora toda la cara.-Vamos a prepararte la habitación.

Le ayudo a subir la escalera y a ponerse el pijama, no tengo ganas de salir, y creo que por una vez, las dos estamos de acuerdo. Dejamos la maleta a un lado de la habitación y yo le digo que mañana le ayudaré a poner todo en el armario. Por fin me pongo unos pantalones cortos y bajo a la cocina a por algo de comer. Frunzo los labios al ver que no hay nada.

Vuelvo a subir y le pregunto donde pedimos. A ella le apetece comida china y a mí pizza. Finalmente me recuerda que por mi culpa tiene tres tendones rotos y acaba ganando. Cuando acabamos viendo el reality de las Kardashian y comiendo comida fría, me doy cuenta de lo que soy capaz de hacer por la mera satisfacción de ver una sonrisa en ese rostro.

Estamos tumbadas en mí cama y cuando dan los anuncios Sel señala la pared que tengo detrás, en concreto la letra de una canción que le dejé escribir en mí preciada pared. Recuerdo la  ilusión que le hizo, y personalmente, creo que la letra de la canción es preciosa.

Y estar sin ti,                                                                                                                              es como despertarse bajo solo la mitad de un cielo azul,                          que esta ahí, pero no del todo.                                                                 Estoy caminando con solo un zapato,                                                            soy la mitad de un corazón sin ti.                                                                  En el mejor de los casos soy la mitad de una mujer,                                            con la mitad de una flecha en mí pecho.                                                      Extraño todo lo que hacíamos,                                                                   soy solo la mitad de un corazón sin ti.

                                                                            Half a Heart.

Sonrio al recordar como cambio la parte de 'la mitad de un hombre' por 'la mitad de una mujer'. Recuerdo que estuve semanas burlándome de ella por cambiar la letra de una canción.

Sinceramente, creo que esa estrofa es una de las pocas cosas que me hacen despertarme a diario.

Y básicamente así nos pasamos la tarde, de realities que no tienen nada de real y recordando viejos tiempos hasta que las dos nos dormimos. Ella soñando y yo deseando olvidar las últimas 24 horas.


MAYBE.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora