Capítulo 8: Huida; Misión de distracción [Aiden]

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     —¡Eres cómo mi hermana! Los hermanos mayores os creéis mucho ¿no? Por eso en ocasiones os llegamos a detestar… Se nota que eres un amargado—soltó enfadada.

     Me quedé en blanco al oírla decir eso. Seguramente, tiene razón, una dolorosa y aplastante razón.

     Agaché la mirada.

     —Yo… me voy—susurré.

     Soy un cobarde, irme sin poder contraatacar a una niña insolente que me acaba de dejar muy por debajo del suelo.

     Supongo que, como un chico de casi diecisiete años, dejo mucho que desear, no he tenido novia, muchos amigos ni nada parecido. Comparado con mis hermanos no soy nada, es lo único que saco en claro de mi vida. Desastre tras desastre, puñalada más puñalada. Nada importa, a nadie le importa lo que sienta, cada uno mira por su propio bien y ni siquiera se dan cuenta de si lo estoy pasando bien o no.

     Quería venir aquí, y pasarla bien por primera vez en mi vida, con Aaron y Dylan, conocer gente, simplemente socializar un poco. Pero, ni siquiera con personas más jóvenes que yo lo consigo…

     Cuándo me di cuenta, estaba situado enfrente de la barra libre.

     A lo mejor el alcohol pueda ayudarme, por probar…

     Medié un vaso de whisky y el resto con Fanta de naranja.

     Alguien me tocó un hombro, me giré y vi a Aaron con una sonrisa en el rostro.

     —¡Eh Aiden! —saludó contento.

     —¿Qué pasa? —contesté desganado.

     No estoy como para ver como los demás son felices, lo siento pero no.

     Dejó de sonreír al instante.

     —No, nada. Sólo vine en busca de un cubata. ¿Y tú? ¿Por qué no estás con Jean?

     —El…  se ha ido con una chica hace un rato—tomé un trago de mi cubata y carraspeé.

Aaron alzó ambas cejas desconcertado y negó casi de forma imperceptible con la cabeza.

     —Entiendo—me miró fijamente—Tu… ¿estás bien?

     Suavicé la expresión de mi rostro. ¿Acaso se preocupa por mí? No lo creo… además, no tengo ganas de hablar ni de responder preguntas.

     —Perfectamente, voy a buscar a Jean, hasta luego—dije para luego irme, obviamente, sin la intención de encontrar a mi hermano menor, ni de ver a Nelly.

     Me recosté en uno de los tantos árboles del lugar y tomé otro largo trago de mi cubata. Esto es penoso. Estoy tan o más amargado de lo que Nelly ha dicho antes.

     Dylan se acercó a mí corriendo. No parecía estarlo pasando demasiado bien tampoco.

     Se sentó a mi lado.

     —¿Cómo te va listillo? —alzó la vista para ver mi rostro.

     —Mal, no sé cómo comportarme Dylan—cerré los ojos. Por algún motivo, ya sea el alcohol o la presencia de mi gemelo, me dan ganas de sincerarme con alguien—supongo, que no sirvo para estas cosas, ni para actos públicos. Sólo soy un cobarde incapaz de socializar. Ni siquiera en una fiesta doy—di un largo trago a mi bebida y tosí. Demasiado whisky tal vez—Si es que, ni el alcohol me da el empujoncito que necesito.

     —Y yo necesito ese impulso…—susurró.

     —¿Qué? —fruncí el ceño.

     ¿Qué impulso puede necesitar él? Si de los dos, es el más extrovertido y agradable, ojalá tuviese un poquito de él.

Hermana MayorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora