Capítulo 3: Convencimiento [Lynn]

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     Espera… ¿Ahora sí que lo son?

     Crucé los dedos, esperando que la revelación de mi hermano menor, sea verdad y no una de sus burlas.

     —¡Cierra la boca Jean!

     Aaron se echó encima de él, y entrelazó sus fuertes brazos alrededor de su cuello, privándole del necesario oxígeno para respirar.

      —Parecéis niños pequeños—Dylan se encogió de hombros y se sentó en el sofá, a mi lado.

     Llamaron al timbre.

     —¡Es la pizza! —exclamó Aiden apresurándose a abrir.

     Vale, marearse es poco. Moriré, lo juro. ¡No he nacido para cuidar niños! Cuánto menos  como para aguantar a este trío de pesados.

     Dylan cogió un cacho de pizza de la mesa y subió los pies sobre esta. Aiden posó la pizza en la mesa y se acercó a mí.

     —Relájate hermanita —posó una mano sobre mi hombro y sonrió.

     Como siempre. ¡Es el único decente aquí!

     —¿Cómo haces para aguantarlos día a día? —pregunté con curiosidad.

     Vale, yo también tuve que hacerlo en su día, pero, no sé, eran más pequeños, me parecía más comprensible su comportamiento. Sin embargo, creo que cada año que pasa están peor.

     —Digamos que… tengo mucha paciencia—sonrió.

     Se dio la vuelta y pasó por delante de Dylan, empujando sus pies, hasta que cayeron al suelo.

     El rubio, gruñó con la boca llena.

     —¡Párate ya Aiden! —chilló molesto.

     Su gemelo le respondió con una media sonrisa y se sentó en la mesa de la cocina.

     —Es un pesado…—dijo de nuevo Dylan, poniendo las piernas nuevamente en la pequeña mesa.

     Suspiré.

     ¡Esto es estresante!

     —M-me ahogo—musitó Jean, aún entre los brazos de Aaron.

     Me levanté de golpe y corrí hacia ellos.

     ¿Está loco o qué? ¿Acaso no es lo suficientemente mayorcito para saber algo tan básico como que el oxígeno es crucial para la vida? Aaron parece idiota a veces.

     —¡Suéltalo Aaron! —grité tratando se separar sus fuertes brazos de mi hermano pequeño, en vano.

     Aaron sonrió triunfal.

     —¿Por qué debería hacerlo? El comenzó—aclaró tranquilamente.

     —Me da igual, suéltalo.

     —¿Qué me das a cambio? —alzó una ceja, divertido.

     —¿Cómo dices? —pregunté estupefacta.

     —Pues eso, que me des algo a cambio. Si de verdad quieres que lo suelte claro…

     Bufé. ¿De verdad? ¿Está hablando en serio? ¿O de lo contrario me está vacilando? Desde luego, lo de este chico no es normal. Aunque, para ser sincera, se parece un poco a mí, es inteligente, no se puede negar, aprovechar cualquier ocasión para conseguir lo que quiere, es algo que yo misma haría si tuviese oportunidad.

Hermana MayorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora