Capítulo 2: Ni lo sueñes [Lynn]

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     —Tengo hambre—anunció Dylan encendiendo la televisión.

     —Pues te jodes—respondí de mala gana—No te pienso cocinar.

     Mis padres se han ido hace una casi un día. Sin darme tiempo a negarme a su petición. Y, encima, antes de irse. Me han soltado cada tontería que…

***

     “Vale…—solté cómo si la cosa no fuese conmigo, en un vago intento de que desistiesen de ese plan”

      “¡Perfecto!mi padre sonrió”

      “Antes de irnos, hay varias cosas que tengo que pedirtedijo mi madre”

      “¿De qué se trata?”

      “No puedes dejar que tus hermanos se alejen de las costumbres que les hemos inculcado, son chicos de bien, puros y libres de tentaciones carnales. Así debe ser hasta que contraigan matrimonio. ¿Entiendes lo que quiero decir?”

      “Espera… ¿qué?mi voz flaqueó”

      “Espero que puedas con esto Lynnmi madre sonrió, alejándose hacia el coche”

      “Pero, yo…”

      “Hasta luego hija, cuida bien a los chicosmi padre agitó la mano a modo de despedida y se metió al coche, bajo mi estupefacta mirada.”

***

 

     Sí, esas fueron  sus palabras, antes de dejarme sola con ellos.

     Todo el verano… Todo, absolutamente todo…

     —Vaya, no recordaba que fueses  tan amable Lynn—dijo irónicamente, acabando con un suspiro.

     —Va… Lynn…—susurró Jean con cara de cachorrito—Tenemos hambre…

     ¿Por qué tiene que hacer siempre lo mismo? Sabe de sobra que ver sus ojos marrón averdosados empequeñecidos por su rostro contraído,  en una mueca de tristeza—aunque sea fingida—es suficiente para convencerme de su propósito.

     Repito, ser hermana mayor, da demasiados dolores de cabeza.

     Suspiré y busqué la tarjeta del servicio de pizzas a domicilio y se la lancé a Dylan.

     —Llama y pedid la que queráis, anda.

     —¡Gracias!

     El pequeño de la familia sonrió de oreja a oreja y plantó un beso en mi mejilla, que me hizo sonreír.

     Ahora recuerdo porqué es,  en cierto modo, satisfactorio ser la hermana mayor.

     Aaron bajó del baño con una toalla rodeando su cintura. Su pelo castaño estaba mojado, goteando de vez en cuando el pasillo de las habitaciones. Lo admiré unos segundos. ¿Ha ido al gimnasio o es cosa mía? Es decir, no recuerdo que tuviese los abdominales algo marcados cuándo me fui de casa.

Hermana MayorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora