Capítulo uno.

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Se sentía somnoliento mientras un horrible dolor de cabeza se hacía presente. Estiró sus brazos y talló sus ojos como si de un niño pequeño se tratara: hace mucho no había sentido la cama tan cómoda como en esos momentos.
Lentamente abrió los ojos y se acomodó mejor observando el lugar de manera intrigada. El color carmín yacía por las pareces al igual que las sábanas de seda cubriendo de su cintura para abajo. Se alarmó al recordar que aquello no era su habitación o siquiera en donde los aurores lo mantenían en cautiverio. Sólo llevaba puesto su boxer, pudo deducirlo después de haberse quitado esas horrpilantes sábanas.

Mierda. —Pensó al intentar levantarse de la cama, pero como si algo lo sujetara desde uno de sus tobillos le fue imposible alejarse— ¿Qué es todo esto?

Cerró sus puños e intentó levantarse de aquella alfombra. Se dio cuenta de que el dueño o dueña del cuarto era Gryffindor o de qué modo el decorado se basaría en sus mismos colores.

—¡Oh! veo que ya estás despierto —Una voz a sus espaldas logró sobresaltarlo y de manera violenta giró hacia ese hombre que había hablado—. ¿Qué sucede? Parece que has visto un fantasma.

—¿Por qué no puedo mover mi pie? —Fue lo primero que preguntó, tratando de contener el susto que le producía aquella situación.

—He utilizado un hechizo para conjurar un candado, claro que no es visible y no necesita serlo. Oh, y no existe ningún contrahechizo, bueno, tal vez sí pero soy el único que puede hacerlo. ¿Por qué? Porque soy únicamente el que lo conjuró.

— ¿Disculpa? —habló tratando de usar un tono de indignación pero su voz tembló—. ¡Libérame ahora mismo, comadreja!

—¡Vaya! Así que todos estos meses no han ayudado a cambiar tu carácter. Bueno, no te preocupes yo mismo me encargaré de volver a moldear tu carácter.

Draco negó.

—¿Asustado, Malfoy? —El chico tragó en seco, qué mierda quería ese estúpido Weasley— Tranquilo, supongo que el ministro habrán mentido.

—¿Mentir?

-Oh sí, sucio mortífago-se sentó sobre la cama observando al indefenso Malfoy— Ahora me perteneces, bueno. Ideé un plan y te he comprado por 1.500 galeones.

El muchacho reprimió un jadeo de angustia.

— ¿M-me vendieron por 1500 galeones? —Preguntó. La incredulidad yacía en su mirada.

—Así es, gusano. Y como te he dicho, eres de mi propiedad, solo mío ¿Entiendes? —Pronunció aquellas palabras tomando con fuerza su mentón— ¡Me perteneces! —Su voz se oía arrastrada y diferente a la que recordaba—. Obedecerás todas mis órdenes!

—D-déjame ir —Pidió. movió su pie deliberadamente pero solo consiguió que alrededor de su tobillo se tornara de un profundo rojo.

—Yo que tú no haría eso. El hechizo te lastimaría tanto que desearás no tener pie.

Y era así, el dolor se sentía horrible: como si calara sus huesos y se impregnara en estos.

—G-george.

—Vas a pagar todo lo que han hecho tus padres, cada uno de sus pecados tú lo vivirás. Vas a pagar por tener esa horrible marca, ¿Entiendes eso, bobalicón?

—¡No! —el joven aún más alto que él tomó con fuerza sus muñecas y le levantó de aquella alfombra​ para sustituirlo en la cama.

—En cualquier momento van a traer la comida. Comerás ¿Entiendes? Sé que no lo mereces, pero tampoco me gustan los huesudos.

Subastado. |Harco. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora