Capitulo doce.

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Poco antes del mediodía Draco movió inquieto su cabeza, en un amenazante dolor de cabeza. El día estaba ligeramente nublado, se dio cuenta de ello tras escuchar los fuertes estruendos provenir de entre las nubes y la ventana, finalmente abierta. Frunció el ceño respingando su nariz en una clara molestia. ¿Por qué George hacía eso?

— Hola, bella durmiente —Dice George. Draco notó la molestia en su voz —. Hablemos.

— ¿Qué mierda quieres, Weasley? —Preguntó y volvió a cerrar sus ojos. Escuchó la cínica risa del mayor.

— Hablar. ¿No lo he mencionado?

—A mí no me interesa hablar contigo; —Arrastró las palabras, recordando los primeros años en Hogwarts— Weasley.

— Tan arisco, Malfoy —La sonrisa se había borrado y ahora su mano estaba, fuertemente, ubicado sobre su mentón— ¿Despertaste con el pie izquierdo, niño? —Intensificó el agarre logrando que el menor intentara soltarse y estar nuevamente a la defensiva.

— Suéltame —Ordenó. Weasley sonrió.

— Eres muy egoísta, Draco. Jamás te has puesto a pensar en tus superiores: mi hermanito es superior a ti, ¡Bastardo!

Draco tuvo la certeza de que aquel golpe que recibió en su mejilla hizo que las estrellas se vieran realmente cerca. Chilló energéticamente y por instinto llevó sus manos a su mejilla herida.

—Me gustan los retos, Draco ya te lo he dicho. Tú siempre estás dispuesto a ser un reto, jamás declinas en aburrirme, quizás así posea las ganas necesarias para acabar con tu miserable vida.

Entonces, George lo besó: unió sus labios a los suyos. Labios duros y secos. Era un hedor terrible, destilaba alcohol o siquiera se había lavado la boca, sus labios se movían con brusquedad tratando de obtener más de él, él se negó. Él trató de empujar a George imponiendo sus manos en el pecho del pelirrojo impulsándose hacia atrás.

— ¡No me vuelvas a besar, estúpido! —Gritó. Por primera vez había sacado aquello que se llamaba valentía. George volvió a reír y levantó una de sus cejas

— ¿Desde cuando aquí tú decides? Es más, te voy a digerir la boca en un maldito beso y tú no harás nada más que corresponder si no quieres que esto termine en una consecuencia.

— No voy a corresponder a uno de tus asque...

No pudo terminar. Los labios de Weasley presionaban sobre los suyos, advirtiendo, mordiendo y profanando nuevamente. George disfrutaba de aquello, disfrutaba de la cálida boca del rubio, disfrutaba el verlo tan indefenso y sentirlo tan difícil.

Weasley gimió ante ese punzante dolor que se ubicaba en su labio inferior. Draco le había mordido.

— Sangra: —Habló. Sus manos fueron más rápidas, tenía atrapado al muchacho: cortando su respiración. Dejándolo con inútiles intentos de recibir oxígeno, atrasando la velocidad de sus latidos.

Sus manos apretaron con más fuerza, sus ojos vacilaron el odio y el pequeño dolor en su labio continuaba siendo una molestia. Draco seguía en su intento, se oía su trato de respirar y de quejidos cortados.

— Mira Malfoy, afiancemos las reglas.—Dijo George Weasley arrastrando las palabras, su tono era de enojo— Si no te comportas vas a sufrir más de lo que acostumbras, ¿Si entiendes, niño?

Lo soltó. Finalmente la sangre subía su rostro y una no tan amena tos le atacaba al rubio que intentaba volver a regularizar su respiración.

Su cabeza bullía intensamente, como si de explotar​ se tratara.

—No eres más que palabras, Malfoy—Dijo George—. No entiendo el cómo mi hermano puede defenderte si tan solo eres una rata asquerosa.

—¡Entonces mátame! —gritó— ¡Quítame la vida si mi estúpida existencia arruina tus días!

—No tan rápido, precioso —Rió, Draco comparó su risa​ con la de un maníaco. El miedo volvió a él al notar que no había diferencias.

Intentó dirigir su mano a las mejillas del muchacho, pero Draco la apartó rápido de un fuerte manotazo y con velocidad se levantó de la cama tomando consigo a la lámpara amenazadoramente.

— ¡Aléjate de mí!; —Bramó, condecoradamente -—no te quiero cerca, maldito lunático.

— ¡Bravo, bravo! —canturreó el mayor— ¡Y el público ovaciona ante la repentina actitud de rebelión del unigénito de los Malfoy! ¡Bravo, bravo!
Y solo bastó un movimiento de varita para que aquello que tenía en sus manos saliera volando. Draco necesitaba quitarle aquella varita.

[···]

Harry miraba aquello con recelo. La casa frente a él era una mansión, la música se oía a distancia y los autos, lujosos, siendo aparcados; era un prostíbulo e iba a desmantelar el lugar. Tenía la ligera idea de que Malfoy podría estar en uno y ahora mismo, lo averiguaría, aunque muy en el fondo esperaba que no fuera así: no deseaba ver a su ex-némesis en una de esas condiciones.

—El lugar está plagado de guardias—Ron advirtió: —Espero que todos vayan protegidos máximamente y no mínimamente.

La parte de su mente fue capaz de percibir aquello, eran varios grupos de aurores divididos a escasas. Ron Weasley lideraba su propio grupo indicando su trayectoria a través de un plano de aquella enorme mansión.

Harry Potter tenía su propio mando, y Matthew Henderson (Nacido de muggle, Ravenclaw y un excelente auror) lideraba otro. Matthew poseía el cabello meticulosamente negro, sus orbes eran azules. Y aquello, en el mundo contemporáneo, era halagado por diversas (en su mayoría chicas) personas.

Matthew poseía belleza innata.

—Esto no es como en las películas muggles —Recordó Matthew​ a su escuadrón. Harry frunció levemente el ceño y transportó sus recuerdos a aquellas películas que solía ver acompañado de Ron y Hermione— Somos grupos de diez, sin embargo enviarán refuerzo dentro de un rato, el capitán ha dicho que por nada en el mundo bajen la guardia.

— Hay niños dentro —Optó por hablar Harry— Son aún pequeños, tengan muchísimo cuidado y no los hieran, hemos venido a rescatarlos no a lastimarlos.

Los aurores asintieron, les era una gran odisea el tener a Harry Potter y a Ronald Weasley con ellos. Ex combatientes del ejército de Dumbledore, al Salvador del mundo mágico.

— Bien, todos a sus posiciones —Demandó Harry, acostumbrado a estar al mando. Repasó aquello y con una sonrisa ladina los aurores comenzaron a adentrarse con cautela.

Pronto gritos y conjuros se podían oír en aquel lugar lúgubre. Harry pateó cada puerta y dentro de ella niñas o niños con algunos tipos, tipos que caían al suelo desvalidos gracias a él.

En ninguna habitación estaba Malfoy. En aquel prostíbulo Draco Malfoy no estaba y Harry Potter se veía frustrado. Los niños fueron escoltados por aurores a San Mugo y próximamente con sus padres, todo había acabado después de tres horas. Todo el terror que sintió se había absorto tras revivir la guerra mágica.

—Ánimo Harry —Ron pasó a su departamento inadvertido de que una Hermione se abalanzaba sobre sus brazos con fuerza en un cálido y restante abrazo. Continuó con Harry soltando un soslayo suspiro.

— Creí que les había pasado algo —Dice la chica, soltando a su mejor amigo con una pequeña mueca en el rostro—¿Cómo les fue?

— De maravilla, —Ron sonrió exhausto— salió exactamente como lo habíamos planeado.

—Desmantelamos el prostíbulo, — continuó Harry—hemos rescatado a 50 niñas y 12 niños. Todos han sido llevados a San Mugo.

Hermione ahogó un gemido de felicidad y volvió a abrazar a su prometido—¡Felicidades chicos, sabía que serían increíbles aurores!

¿Lo soy? Pensó Harry desanimado, no estaba Malfoy en aquel lugar y tampoco tenía idea del lugar en el cual estaría. ¿Cómo le diría a sus padres que su hijo aún no aparecía?

Subastado. |Harco. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora