Capitulo quince.

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La fiesta de compromiso finalmente acabó. El azabache no podía estar más alegre de volver al Grimmauld Place y dormitar durante toda la noche y próximamente día, estaba exhausto. Lo sabía. Las pesadillas eran algo que no querían abandonar al joven y temía el tenerlas nuevamente esa noche. Aunque, él supiera el significado se negaba a aceptarlo: Draco Malfoy estaba en un continuo peligro.

Claro que Ron Weasley se encargaba de arruinar todas sus pistas, ¡como si no quisiera que encontraran al rubio! Y era obvio: ¿Cómo no supo verlo? ¡Ron detestaba al rubio!

— Mierda — Masculló sentándose en la cama. Tomó su varita y murmuró Lumos; abrió la pequeña caja que estaba ubicada sobre el buró y de allí sacó un documento amarillo.

Era el expediente de Draco.

Indicaba el día de su desaparición, fecha de nacimiento y diversas cosas que Harry reunía tras su búsqueda insensata hacia el rubio muchacho. Obtuvo, gracias a Narcissa, algunas cosas que le fue confiscado a Draco tras su arresto; tiempo atrás. Caminó hacia las cajas y husmea nuevamente sacando de allí uno que otro libro de pociones y hechizos, hechizos que al parecer Draco estudiaba.  

Sin embargo, jamás pensó en hallar un álbum de fotografías.

Era sin duda, la familia Malfoy. Harry no negaba aquel apuesto chico que era Draco; engreído y narcisista. Arrogante, presuntuoso, orgulloso. Hizo una mueca, Draco presentaba más defectos que virtudes o eso es lo que pensaba, más bien, lo que el chico rubio aparentaba: jamás se tomó la libertad de conocerlo a mayor escala.

Lucius, le había explicado alguna vez que su hijo solía ser muy alegre. Se había echado (Pese al orgullo Malfoy) la culpa del comportamiento de su hijo. El patriarca tras la pérdida de su unigénito estaba devastado.

Era desalentador saber que un hijo tuyo estaba en manos de alguna alma perversa: capaz de hacerle sentir en el mismo infierno.

Harry no ameritaba estar en los zapatos de ninguno de los Malfoy, sin embargo se compadece ante su situación y luchaba para hallar a aquel rubio.

— Lo lamento, Ron. Pero tú no puedes seguir participando en esto.

Pensó en muchacho guardando el álbum de fotos que Draco mantenía en aquella caja. Claro que anteriormente había tomado una  del muchacho, este miraba y sonreía. Como si alguien le avisara el hecho de que le tomaría una foto; al parecer ahí aún tenía sus catorce años.

Volvió a su cama dejando su varita de lado, acostándose: transportó sus pensamientos a los tiempos en el que él estuvo en Hogwarts. Su hogar.

Aquel lugar donde conoció a las personas que hoy forman parte de su vida. Sin mencionar que, ahora mismo necesitaba hallar a aquel chico que se juró su enemigo tras no aceptar su amistad.

Pero sólo eran unos simples niños. Y aquella enemistad se hizo aún más fuerte cuando Draco Malfoy decidió estar en el bando equivocado, pese a que no tenía opción. ¿Que iba a saber él de la vida de Malfoy y de que esta se convertía en un completo desastre?

Se mantuvo en aquellos pensamientos durante un largo rato, quería dormir. Ahogarse en los brazos del Morfeo. Pero sobre todo, aún con el cansancio: quería hallar el paradero de Malfoy.

Y ahí estaba, el rubio. Siendo ultrajado, jamás imaginó ver en aquella posición al rubio; un Malfoy jamás declina. Draco se veía demacrado, lastimado tanto física como mentalmente.

— Potter — Masculló el rubio, su vista estaba sobre él. Aquellos orbes grises parecían atormentados, Harry frunció el ceño y apretó sus puños. Malfoy estaba siendo lastimado, no podía permitirlo. Pero aunque él lo intentara, no podía moverse del lugar: solo era un espectador más.

Draco gritó, y Harry luchó. Aquel semental le estaba hiriendo con total brutalidad y libertad. No podía diferenciar el rostro del atacante del rubio. Pero si pudo diferenciar el hecho de que era alguien bastante algo. Meticulosamente observó a Draco, su respiración se acelera con cada grito y los intentos desesperados del muchacho. Ahora la escena cambia. Él ya no es el espectador. Él es el atacante del rubio acorralado en aquella esquina: similar a un pequeño animal siendo lastimado. Sin embargo, él no mide la fuerza con la que golpea al rubio.

Despertó exaltado. Su respiración realmente sobresalía al igual que los latidos de su corazón, estaba cubierto de sudor y sus ojos con ciertas lágrimas. No podía creer que aquello, aunque fuera una pesadilla, le proporcionó un fuerte estado de shock. Miró hacia el ventanal, donde los rayos del sol provenían. Llegó a preguntarse cuántas horas había dormido.

Era fin de semana, significaba una cosa: sábado y domingo libre. Podía ir a visitar a los Malfoy, platicarles de la reciente pista que había obtenido tras su sueño (Aunque no podía fiarse del todo). Draco estaba en una habitación, la habitación poseía detalles Gryffindor.

Significaba solo una cosa; el que tenía a Draco Malfoy en contra de su libertad era un flamante y orgulloso Gryffindor.


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Subastado. |Harco. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora